Arte y vino
domingo 19.nov.2017 por Ignacio Pérez Lorenz 0 Comentarios
No debe sorprender, en un país que le ha dado la vuelta a su forma de elaborar vino, que muchos de los mejores proyectos y los de más éxito sean aquellos que siguieron la dirección contraria a la que marcaban los tiempos. Y eso exactamente fue lo que hizo Didier Belondrade –un francés enamorado de España- cuando se plantó en Rueda para crear un blanco fermentado en barrica, de verdejo y caro (en realidad solo de precio más alto que el resto). Tres pecados que hicieron temer a muchos por su suerte y a no pocos dudar de su sensatez.
El paso del tiempo, que suele colocar cada cosa en su sitio, no fue en esta ocasión necesario. La primera copa de aquel vino, elaborado hace más de 20 años, puso a casi todos de acuerdo. Cualquier duda tardó poco en quedar despejada por la insistente calidad de sucesivas añadas. La novedad seducía a especialistas y consumidores, los compradores se lo disputaban y pronto comenzó a venderse por cupos.
Hoy sigue funcionando con resultados iguales o mejores. Crece lentamente, incorpora viñedos de edad suficiente, vendimia a mano y por separado cada parcela y mantiene una calidad notable. De todo esto nos habla el Belondrade 2016, un verdejo cargado de frescor, con notas todavía marcadas de las nobles maderas en que se ha criado e intensos recuerdos a cítricos, pomelo, melocotón y otras frutas. Un blanco de guarda -algo más delicado, sutil y elegante que otros años- que pide a gritos botella para desarrollar toda la grandeza que lleva dentro.
Su salida al mercado llega acompañada de una colección con fines benéficos promovida por la Fundación Belondrade. Un estuche con 6 botellas de Quinta Apolonia 2016, la segunda marca de la casa, y seis etiquetas creadas por otros tantos pintores. Una atractiva presentación y un interesante verdejo destinados a satisfacer a los amantes del arte y del vino.