La importancia del diseño
viernes 16.oct.2015 por Ignacio Pérez Lorenz 0 Comentarios
Madera francesa y poca para que no enmascare ni la fruta ni el carácter varietal. Esa fórmula enológica parece haber dado un salto de categoría para convertirse en el paradigma del vino. Frase repetida y admirada en este país que sigue teniendo un grave defecto a la hora de elaborar sus tintos y, en ocasiones, sus blancos: el exceso de barrica. Una extraña pasión que solo consigue hacer el vino más caro y más difícil de entender pero que emociona a una buena parte de quienes se sitúan a uno y otro lado de la mesa: elaboradores y consumidores.
Por eso suenan cánticos de alegría cuando una familia apuesta radicalmente por ese estilo que tantos elogian y tan pocos practican. Lo han demostrado con una muy especial materia prima: viñedos nonagenarios de la Denominación de Origen Cigales. Pequeñas parcelas en las que se cultiva un noventa por ciento de garnacha tinta desordenadamente mezclada con garnacha tintorera y garnacha gris.
Esas cepas, que por su edad se autorregulan para producir pocos racimos pero de enorme calidad, no merecían otra cosa que respeto. Y eso les han ofrecido Manuel y Pascual Herrera al huir de las fermentaciones largas y a elevadas temperaturas. Tampoco han permitido que las barricas de roble francés dejaran su impronta más allá de cinco meses en este Finca Herrera Garnachas 2014 (13,50 euros). De esa forma sus aromas intensos a frutos rojos, leves tostados y especias surgen envueltos en elegancia y delicadeza. La huella de la variedad, o de las variedades, se reencuentra en la profundidad de su capa y en una equilibrada combinación de calidez y frescor que se muestra amplia, profunda y sobre todo larga. Su único defecto es que necesita más tiempo en botella: al menos un año para dejar entonces todavía más claro que es un gran primer paso con un prometedor futuro.