Juan Gelman en la memoria

    miércoles 15.ene.2014    por Fran Sevilla    6 Comentarios

“Me robaron la infancia de mi nieta; yo nunca pude ser para ella el abuelo que la hiciera cabalgar sobre sus rodillas”. Esta frase formó parte de la última conversación, hace unos meses, de las muchas que me regaló Juan Gelman a lo largo de una vasta geografía de lugares y sentimientos. Con su inigualable capacidad para sorprender, estaba sintetizando, en un gesto cotidiano no vivido, todo el dolor de la pérdida, de las muchas pérdidas que la vida le fue acumulando en el saldo del debe. Y yo sentía que si alguien, que si un hombre bueno como Juan había perdido, todos habíamos perdido algo.

Otra cosa era la desaparición de Marcelo, su hijo, y de su nuera María Claudia. Quizás no lograba domesticar ese dolor, y prefería pasar por él como si lo observara en la distancia, separado de sí mismo.

No es fácil esbozar en unas pocas líneas el recuerdo de un ser humano tan desbordante como Juan Gelman, de un amigo tan entrañable y profundo como este artesano de los versos, de un hombre tan comprometido con su tiempo y su palabra.

La poesía fue, desde niño, la gran pasión, la gran amante de Juan; y le acompañó desde que escribió su primer poema, con ocho años, a lo largo de toda su vida. “La señora”, como solía denominar a la poesía, al arrebato de escribir, se presentaba de repente y había que dejarse tiranizar. Otras veces uno la convocaba pero ella, esquiva, no acudía a la llamada .

Su compromiso con un mundo mejor le supuso el exilio, la persecución, la condena a muerte, la doble condena a muerte: le condenó a muerte la dictadura argentina y le condenaron a muerte sus antiguos camaradas montoneros cuando públicamente denunció la deriva militarista y de violencia sin sentido en que se embarcó la extrema izquierda peronista.

La dictadura no pudo atraparlo a él, pero se llevó a su hijo y a su nuera embarazada. A Marcelo lo torturaron y lo asesinaron en Automotores Orletti, uno de los centros clandestinos de detención y tortura. Sus restos aparecieron en un bidón muchos años después. A María Claudia la trasladaron clandestinamente a Uruguay, la mantuvieron con vida hasta que dio a luz y luego la asesinaron, entregando a la recién nacida en adopción a un policía uruguayo. Sus restos aún no han aparecido. Juan estuvo buscando a su nieta sin descanso hasta que la encontró. Se llama Macarena y nació nuevamente 23 años después de haber nacido.

Recuerdo nuestras conversaciones en mi casa en Jerusalén, junto a Mara, su mujer y compañera imprescindible, los paseos por la Ciudad Santa que no lo era tanto, por una Hebrón ocupada, por una Belén asediada. Y Juan, de familia judía, se indignaba ante tanta injusticia, ante esa contradicción, ante esa cruel ironía histórica de que Israel, el supuesto baluarte del pueblo judío, se hubiera convertido en el opresor, en el ocupante, en el torturador. Sus críticas a Israel y al sionismo le valieron una detención cuando descendió del avión en el viaje a Tel Aviv en el que iba a asistir al entierro de su hermana.

Su vida ha sido el reverso de la vida; como su Gotán era el reverso del Tango. “Daría uno de mis ojos por haber escrito ese poema; no daría los dos porque el otro lo necesitaría para seguir leyéndolo” me comentaba otro amigo y escritor brasileño hablando del poema Gotán. Es uno de los poemas de vida y de muerte, de amor y desamor, más bellos, arrebatadores  y tristes que se han escrito en lengua castellana. Como lo era el propio Juan:

Gotán

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.

Vamos a pasar toda la muerte, toda tu muerte, echándote de menos, Juan. Mi hijo Jorge no olvida que tú le inspiraste en tu casa su primer poema, a sus ocho años, los mismos que tú tenías cuando escribiste tu primer poema. Vamos a pasar toda la muerte, toda nuestra muerte, con tu poesía, con tu humanidad al lado, Juan.

[email protected]

Fran Sevilla   15.ene.2014 07:09    

La muerte de Sharon

    martes 14.ene.2014    por Fran Sevilla    4 Comentarios

Hace tiempo que uno descubrió que eso que se llama justicia internacional y crímenes de guerra no es igual para todos. El expresidente serbio, Slobodan Milosevic, murió en una cárcel del Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra en la Antigua Yugoslavia de La Haya, y no hubo funeral de Estado en Belgrado. El exprimer ministro israelí Ariel Sharon ha muerto en la cama de un hospital, tras una larga convalecencia, y ha sido despedido como un héroe, con todos los honores, y la asistencia de personalidades internacionales, incluido el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden.

