Entre los mejores del mundo
Casi siempre hay un instante mágico . Y con frecuencia, acompañado por la impresión de estar viviendo un pequeño acontecimiento. En esta ocasión se produjo cuando comenzaron a servir un Waltraud de 1998. Un blanco elaborado en el Penedés, con la variedad reisling, que había esperado más de 16 años para llegar a ese rincón situado entre las cristaleras que separan la bodega y las que permiten contemplar el jardín del Celler de Can Roca. Un vino que además de frescor, finura y elegancia mostraba grandeza. Delicados aromas a flores secas y a frutas envueltos en tonos cítricos surgían dispuestos a compartir el momento con los encurtidos y las huevas de mújol que escoltaban a una caballa. Un pescado supuestamente sencillo convertido en una creación incontestable gracias a la genialidad de los hermanos Roca.
Por segundo año consecutivo Torres ha sido elegida por la revista británica Drinks International, mediante votación entre doscientos especialistas, la marca más admirada del mundo. Y para celebrarlo reunió a un grupo de amigos, como se dice en estos casos, en el segundo mejor restaurante del mundo este año, el primero el año pasado y quién sabe si de nuevo en la cima a partir del 1 de junio. Un abrazo entre los mejores del mundo del que tenían que surgir necesariamente momentos inolvidables.
Los vinos elegidos cumplían sobradamente la obligación de demostrar capacidad de seducir y al mismo tiempo de crecer en botella. Ese veterano Waltraud continuó su exhibición en compañía de una espectacular gamba marinada y una sorprendente ostra con anémona. Milmanda, un chardonnay de 2011 pletórico de aromas hizo pareja con una raya confitada con aceite de mostaza.
El menú (emulsión de verduras, helado de tres gustos de maíz, sepia con guisantes, sardina con papada, cochinillo ibérico con ajos tiernos, corazón de pichón y nube de arroz…) era en ocasiones una demostración colorista y casi daliniana de la evolución de la cocina del Celler. En otras los trampantojos daban paso al humor o a la ironía con guiños a la creatividad, a la innovación y a las cocinas del mundo. Hasta concesiones a las presentaciones llamativas sin perder en ningún momento rigor y concreción. Y con las raíces hundidas en un entorno, El Ampurdán, que sigue siendo fácilmente reconocible.
El recorrido por los platos de carne lo fue también por los tintos de la casa. Mas La Plana de 1982, un cabernet del Penedés con treinta años en botella, que sigue dispuesto a afrontar desafíos al igual que el Grans Muralles de 1996, una suma de variedades plantadas en la mejor o una de las mejores fincas de este grupo bodeguero situada en la Denominación de Origen Conca de Barberá. Mas Borràs 2012, un pinot noir del Penedés y Purgatori 2012, a base de cariñena, garnacha y syrah de Costers del Segre completaron el despliegue.
Como final un muy serio Nectaria 2009, un reisling dulce y chileno ligeramente acariciado por la barrica, que parecía nacido para acompañar al Suspiro Limeño. Es un postre refrescante y nada empalagoso que combina muchos de los ingredientes habituales de la cocina peruana (leche, lima, cilantro, dulce de leche y pisco). El aperitivo, un vino espumoso rosado, Estelado Rosé, también chileno. Un acierto enológico, fácil, agradable y versátil como pocos que enamoraría a millones de consumidores si hubiera botellas suficientes. Y también a los más recalcitrantes expertos si ofreciera una versión ligeramente más próxima al brut nature.