Reconocibles y reconocidos
lunes 18.sep.2017 por Ignacio Pérez Lorenz 0 Comentarios
La copa se mostraba rebosante de notas a canela, artemisa y otras especias con algunos recuerdos a pastelería ancestral. Un aroma claramente reconocible y un salto atrás en el tiempo hacia una infancia de sabores nítidos, de bares bulliciosos en mañana de domingo y de la preciada recompensa de un vino aromatizado capaz de hacer grandes aquellas sencillas tapas y aquellos felices momentos.
Se han cumplidos 80 años desde que la familia Martínez Lacuesta comenzara a elaborar vermú en su preciosa bodega, hoy centenaria, de Haro (La Rioja). Y para celebrarlo la sala de barricas de sus nuevas e impresionantes instalaciones en las afueras de esa ciudad se transformó por unas horas en sala de catas. Allí, presentados por la palabra sabia y los planteamientos solventes de Pedro Ballesteros, Master of Wine, fueron desfilando tras ese curioso vermú blanco las otras cuatro marcas de la casa.
Difícil no enamorarse del dulce final, la intensidad y redondez del Lacuesta Rojo criado en barricas de roble americano. Una de esas pequeñas - aunque no sencillas- joyas que en este país es posible encontrar por tan solo seis euros. Muy interesante el Lacuesta Reserva que insinúa, con una sensación de mayor volumen, las posibilidades de la crianza en roble francés.
Genial la original combinación de barricas de acacia y una crianza larga. El resultado, un vermú profundo, complejo, intenso, frutal y con un bouquet especialmente elegante por la impronta más discreta de ese tipo de madera. Lacuesta Acacia sería la joya de la corona si no existiera el Edición Limitada. La prueba de que el vino y el roble francés necesitan más tiempo (14 meses frente a los siete del Reserva) para mostrar tanta finura como sea posible imaginar.
El paso previo a esta experiencia irrepetible, unas conversaciones sobre el vermú que dejaron sin aclarar la causa del creciente interés que suscita esta bebida. Las modas pasan; la calidad permanece. Y vermús nacidos de buenos vinos y acariciados el tiempo suficiente por las más diversas maderas solo necesitaban esperar a que el siempre voluble carácter del público volviera a fijarse en ellos. El mérito, mantener, ampliar y mejorar esa envidiable paleta de colores, sabores y aromas durante 8 décadas.