Parece evidente que la única diferencia entre Milosevic y Sharon es que el primero era serbio y el segundo israelí. Viene al caso la mención a Milosevic porque su perfil político era muy parecido al de Sharon: ambos estaban convencidos de la superioridad y de que sus pueblos, el serbio y el israelí, habían sido elegidos por Dios; ambos odiaban a los que pertenecían a otros pueblos; ambos impulsaron campañas de limpieza étnica; ambos cometieron crímenes de guerra.

Cuando uno recurre las grises y polvorientas calles de Sabra y Chatila, incluso décadas después de las matanzas de 1982, es imposible no sobrecogerse recordando las imágenes de aquellos días. Es difícil no sentir angustia cuando se habla con los supervivientes, que relatan el infierno desatado en aquellos dos campos de refugiados palestinos, a las afueras de Beirut (hoy ya deglutidos por la expansión urbana de la capital libanesa). Una masacre perfectamente orquestada, ejecutada por la falange cristiana libanesa, pero gracias al control militar que efectuaba el ejército israelí tras invadir Líbano, que propició la entrada en los campos, y a la luz verde para la matanza, para el “escarmiento”, dado por el entonces ministro de Defensa, Ariel Sharon.

Pese a las conclusiones de la comisión Kahan, que determinó la responsabilidad de Sharon en las matanzas de Sabra y Chatila, éste nunca fue juzgado, se limitó a dimitir como ministro. Pero medio millón de israelíes salieron entonces a las calles en Tel Aviv para repudiar lo ocurrido, dando origen al movimiento Paz Ahora. Dos décadas después, Sharon se convertía en primer ministro, ordenaba la reocupación de los territorios palestinos, y propiciaba nuevas matanzas como la del campo de refugiados de Yenín. Durante su mandato comenzó la construcción del ignominioso muro que separa, aísla y convierte en grandes campos de concentración a cielo abierto las localidades palestinas.

 No hubo nuevas manifestaciones de una sociedad israelí que, salvo una pequeña minoría, convive sin problemas de conciencia con los crímenes de guerra, las violaciones de la legislación internacional y de los derechos humanos que de forma sistemática realiza Israel en los territorios palestinos. Algo no anda bien cuando un país convierte en héroe nacional a un criminal de guerra.

[email protected]

Fran Sevilla   14.ene.2014 22:20    

Turing, la hipocresía y la homosexualidad.

    sábado 28.dic.2013    por Fran Sevilla    4 Comentarios

“Turing cree que las máquinas piensan. Turing yace con hombres. Luego las máquinas no piensan.” Así, en forma de silogismo forzado, expresó Alan Turing la amargura por la hipocresía de la sociedad británica a mediados del siglo pasado y las consecuencias que pudiera tener sobre su legado.

No sé si alguien le habrá leído esas palabras a la reina Isabel II de Inglaterra, quien en un gesto que podría considerarse loable, si no fuera porque llega demasiado tarde y demasiado corto, ha firmado el indulto póstumo contra el matemático, filósofo y criptógrafo británico, 59 años después de su muerte.

Turing había sido condenado en 1952 por homosexualidad, considerada un delito en aquellos años en el Reino Unido. Y de la noche a la mañana todo lo que había sido su enorme aportación a las investigaciones sobre computación, convirtiéndose en uno de los padres de la informática, y sobre inteligencia artificial, quedó en un segundo plano.

La injusta justicia británica ofreció a Turing dos opciones, o ir a la cárcel, o someterse a una castración química. Eligió ésta última. Y durante un año le aplicaron inyecciones de estrógenos hasta provocarle una disfunción eréctil. Dos años después de su condena, en 1954, Turing murió tras comer una manzana contaminada con cianuro en su laboratorio, en lo algunos interpretaron como un suicidio. Tenía 41 años.

Alan Turing había sido una de esas mentes privilegiadas para las matemáticas y la investigación. Se convirtió pronto en uno de los referentes académicos del Reino Unido y su más aplaudida tarea fue la que llevó a descifrar el código Enigma, desarrollado por la Alemania nazi para sus comunicaciones secretas. Los expertos consideran que haber descifrado Enigma acortó al menos en dos años la Segunda Guerra Mundial, salvando así millones de vidas.

