Otra cosa
martes 5.ene.2016 por Ignacio Pérez Lorenz 0 Comentarios
Tiene algo de ave precursora de esta especie de primavera fuera de fechas que estamos viviendo. Unos días en los que no resulta extraño ver a alguien sin abrigo, ni bufanda, ni falta que le hacen, salir a comprar un roscón de reyes. Uno de los 28 millones, calcula la principal asociación empresarial del sector, que se venderán mayoritariamente durante estas semanas y ocasionalmente a lo largo de todo el año. La cifra supone un incremento del 6%. Una tendencia al alza que viene de años atrás.
Cada vez consumimos más roscones de reyes y cada vez comenzamos a hacerlo antes. Nos dividimos a la hora de elegir entre relleno y sin relleno. A partir de ahí un 75% de quienes se decantan por añadirle alguna irresistible tentación optan por la nata. De agradecer la resistencia de tantos aficionados y tantos artesanos, entre ellos Ricardo Vélez de Moulin Chocolat, a cambiar la forma de elaborar.
Un roscón, con sus infinitas variantes, es un bollo hecho en el momento con productos naturales (mantequilla, harina, almendra, azúcar o miel, huevos, ron, agua de azahar, ralladura de naranja, ralladura de limón...) de calidad. De los sucedáneos que desplazan en ocasiones a la mantequilla o la nata, mejor no hablar. Cuando esos productos ocupan el interior de una masa descongelada terminan de arruinar uno de los más simpáticos dulces para convertirlo en otra cosa.