Bad Ischl, Bodø y Tartu, reivindican la cultura de las zonas menos pobladas
martes 24.dic.2024 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
En 2024, tres ciudades europeas han ostentado el título de Capital Europea de la Cultura, un proyecto que resalta la riqueza cultural, histórica y creativa del continente. Bad Ischl, Bodø y Tartu han contribuido con sus diferentes propuestas al arte y la cultura común, y cada una, desde su singularidad, ha organizado eventos y actividades para fortalecer su legado y promover la creatividad.
Lo especial de este año es que, por primera vez, las tres han extendido sus eventos más allá de los límites municipales, abarcando un área más amplia de lo que tradicionalmente se hace en este programa europeo de divulgación y apoyo a la cultura.
Aunque con características muy diferentes, las tres tienen en común un enfoque hacia el futuro y el deseo de dejar una huella perdurable en sus propias sociedades y sus regiones.
Bad Ischl: la capital cultural con un legado imperial
Foto: angelaGonzaloM
Bad Ischl, una pequeña población situada en la región de Salzkammergut, en Alta Austria, se ha ganado su lugar como una de las capitales culturales de Europa. Con apenas 14.000 habitantes, esta ciudad histórica es el centro de una red que incluye 22 localidades vecinas, algunas tan pequeñas que apenas superan el centenar de residentes.
A lo largo del año, se han programado unas 300 actividades culturales que reflejan la creatividad y el dinamismo de sus habitantes.
Esta población austríaca no solo destaca por su belleza paisajística, rodeada de montañas y lagos, sino también por su rica historia. A partir del siglo XIX, la ciudad fue un centro de turismo termal y de salud, muy visitado por la aristocracia austríaca, especialmente los Habsburgo.
El emperador Francisco José eligió Bad Ischl como su residencia veraniega, y la Kaiservilla, su villa imperial, fue escenario de numerosas cacerías. Allí se declaró la guerra a Serbia, lo que supuso el inicio de la I Guerra Mundial.
Elisabeth Schweeger, directora de esta capitalidad cultural, señala que uno de los grandes objetivos de Bad Ischl es conectar la región montañosa y lacustre con el resto del mundo. "Queremos demostrar que las zonas rurales no solo son un espacio lleno de oportunidades, sino también un lugar preparado para las nuevas formas de vivir y trabajar", afirma.
De este modo, la ciudad ha aprovechado su tradición para dar paso a nuevas formas de creatividad y generar un motor económico basado en la cultura. La extracción de sal, que fue el eje económico de la región durante siglos, ha sido reemplazada por la cultura como principal motor de desarrollo.
Además, Bad Ischl es la cuna de figuras tan importantes como el compositor Franz Lehár, quien dejó su marca en la ciudad con operetas como La viuda alegre y El país de las sonrisas. En su honor, cada verano se celebra un festival musical.
Bodø: Cultura en el Círculo Polar Ártico
Al norte del Círculo Polar Ártico, Bodø, se ha presentado como una ciudad pequeña pero con un espíritu cultural vibrante. Con 53.000 habitantes, este municipio noruego se distingue por ser la primera ciudad del norte de Europa en obtener el título de Capital Europea de la Cultura. Esta distinción resalta la relevancia cultural de la ciudad, especialmente teniendo en cuenta su ubicación y su historia.
Como antiguo puerto pesquero, ha integrado el mar y su conexión con la naturaleza en muchas de sus propuestas culturales. Durante este año, Bodø ha celebrado diversas actividades que giran en torno a su extensa superficie en una zona tan complicada para la movilidad en una latitud de 66 grados muy cerca de la región polar.
Marie Peyre, responsable de relaciones internacionales, enfatiza que la cultura de la ciudad no solo está centrada en su historia, sino también en su futuro. "Lo más importante de la capitalidad cultural es que es una inversión en el futuro". En Bodø se han centrado en la creación de redes de conocimiento y en el fortalecimiento de las conexiones entre artistas, especialmente con el objetivo de fomentar la colaboración a largo plazo.
En este sentido, la capitalidad cultural ha ayudado a poner en valor la cultura sami, un pueblo indígena de la región, promoviendo el reconocimiento de sus saberes y tradiciones. La ciudad ha dedicado exposiciones y eventos a esta cultura, ayudando a visibilizar su contribución a la identidad noruega.
Tartu: ciudad universitaria y tecnológica del futuro
Tartu, en Estonia, es la ciudad que combina el arte, la ciencia y la tecnología. Reconocida por ser el hogar de la Universidad de Tartu, una de las más antiguas y prestigiosas de Europa, fundada en 1632, ha integrado el saber académico en su oferta cultural.
Con un espíritu innovador, se ha convertido en un lugar donde se fusionan la sostenibilidad, la tecnología y la creatividad. La ciudad se ha hecho eco de la importancia de la cultura digital y la innovación, promoviendo iniciativas que acercan la tecnología al arte y viceversa.
La directora artística de la capitalidad cultural de Tartu, Kati Torp, destaca que, a pesar de los desafíos que la ciudad ha enfrentado en los últimos años, como la pandemia y la guerra de Ucrania, el lema de la capitalidad "el arte de la supervivencia" ha sido fundamental para la organización de sus festivales y actividades.
"Es algo en lo que también ponemos un gran énfasis, porque no podemos hacer como si viniéramos, construyéramos algo y nos vamos", menciona Torp. En este sentido, la creación de una fundación cultural busca asegurar que los proyectos culturales que nacieron este año sigan activos en el futuro.
Tartu también ha trabajado en la inclusión de nuevas generaciones y en la creación de redes culturales con otras localidades del sur de Estonia, fortaleciendo los lazos culturales en toda la región. Con una gran vida universitaria y académica, la ciudad se presenta como un punto de encuentro para jóvenes artistas y emprendedores del mundo entero.
El legado de las Capitales Culturales
El título de Capital Europea de la Cultura no solo se celebra con eventos y actividades durante el año, sino que el objetivo es dejar un legado duradero.
Bad Ischl, Bodø y Tartu, quieren garantizar que las iniciativas culturales continúen creciendo y evolucionando después de que termine el año de su capitalidad, con proyectos que incluyen el fortalecimiento de redes de conocimiento, el fomento de la colaboración internacional y la integración de nuevas tecnologías y sostenibilidad. Las tres ciudades tienen claro que la cultura es la clave para enfrentar los retos del futuro.
Con este enfoque en el largo plazo, el programa de Capitales Culturales demuestra su potencial no solo para celebrar la diversidad y la creatividad de las ciudades, sino también para contribuir al desarrollo social y económico de las regiones.
Bad Ischl, Bodø y Tartu son ejemplos de cómo, desde distintas perspectivas, la cultura puede ser una herramienta de transformación y un puente hacia un futuro más sostenible y colaborativo para toda Europa.
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