De nada sirvieron sus aportaciones y sus servicios a la patria. Cuando se descubrió la homosexualidad de Turing, fue condenado, doblemente: a la castración y al ostracismo.

El problema del indulto a Turing es que, igual que su condena, suena mucho a hipocresía. Porque se le indulta personalmente a él, pero no se hace de manera colectiva a los miles de homosexuales británicos condenados en aquellos años. Hace un año el parlamento británico había vuelto a negar el indulto a Turing con el argumento de que la homosexualidad era un delito penal cuando fue condenado.  También los nazis y muchos otros gobiernos y regímenes en el mundo consideraban o siguen considerando que la homosexualidad es un delito. Todavía se sigue condenando a muchos seres humanos por su opción sexual aunque sus casos no tengan eco.

[email protected]

Fran Sevilla   28.dic.2013 05:55    

Las candidatas y la historia de Chile

    sábado 14.dic.2013    por Fran Sevilla    5 Comentarios

 

En un hecho inédito hasta ahora, no solo en la historia del país, sino en la de América Latina: la presidencia de Chile se va a dirimir, en segunda vuelta, entre dos mujeres, Michelle Bachelet y Evelyn Matthei. Ambas son hijas de generales del Ejército del Aire chileno. Ambas tienen un pasado común, aunque parece poco probable que guarden el mismo recuerdo de dicho pasado.

 

Michelle y Evelyn jugaron juntas en la infancia mientras se iba fraguando la amistad entre sus padres, Alberto Bachelet y Fernando Matthei. Algo mayor el primero que, por lo tanto, llegó antes al generalato. Pero el rango no fue óbice para que se estableciera una relación especial entre ambos.

Todo cambio un 11 de septiembre de 1973. Ese día, el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, además de acabar con la democracia, trastocó muchas cosas en Chile. El general Alberto Bachelet se mantuvo leal al gobierno constitucional. Como consecuencia, sus camaradas de armas, transformados de camaradas en hienas, le detuvieron, le formaron un consejo de guerra, y como suele ser el caso en los golpes de Estado y en las dictaduras, le condenaron por “traición a la patria” y por “conspirador”, y le torturaron durante meses en la Academia de Guerra Aérea, hasta que las torturas provocaron su muerte.

El todavía coronel Fernando Matthei estaba destinado en Londres el día del Golpe. Poco después pidió regresar a Chile. Y fue nombrado director de la Academia de Guerra Aérea, en la que el general Bacehlet y otros miembros de la Fuerza Aérea chilena estaban siendo torturados. Es cierto que la dirección de los interrogatorios y las torturas estaba fuera del control de Matthei, aunque se produjeran en la Academia que él dirigía, pero no es menos cierto, como han declarado posteriormente varios oficiales, que él tenía pleno conocimiento de que allí se torturaba a miembros del cuerpo que habían respetado su juramento constitucional, y que entre los torturados estaba quien hasta antes del Golpe fue su amigo, el general Bachelet.

Hace unos meses un tribunal chileno exoneró de responsabilidad a Fernando Matthei por las torturas y subsiguiente muerte de Alberto Bachelet. Pero una cosa son las responsabilidades penales, y otra las responsabilidades morales. Fernando Matthei no solo no hizo nada por salvar a Alberto Bachelet, sino que cuatro años después, ya ascendido a general, se convirtió en jefe de la Fuerza Aérea e integró como tal la Junta Militar que encabezaba el general Augusto Pinochet. Desde ese momento, 1978, hasta 1990, año en el que Pinochet se ve obligado a devolver el poder a los civiles, la Junta Militar avaló las torturas, asesinatos y exilios de miles de chilenos sin que el general Fernando Matthei renunciara o manifestara su oposición a las graves violaciones de los derechos humanos que eran el común denominador de la dictadura. También es cierto que en plebiscito que organizó Pinochet en 1988, tratando de perpetuarse, el general Matthei fue una pieza fundamental a la hora de parar el autogolpe en marcha sugiriendo, antes de entrar en el palacio de La Moneda, que había triunfado el “No”. Probablemente fue un arrebato de mala conciencia. Pero eso no le exime de su complicidad con lo ocurrido en los años precedentes.

¿Por qué Evelyn Matthei tiene que arrostrar las responsabilidades, de la índole que sean, de su padre? No tiene que hacerlo. La cuestión es que Evelyn Matthei es la candidata de una derecha chilena que aún no ha condenado el horror de la dictadura. Hace unos días, en Santiago de Chile, fuentes diplomáticas españolas me recordaban como Evelyn Matthei encabezada, enardecida, las concentraciones de protesta frente a la embajada de España cuando Pinochet fue detenido en Londres tras un auto del juez de la Audiencia Nacional española Baltasar Garzón.

