Cada año, el mejor
viernes 8.jun.2018 por Ignacio Pérez Lorenz 0 Comentarios
Nace en primavera. Una fecha que poco o nada tiene que ver con la sucesión de ferias que se anuncian y mucho con la humedad y temperatura que provocan el estallido del velo de flor: un manto blanco que protege al vino de la oxidación e interactúa con él para revestirlo, pasados cinco años, con la grandeza del fino.
Embotellado en rama, sin la parcial desnudez del habitual clarificado y filtrado, prolongará su vida hasta bastante más allá del año en que reina. Pero para entonces, y sin que sea necesario comprobar el final de su resistencia, una nueva saca -en este caso 2018- habrá captado, más puros si cabe, los aromas de las bodegas fundacionales de González Byass donde se cría. Y de nuevo es probable que al catarla una buena parte de sus seguidores aseguren que cada año es mejor que el anterior.
Quién sabe si como en todo proyecto la experiencia ha permitido afinar el proceso de elaboración. O quizá la tecnología pueda hoy proteger mejor al vino hasta que llega a la copa. Pero también es posible que el retorno a uno de los blancos más expresivos de este país sea capaz de ampliar o superponer sensaciones e impresiones lejanas ya en el tiempo.
Son tan elegantes sus matices salinos, sus notas a hongos y sus recuerdos a piel de aceituna que es muy difícil saber si ha llegado más allá que en otras ediciones. Y atraviesa tan claramente esa frontera de lo imposible, exhibiendo fuerza y potencia además de finura y delicadeza, que invita a dejarse seducir como en tantas otras ocasiones. Alcanzado ese punto, solo queda conceder que este año también es el mejor.