Pura historia
miércoles 18.nov.2015 por Ignacio Pérez Lorenz 0 Comentarios
Recorría inquieto, con su inseparable gorra, la viña que había mimado durante tanto tiempo. Y se quejaba, un poco, como si no le convencieran los nuevos tiempos, de cómo estaba podada ahora. Aceptaba con extrañeza ser parte de la historia del vino de este país Tenía entonces 84 años. Habrá pasado de los noventa si vive todavía.
Teodoro Alonso había oído comentar a sus vecinos de Argujillo (Zamora) que cada botella de tinto que salía de aquellas uvas se vendía en América por una fortuna. Y que ese majuelo centenario que fue suyo había formado parte de una compraventa en la que cambiaron de mano cifras inimaginables. Él, que seguía contando en pesetas, hablaba de varios miles de millones.
Aquellas retorcidas cepas, más o menos ennoblecidas con una enorme piedra que exhibía el nombre del terreno, Teso los Carriles, y de la marca, Termanthia, eran el símbolo que había conseguido a Toro un espacio en el paraíso de los grandes vinos. Un tinto que ya en sus primeras añadas, al arrancar el siglo XXI, había ofrecido resultados espectaculares. Con la cosecha del 2004 las buenas puntuaciones de los especialistas en general, y como casi siempre de uno de ellos en particular, lo llevaron a la gloria. Poco después la familia Eguren recibió por Numanthia-Termes (unas instalaciones por entonces más que sencillas, unos viñedos viejos y sobre todo dos marcas prestigiosas) una oferta de esas que no se pueden rechazar.
Louis Vuitton Moët Hennessy, un grupo francés que se ha ido haciendo con muchas de esas bodegas que casi todos querríamos poseer, fue quien puso entonces el dinero sobre la mesa y quien es hoy su propietario. Los rumores sobre la cifra nunca han sido confirmados al haberse cumplido el pacto de confidencialidad que firmaron los protagonistas de la transacción.
En manos de sus nuevos gestores Termanthia sigue pisando con fuerza. Y reflejando el carácter potente y elegante de las más cuidadas elaboraciones de esa denominación de origen. El 2012, que llegará al mercado en unos días, es un tinto de impresionante profundidad y estructura, destacado frescor, recuerdos a madera, especias, torrefactos, cacao y brea junto con notas frutales y hasta florales. Parece diseñado para ser el más longevo de los tintos del Duero y el que mejor evolucione en botella. Aún así resulta ya suficientemente suave y complejo. Presume de madurez sin excesos, sobrada longitud y unos taninos bien domados. Con tanto y de tanta calidad solo cabe una pregunta y es si le falta algo. La respuesta, únicamente eso que nadie sabe cómo ni cuándo surge: un poco de magia. Quizá con el tiempo.