“La Matthei” (como dicen en Chile) prefiere que no le pregunten por el pasado, pero cuando se habla de mirar al futuro no quiere que se cambie la Constitución chilena, impuesta durante la dictadura de Pinochet y que es un corsé para que nada cambie en el país. “La Bachelet”, al menos. trata de mirar al futuro, y sin olvidarlo no mira al pasado, y apuesta por cambiar la Constitución. De hecho, cuando le preguntan por Evelyn Matthei y la relación entre su padre prefiere no pronunciarse abiertamente. Y eso que la misma dictadura que asesinó a su padre y de la que no reniega Evelyn Matthei, también las detuvo a ella y a su madre y las sometió a torturas y todo tipo de vejaciones.  Fueron compañeras de juegos en la infancia, pero hoy no comparten nada en el juego de la política. Aún así sigue habiendo una importante diferencia entre ambas. El padre de “La Matthei” puede votar este domingo por su hija, o puede, en un gesto que sin eximirle de responsabilidad sería moralmente reparador, votar por “la Bachelet”, por la hija de su amigo torturado y asesinado por el régimen que él apoyó. Eso gracias a la democracia. El padre de “la Bachelet” quizás votaría por “la Matthei”, probablemente más próxima a su ideología que su propia hija. Pero no puede votar por ninguna de las dos. Por respetar su juramento y su honor, los compañeros de viaje del general Matthei se lo impidieron.

[email protected]

Fran Sevilla   14.dic.2013 06:55    

Espacio de solidaridad en Honduras

    jueves 12.dic.2013    por Fran Sevilla    1 Comentarios

“¿Quién va a cambiar esta injusticia?” se pregunta el padre Patricio Larrosa mientras conversamos sobre la realidad de Honduras, sobre el ofensivo desequilibrio económico y social, sobre la violencia que hunde sus raíces en la miseria y la marginación. “La situación ha ido a peor”, añade, con gesto adusto. Al menos, aunque en la realidad general del país la catástrofe es cotidiana, en los reducidos espacios por los que encamina su solidaridad el padre Larrosa se palpa la satisfacción de los pequeños pasos que esbozan otra realidad posible.

Hace cuatro años que conocí a Patricio Larrosa, director de la ONG ACOES, Asociación Colaboración y Esfuerzo, “un nombre muy hondureño”, dice con cierta socarronería el padre Larrosa. Y eso que él no es muy socarrón, más bien parece, en su semblante adusto, un hombre de secarral, por utilizar una palabra que tenga erres comunes, compartidas con su apellido, y haga honor a su origen. Y es que Patricio Larrosa es oriundo de ese seco y duro desierto a caballo entre las provincias de Granada y Almería. Y lleva años asomado a otro desierto, aunque sea exuberante en términos de vegetación: el desierto de injusticia social en que se ha convertido Honduras.

El padre Patricio Larrosa y ACOES se nutren de una doble solidaridad, la de quienes financian, desde la distancia, sobre todo en España, los distintos proyectos, y la solidaridad de quienes, sobre el terreno, trabajan por lograr, de a poquito, un mundo mejor. Son los propios voluntarios hondureños y los voluntarios que cada año llegan desde España, en sus “vacaciones solidarias”.

Uno de ellos es Luis Vázquez, un arquitecto de La Coruña que pasa ya de los sesenta años. La primera vez que estuvo en Honduras fue hace 14 años. Y tardó varios años en regresar. El impacto fue tan brutal, como él mismo reconoce, que no resultaba fácil regresar. Ahora es asiduo, cada año, a su cita hondureña.

Aún así sigue sintiéndose impactado por la realidad de Honduras. “No solo la violencia física, sino sobre todo la violencia moral.

La injusticia te abofetea. Entendí el por qué de la revolución, hay unas injusticias que no se pueden tolerar”, me dice, casi de corrido, después de recorrer varios de los lugares en los que ACOES trabaja por un futuro distinto al que Honduras condena a la mayoría de sus hijos. Poco antes he presenciado la recompensa que Luis recibe: visitábamos un centro de día para menores, en uno de esos infrabarrios de Tegucigalpa en los que resulta difícil enfocar la mirada sin sentirse sobrecogido, y una niña de apenas cinco o seis años se ha abrazado a las piernas de Luis con una fuerza, una ternura y una sonrisa que por sí solas valían más que todo lo que uno pueda acumular a lo largo de su vida, ya sea en La Coruña, en Madrid, o en cualquier otro rincón de nuestro opulento mundo rico.

