La elegancia de los Pérez Pascuas
jueves 2.jul.2015 por Ignacio Pérez Lorenz 0 Comentarios
La saeta que marca la correcta dirección ha girado trescientos sesenta grados alrededor del círculo y ahora señala de nuevo hacia donde ellos siempre han estado: los vinos de especial finura, frescos, intensos, de contenida potencia y enorme longevidad. El espíritu de una tierra (terruño como traducción de terroir dicen ahora) simplemente acompañado o conducido para que exprese lo mejor y, sobre todo, lo más auténtico que lleve dentro. Y en Pedrosa de Duero lo que dicta ese terruño, entendido como la suma de variedad, clima y trabajo del hombre, es elegancia, mucha elegancia.
Se pudo comprobar una vez más al celebrar el 35º aniversario de Bodegas Pérez Pascuas. Ese día, como resumen de su estilo y de una ya relativamente larga trayectoria, presentaron tres de sus elaboraciones. Viña Pedrosa Crianza del 2012 es un tinto que exhibe categoría por encima de la media de la añada además de los aromas y la capacidad de seducción que marcan a toda la gama. Más que un vino, un lugar y un espacio en el que quedarse hasta que se prueban otras cosas. Entre ellas, el reserva especial que conmemora el acontecimiento: cuatro barricas seleccionadas para hacer perder el sentido de quienes tengan el privilegio de probarlas. El final, la primera (2009) de tres añadas sucesivas en las que el Pérez Pascuas Gran Reserva vuelve a rozar el cielo.
En momentos así fueron varios los que sintieron la irresistible tentación de coger un micrófono y remarcar tan intenso, especial o hasta mágico encuentro que estaban viviendo. Como aquella periodista que comenzó a ponderar la consabida elegancia de los Pérez Pascuas. Unos pensaron que hablaba de sus botellas. Otros, que de ellos. Para cuando terminó su intervención ya todos tenían claro que se refería por igual a unos tintos y a una familia. Y que los vinos, como tantas otras cosas, se parecen a quienes los crean.