Auténticos revolucionarios
miércoles 20.jun.2018 por Ignacio Pérez Lorenz 0 Comentarios
Eran y son solo siete. Está claro que no siete bodegas cualesquiera. Por sus venas circulan algunos de los mejores vinos de este país y sus proyectos -radicalmente diferentes en ocasiones- llevan mucho tiempo cautivando a los consumidores.
Podrían haber seguido durante décadas disfrutando de su éxito por separado, pero alguien pensó que era meor unirse y gracias a ello nació La Cata del Barrio de la Estación. Ahora, al llegar a su tercera edición, han dejado claro que de las dos formas que hay de organizar un acto (bien o como siempre) eligieron ya de salida la primera. Y que cada una de las tres ediciones celebradas ha servido para mejorar el resultado.
En Haro, La Rioja, y rodeando aquella estación que comenzó a atraer inversiones al recibir el primer tren hace más de siglo y medio, siete casas cargadas de calidad y de historia han abierto a la vez sus puertas y han permitido probar sus elaboraciones. En una sola jornada la tradición, la arquitectura, el pasado y el presente del vino puestos a disposición de quienes supieran apreciarlos. Y para crear las mejores condiciones el aforo, que llegó a ser de cinco mil visitantes, se ha reducido a tres mil quinientos. También se ha subido el precio, la gama de vinos y la oferta gastronómica.
La suma de todos estos aspectos convierte a los organizadores -a su edad- en auténticos revolucionarios. Han demostrado, como quien dibuja un lance en ese aire impregnado de maravilloso olor a vino, que es posible cambiar la realidad, crear cultura, conseguir que se consuma vino con moderación y placer, que se coma con vino, que se hable de vino y que se comunique la actualidad del vino...
Ya solo falta lo más difícil: que desde cualquier lugar otros grupos, pequeños o grandes, apuesten también por sumar fuerzas y seguir las huellas que han dejado la seriedad, la constancia, el trabajo, la generosidad y hasta el cariño puestos en este empeño. Si es así, el peso y la presencia del vino en nuestro país serán muy pronto bien distintos. Aunque quien lance el grito y el gesto que marcan la dirección y el momento de avanzar, como en una carga de la caballería, corre el riesgo, al volver la cabeza, de comprobar con tristeza que solo él se ha puesto al galope.