Precisamente los niños son la gran preocupación de ACOES y de Patricio Larrosa. En ellos está el futuro; que puede ser prometedor o un infierno aterrador. Hoy por hoy, la mayoría de los niños hondureños solo vive en la parcela de infierno que le ha sido impuesta. Cuando hace cuatro años conocí al padre Larrosa hablamos del proyecto de RNE junto a la Fundación Crecer Jugando “Un juguete, una ilusión”, para repartir juguetes allí dónde verdaderamente son necesarios. Honduras era uno de esos sitios y ACOES era una de las organizaciones receptoras. Patricio Larrosa tiene claro por qué los juguetes tienen una especial significación: “El día de Reyes –dice- éramos importantes para alguien”.

Uno de los grandes problemas en Honduras es que la mayoría de los niños nunca han tenido juguetes, ni nunca han sentido importar a nadie. Y a muy corta edad empiezan a jugar con las armas. En esa mezcla atroz entre violencia y miseria la vida se diluye en una solución de odio y resentimiento de la que es muy difícil ser rescatado. En Honduras mueren cada día de forma violenta 20 personas. “Son cinco torres gemelas las que se derrumban cada año aquí” me dice Patricio Larrosa. Pero nadie, allá afuera, lo recuerda. A muy pocos parece importarles. Pero hay a quienes sí importa. Como a Luis Vázquez, como al propio padre Larrosa.

[email protected]

Fran Sevilla   12.dic.2013 05:49    

Otro secuestro en Siria

    martes 10.dic.2013    por Fran Sevilla    2 Comentarios

Las palabras no acuden; no acuden ni a la mente ni al teclado. Resulta muy complicado verbalizar el cúmulo de sensaciones, imágines y sentimientos que se entrecruzan en aluvión. No hay ideas, hay pulsaciones. El secuestro de Javier Espinosa y Ricardo García en Siria, unido al de Marc Marginedas, desata fantasmas, y corta la respiración.

Hace dos meses me comentó otro colega, en Panamá, lo del secuestro de Javier y Ricardo, que se quería mantener en silencio. Y todos respetamos ese pacto de silencio por respeto a la familia y porque se entendía que era una forma de no complicar más su situación. Uno trata de aferrarse a cualquier signo, a cualquier síntoma, a cualquier esperanza: la de hoy es que esta decisión de hacer público el secuestro signifique una posibilidad de pronta liberación.

No he coincidido con Ricardo García. A Javier lo conozco desde hace veinte años y hemos compartido muchos momentos, algunos muy difíciles. Todos sabemos que Javier es de los que siempre llega hasta el final. Hay quienes dirán, alguna vez lo he escuchado, que no sabe medir el peligro: yo creo que sí sabe medirlo y, a pesar del peligro, decide asumir el riesgo por relatar de primera mano lo que otros cuentan de oídas.

Pero hoy mi angustia y mi solidaridad, por más que sean Javier, y Ricardo y Marc quienes están secuestrados, se dirige especialmente a Mónica, a la compañera de Javier. Hoy, mientras desde miles de kilómetros de distancia veía en TVE el vídeo grabado por Mónica tratando de explicar a los secuestradores que ni Javier ni Ricardo son sus enemigos, se me formaba un nudo en la garganta.

Mónica García Prieto es una periodista fuera de serie, con la que también me ha tocado compartir situaciones difíciles, emociones intensas. Pero Mónica es sobre todo una mujer valiente. No hablo de la valentía que se supone hay que tener para cubrir un conflicto bélico, para moverse sobre el alambre de las guerras y las catástrofes que asolan nuestro mundo: hablo de la valentía de Mónica ante la vida.

Desde aquí, desde este otro mundo que también pateó como corresponsal Javier Espinosa, desde este otro lado del mundo, los abrazo sobrecogido, y abrazo especialmente a Mónica. No puedo decir mucho más, no me salen las palabras.

[email protected]

 

Fran Sevilla   10.dic.2013 16:42    

La Kennedy en Honduras

    domingo 8.dic.2013    por Fran Sevilla    1 Comentarios

No se trata de hablar, salvo tangencialmente, del asesinado presidente estadounidense John F. Kennedy o de algún familiar suyo, aunque su nombre (de moda estos días) esté vinculado con un amplio espacio urbano enclavado hoy casi en el corazón de Tegucigalpa. Hablamos de “la Kennedy”, como popularmente se la conoce, o de la “colonia Kennedy”.

