Aquel amontillado
lunes 30.abr.2012 por Ignacio Pérez Lorenz 2 Comentarios
Una cosa es recorrer en autobús los alrededores de un monumento y otra conocerlo. Lo mismo que ocurre al visitar una denominación de origen o una bodega. El enoturismo está obligado a
limitarse, salvo excepciones, a una aproximación a la realidad y son pocas las ocasiones en que es posible contemplar y probar tesoros celosamente guardados. Cuando esa puerta se traspasa la sensación de haber alcanzado un estado diferente se extiende entre todos los que participan en la experiencia. Y si además es en el Marco de Jerez, cuna de joyas irrepetibles y en ocasiones inalcanzables, la emoción de sentirse parte de un misterio escrito entre la naturaleza y la sabiduría supera casi a cualquier otra sensación.
Perderse en Sanlúcar de la mano de un sabio como Rafael de la Cruz es encontrarse de frente con ese misterio. Deambular, vaso en mano, por las botas que crían manzanillas como las de Argüeso, por ejemplo, y comparar su vejez son la necesaria introducción para memorables encuentros.
Minutos después, la pasión más que el amor surgió al pie de una bota que llevaba décadas dando vida a un soberbio amontillado. Nos esperaba cerca de una vieja silla y junto a una ventana permanentemente entornada, en una de las naves de Bodegas Barón. Ya antes había existido la oportunidad de hacer parada en cada una de las estaciones que recorre ese vino.
Primero fue manzanilla. Y después manzanilla pasada como esa que algunos parroquianos siguen comprando cada día directamente extraída de la bota mientras reclaman la costumbre de ser obsequiados con un buchito. ¡Quién viviera allí!
De todas las botas que contienen esa obra de arte hay una junto a la puerta que apenas se toca; que sigue creciendo y ganando en complejidad. Ser uno de los escogidos por un genial capataz que te permitirá catarla, aunque no repetir, no tiene precio.
Años más tarde será un amontillado joven y sólo décadas después exhibirá el aroma, la elegancia y la suavidad de esos vinos inigualables. Sin duda lo mejor de esas soleras ha nutrido esa bota escondida en una de las primeras criaderas. Su aroma y sabor te obliga a reconciliarte con todo y con todos y conceder que para llegar hasta allí merece la pena cualquier esfuerzo.
Luis Olivan Villobas dijo
Solo puedo decir amén, maestro.
Daniel Jimenez dijo
La verdad es que yo tuve la suerte de hacer una vista con él y fue impresionante el conocimiento que tenia de los rincones mas escondidos de las bodegas que visitamos.
Un gran placer, si señor