WI-FI en un mar de colores
viernes 21.feb.2014 por Juan Carrillo 0 Comentarios
Al verle por primera vez caminando por las calles de Pittsburg, todos pensaban que le faltaba un tornillo. Andaba a saltitos, como cazando al vuelo seres juguetones que sólo él era capaz de adivinar, y sostenía sobre su cabeza un mugriento router Wi-Fi que parecía guiar sus extraños pasos de baile.
Para empeorar su fama en el barrio, hacía poco que había empezado a hablar consigo mismo en voz alta, farfullando cálculos matemáticos mientras avanzaba por la calle mecido por olas invisibles.
Dicen que una mañana se le vió hablando con un joven estudiante aficionado al arte y la tecnología, un tal Nickolay Lamn, que le escuchaba con sorprendente paciencia. Y también se rumorea que, al día siguiente, Lamn había creado esta imagen.
No sé si esta historia es cierta, porque la persona que me la contó se quedó dormida con una botella de vodka en el regazo, pero lo que sí parece demostrado es que Lamn habló con dos profesores universitarios para crear una representación fiel de las ondas Wi-Fi en una gran ciudad.
En otras palabras, sus visualizaciones recrean el aspecto de nuestras ciudades si estas ondas Wi-Fi fueran visibles para el ojo humano.
Apenas a unos cientos de kilómetros de Lamn, en Nueva York, el arquitecto y artista austriaco Peter Jellitsch decidió dar volumen físico a esas ondas. Durante 45 días midió las variaciones en la intensidad de la señal en el interior de su pequeño apartamento.
El resultado es una extraña representación que no guarda relación con la forma con la que se transmite una onda Wi-Fi, pero aún así resulta sugerente. Podría decirse que esta instalación (en tres partes) es casi un calendario tridimensional, al que su autor ha bautizado como Bleecker Street Documents en honor a la calle donde relizó las mediciones.
Un espacio en 3D que nos hace preguntarnos cuál podría ser el aspecto de nuestra ciudad si tuviéramos en cuenta las señales de radio, de televisión, de satélites...
Quizá sea mejor no darle muchas vueltas o terminaremos danzando mecidos por las ondas y sosteniendo un mugroso router sobre nuestras cabezas.