A mediados de los años sesenta del siglo pasado el gobierno hondureño decidió establecer una colonia, lo que entonces sería un suburbio en un amplio terreno en el límite de Tegucigalpa, para ofrecer viviendas a los miles de hondureños que habían estado llegando en aluvión desde zonas del interior o de la costa caribeña buscando un futuro mejor.

Un fenómeno, el de la migración interna, habitual en aquellos años y en años posteriores en América Latina (también en España) que dio lugar a la creación de las megalópolis inmanejables, viveros de una nueva casta de seres humanos marginados que intentaban abrirse paso en la vida.

La Kennedy nació al calor de la Alianza para el Progreso puesta en marcha por el presidente homónimo antes de ser asesinado en Dalas. Un programa desarrollista que nació con la idea de evitar nuevas revoluciones como la vivida en Cuba, pero que no duró mucho más allá de su impulsor. Estados Unidos decidió renunciar, poco después, a que las poblaciones latinoamericanas vivieran mejor y consideró más sencillo optar por la represión, para evitar revoluciones, recurriendo a la Doctrina de la Seguridad Nacional que conllevó el establecimiento de dictaduras militares en casi todos los países latinoamericanos.

El gobierno hondureño de la época puso el nombre de “John F. Kennedy” a la nueva colonia en honor al presidente estadounidense que había sido asesinado tres años antes. Fue financiada con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo,  y supuso otorgar, mediante créditos accesibles, casas precarias, pero dignas, en un espacio medianamente urbanizado, es decir, con agua corriente, desagües, calles de tierra pero aplanadas, a una clase baja que basaba en su esfuerzo personal el intento por salir de la pobreza.

Se consiguió en parte y la Kennedy se convirtió, con los años, en un espacio habitable, en el que podría decirse que la pobreza era, efectivamente, digna, en el que las carencias no eran ofensivas. El pequeño comercio, las escuelas, las peluquerías y los locales de manicura, signo inequívoco de una mejora en las condiciones de vida en términos latinoamericanos, fueron consolidando, también en términos latinoamericanos, a una clase baja-alta, o incluso clase media-baja.

Hoy, el modelo se está desmoronando. “Los desagües están atascados y cuando llueve todo se convierte en un lodazal”, me dice Wilson, un vecino de la Kennedy. Belinda, una joven procedente de La Ceiba, en el caribe hondureño, me muestra su casa, en la qua las carencias empiezan a ser preocupantes. “¿Tú sabes quien era Kennedy”, le pregunto. Se queda pensativa, tratando de encontrar una respuesta. Pero al igual que la mayoría de los habitantes de la Colonia, no tiene una noción clara de quién hablamos. Resulta irónico cuando medio mundo rememora estos días el 50º aniversario del asesinato de Kennedy. En la Colonia que lleva su nombre no ha habido actos de homenaje o conmemoración.

La Kennedy está en declive, atraviesa por momentos complicados, en una especie de punto de inflexión regresivo, de marcha atrás, en la que los síntomas de deterioro apuntan a la irreversibilidad. Hace mucho tiempo que los sucesivos gobiernos hondureños no hacen nada por mejorar las condiciones de vida de la población en general. Hace mucho que la alcaldía de Tegucigalpa no se ocupa de sus vecinos.

“Ahora el único negocio que florece aquí es el de la venta de drogas”, asegura Rubén, un comerciante que intenta resistir ese declive. Me lo dice poco después de depositar su voto, en plena jornada electoral, en el Instituto España-Jesús Mella Silva, fungiendo este día de colegio electoral. Ante nosotros se yergue un pequeño monolito con una placa, cuyos azules están ya desconchados, con la leyenda “Ampliación tras la devastación provocada por el huracán Mitch”, financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional y para el Desarrollo. La fecha es de octubre de 2010. Son solo tres años y también el deterioro es evidente. Lo que uno percibe en la Kennedy es lo mismo que se percibe en Honduras. La gente ha sido abandonada a su suerte. Y quienes se benefician de ese abandono son los cárteles de la droga, los narcotraficantes, los grupos del crimen organizado, los funcionarios y policías y, sobre todo, los políticos corruptos, y una oligarquía que saca pecho ante el nombre de Honduras cuando se siente resguardada y protegida por varios guardaespaldas, desde sus búnkeres hondureños o desde sus lujosas residencias en Miami.

