Todo en uno
domingo 22.jul.2018 por Ignacio Pérez Lorenz 0 Comentarios
Su capitulo final es, a modo de conclusión, una defensa de los vinos de paraje y un encendido canto a quienes se esfuerzan por atrapar la verdadera naturaleza de esta bebida frente a las modas internacionales o las elaboraciones masivas. Un empeño que conocen bien en Álava y que, con ligeras variantes, se ha repetido durante los últimos siglos.
Es también la forma de celebrar tres décadas de un equipo que ha triunfado con un estilo muy personal y que además ha extendido su actividad a otras zonas. En todos los casos, la Compañía de Vinos Telmo Rodríguez ha recuperado viñedos, ha puesto en valor variedades y ha llevado cada paisaje al interior de sus botellas. Esta aportación en forma de libro, El Medoc Alavés la revolución del vino de Rioja, es fruto de las nuevas investigaciones realizadas sobre esa tierra y sobre la historia de ese periodo.
Su autor, Ludger Mees, recorre con detalle los sucesivos intentos, a partir de finales del XVIII, por crear en la Rioja Alavesa grandes tintos. La única salida posible para vinos que con demasiada frecuencia terminaban formando parte de los materiales de construcción. Incluirlos en la mezcla para hacer mortero era con frecuencia más barato que utilizar agua. Afirmación que, como tantas otras, está sobradamente documentada.
Las reticencias al cambio por parte de numerosos viticultores, la imposibilidad de soportar la carga financiera de la crianza en barrica durante varios años y las dificultades para modificar los gustos establecidos hicieron fracasar una tras otra a todas aquellas iniciativas. También a la más larga, intensa y mejor concebida: el Medoc Alavés. Con esa marca, que hace referencia al sistema de fabricación, se reconocía a los vinos de especial calidad elaborados siguiendo las indicaciones de un enólogo bordelés. El responsable de Châteu Lanessan, Jean Pineau, fue contratado por la Diputación Foral de Álava para trasplantar a esta provincia las bases de la moderna enología. La manera de convencerlo, ofrecerle el triple de sueldo.
Tanto esfuerzo no fue suficiente para alcanzar el éxito. Atrás quedaron sin embargo espléndidas campañas de promoción, paladares conquistados, mentes convencidas y técnicas dominadas que una y otra vez regresaron de la memoria colectiva al primer plano de la actualidad. De esa forma, y aunque más tarde de lo previsto, se dio vida a una potente industria y al rioja moderno.
La última clave, y el mérito definitivo de este trabajo con aires de tesis doctoral, está en la capacidad de esconder en su interior un apasionante guión cinematográfico. Para empezar, un cura que se disfraza de cura para ocultar sus verdaderos propósitos: ser el primero o uno de los primeros en practicar el espionaje industrial y regresar de Burdeos con los secretos de sus grandes bodegas bien aprendidos. Para seguir, años después, un sorprendente giro en la narración: un marqués acusado (¿realidad o insidia?) de utilizar influencias para que una exposición universal premiara a sus vinos.
Otros personajes no menos interesantes desfilan por estas páginas. El hombre que distribuye en Madrid esos tintos y que utiliza en su beneficio el puesto y el fraude que tarda poco en llegar. La Reina, nobles, periodistas y expertos que se deshacen en elogios ante la interesante novedad… Intrigas, pasiones, decepciones sobre el intento de crear un vino de la máxima calidad como eterno protagonista. Una película de época que pide a gritos ser filmada.