[email protected]

Fran Sevilla    8.dic.2013 04:53    

Buen viaje, Madiba

    viernes 6.dic.2013    por Fran Sevilla    6 Comentarios

Hace unos meses, antes de que llegara este momento pero cuando todo indicaba que se acercaba inexorablemente, ya escribí algo de lo que fue, es y será para mí Nelson Mandela.

http://blog.rtve.es/fransevilla/2013/06/un-ser-humano-llamado-mandela.html

Puede escribirse mucho más. Pero tan poco es necesario. Quizás solo recordar que, de alguna manera, el mundo está hoy algo más huérfano.

Recuerdo que en una ocasión José Antonio Guardiola me contó que probablemente, de las muchas entrevistas realizadas a lo largo de los años, la que había realizado a Nelson Mandela era la que más le había conmovido y emocionado.

http://www.rtve.es/noticias/20131205/guardiola-mandela/690081.shtml

Sentí una sana pero enorme envidia por no haber estado en aquella entrevista y haber compartido, en persona, aquel momento y aquel espacio.

Ante la ausencia, cada día más alarmante, de dirigentes políticos, de estadistas de talla universal, como lo ha sido Nelson Mandela; ante el creciente imperio de los mediocres, los banales, los mentirosos y los traidores; ante la acuciante falta de referentes en un mundo y en una humanidad que parecen caminar hacia un oscuro callejón sin salida, habrá que recordar a Mandela citando los versos de Bertolt Brecht:

“Hay hombres que lucha un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.

Pero hay los que luchan toda la vida,

esos son los imprescindibles.”

Buen viaje, Madiba

[email protected]

Fran Sevilla    6.dic.2013 04:01    

Muerte de un torturador

    jueves 5.dic.2013    por Fran Sevilla    0 Comentarios

En los años ochenta, hace casi tres décadas, pude entrevistar a algunos presos políticos chilenos que narraban, sin tapujos, en la cárcel de Santiago de Chile donde estaban encerrados, cómo habían sido torturados. Algunos de sus torturadores habían sido adiestrados en esas tareas por un general francés, Paul Aussaresses, destinado en Brasil en plena dictadura brasileña. Así lo confirmó años después el general Manuel Contreras, jefe de los servicios secretos de la dictadura de Pinochet, hoy condenado por violaciones de los derechos humanos.

El exgeneral Aussaresses también ilustró sobre técnicas de tortura a toda una generación en los años sesenta, cuando estuvo destinado en la base de Fort Bragg, en Carolina del Norte, donde ejerció de instructor para oficiales estadounidenses y latinoamericanos.

Paul Aussaresses acaba de morir. Y más allá de lo que cada cual sienta ante la muerte de un personaje tan conspicuo, su desaparición nos sirve para reflexionar, una vez más, sobre la maldad intrínseca con la que conviven, como si fuero lo más normal del mundo, algunos seres humanos.

Aussaresses fue, probablemente hasta el último día de su vida, un acérrimo defensor de la tortura. Él la ejerció durante la llamada Batalla de Argel, en plena guerra por la independencia de Argelia. Nombrado responsable de una especie de escuadrón de la muerte, Aussaresses reconoció en un libro que cuando llegaba la noche, su unidad salía a la caza de insurgentes, los llevaban detenidos, los torturaban para sacarles información y luego los liquidaban. No le temblaba el pulso al hacerlo ni le tembló después la voz al contarlo.

Paul Aussaresses justificaba ambas cosas, la tortura y el asesinato de los detenidos, porque, según decía, lo hacía “por Francia”. Reiteró sus polémicas aseveraciones hace una década, cuando el presidente George W. Bush, tras el 11-S, sacó adelante una legislación que permitió la tortura y que se ha aplicado en Guantánamo y en otras bases estadounidenses.

Lo que nunca explicó Aussaresses, pero resulta fácil adivinar tras los momentos y escenarios de su actividad como torturador o de sus justificaciones de la tortura, es que ésta se aposentaba, además de sobre el desprecio absoluto por la condición humana, sobre la xenofobia y el racismo. Algo similar a lo que ocurre en Israel donde hace ya años el Tribunal Supremo israelí legalizó la tortura aplicada a los palestinos, no aplicada a los israelíes.

Como colofón cabe destacar, en su malsana pero sincera visión sobre la tortura y su actuación personal, que al menos Paul Aussaresses no disimuló y asumió, defendiendo hasta el último momento, lo hecho por él. Y señalaba la hipocresía de los políticos, en su caso franceses, como François Mitterrand, quien mucho antes de llegar a la presidencia de Francia, ya como ministro en los años 50, formaba parte de un gobierno que pidió a sus generales reprimir la sublevación de Argelia por cualquier método, y que años después decían sentirse perplejos por lo que había ocurrido. Hay monstruos que dan la cara y hay monstruos que simplemente se ocultan, cobardemente parapetados detrás de los primeros.

[email protected]

Fran Sevilla    5.dic.2013 04:25    

Drones mortíferos

    sábado 30.nov.2013    por Fran Sevilla    1 Comentarios

 

Se repite la misma historia. El Alto Mando de Estados Unidos pide disculpas al presidente afgano, Hamid Karzai, por el ataque de un dron que ha matado a un bebé y ha dejado heridas a otras dos personas. El presidente Karzai dice sentirse indignado, sin recordar, probablemente (ya habrá tiempo de hablar de eso) que fue Estados Unidos quien le impuso como presidente de Afganistán.

 

El caso es que los drones son el gran avance de las últimas décadas, el gran salto en la tecnología militar, es decir, aquella tecnología concebida para matar más con menor coste. Me atrevería a decir que, en poco tiempo, los drones (aviones no tripulados) supondrán un elemento tan diferencial como lo fue el descubrimiento de la pólvora y su aplicación a las armas de fuego. Y al igual que ocurrió en el pasado (léase la conquista española de la hoy América Latina o la conquista de los hoy Estados Unidos y Canadá por británicos y franceses, conquistas en las que las poblaciones aborígenes fueron masacradas) incrementará la brecha de forma insalvable entre poderosos y sometidos.

La utilización de los drones tiene un elemento novedoso con relación a cualquier conflicto o guerra anterior: nadie los pilota, nadie se arriesga, nadie puede ser derribado, herido, hecho prisionero o muerto. Son aparatos guiados por control remoto desde muchos kilómetros de distancia, lo que trastoca la concepción clásica de la guerra, de dos bandos enfrentados sobre un campo de batalla.

Lejos de mi intención hacer una apología de la guerra, brutal jinete del Apocalipsis que ha dejado un permanente reguero de muerte a lo largo de la historia de la humanidad. Pero es cierto que en algún momento hubo algo así como una concepción de guerra clásica en la que quienes se enfrentaban eran combatientes en cierto grado de igualdad y, sobre todo, con un cierto sentido del honor.

El gran salto cualitativo (también lo es cuantitativo) entre principios del siglo XX y principios del siglo XXI es que hace una centuria quienes morían en las guerra eran los hombres de armas, militares, muchos de ellos obligados o forzados. Pero al menos uno podía entender que el oficio de las armas suponía asumir el riesgo de perecer en el combate. Y de alguna manera la muerte, la de propios y ajenos, aunque dejaba una terrible huella, era algo a lo que había que enfrentarse.

Hoy los drones permiten matar sin apenas ver, sin oír, sin oler y sin sentir. Claro que esta forma de infligir la muerte a distancia tiene algunos imprevistos, los llamados daños colaterales. La utilización de estos aparatos ha disparado la muerte de víctimas inocentes allí donde son utilizados, ya sea Afganistán, en Pakistán, en Yemen o en Palestina.

Hace pocas semanas algunos legisladores estadounidenses escucharon en el Congreso los testimonios de varios familiares de víctimas paquistaníes de ataques con drones en los que relataban la muerte de hijos, hermanas, padres y madres. Y pedían que se detuviera su utilización, esos bombardeos supuestamente contra objetivos militares que en un alto porcentaje se convierten en bombardeos sobre civiles desarmados. Relataban también el terror de ver aparecer en el cielo esos auténticos heraldos de la muerte. No parece que el gobierno ni el Congreso ni el Alto Mando estadounidenses se hayan conmovido lo más mínimo.

[email protected]

Fran Sevilla   30.nov.2013 01:08    

Fran Sevilla

Bio Vagamundo

(Corresponsal de Radio Nacional en América Latina) Puede ser sólo una casualidad, pero son a menudo las casualidades las que confieren valor a determinados momentos. El caso es que este blog se inicia en Perú, tierra de grandes escritores. Para mí es una casualidad porque peruano es uno de mis escritores de culto y aquí escribió una novela que en su día me marcó el rumbo, más incluso que por su contenido, tan bello como duro, por su nombre: hablo de Ciro Alegría y su obra “El mundo es ancho y ajeno”.
Ver perfil »

Síguenos en...

Últimos comentarios