El resplandor
El resplandor:
…“Cuando nos acercábamos a nuestro refugio y las largas noches de invierno empezaban a acortar, solíamos divisar desde el pie de la colina las luces de la casa de al lado, luces que con nuestra inocente jerga infantil, de aventureros intrépidos, hacíamos llamar El resplandor”…
Hace unas semanas, me ocurrió una de esas casualidades mágicas que te dejan pensando en las hadas y en el destino, con la boca abierta y la mirada perdida. Estaba pasando las navidades con mi familia en Molde, una bonita ciudad en la costa oeste noruega, todo muy hogareño, casi de cuento, porque así es como suelen ser las navidades por estas latitudes. El caso es que me decidí a salir a pasear. Había empezado a nevar con fuerza, y he de decir que pocas cosas hay más bellas en invierno que dar un paseo por el bosque, mientras la nieve va cayendo y borrando tus huellas al pasar (es una bonita metáfora acerca de la vida). El caso es que ahí estaban esos copos blancos, como plumas cayendo del cielo y yo con mis circunstancias. No era un simple paseo; era el paseo, y lo era porque por fin tenía el disco acabado y masterizado en mis manos. Es en noches como ésas cuando todo cobra sentido. Me puse mis guantes, mi gorro, mis botas y mi preciada “parka” y me dispuse a adentrarme por los senderos que se pierden entre los bosques. Afortunadamente, algunos de esos senderos están iluminados en invierno, pues son los que se utilizan y habilitan para que la gente salga a esquiar cuando hay suficiente nieve.
Escuché el disco acabado desde el principio hasta el final, sin interrupciones, mientras me adentraba por los caminos y la medianoche acechaba. De repente todas las luces se fueron apagando (al parecer sólo están encendidas hasta las 24:00) y me quedé a oscuras allí, en medio de la nada; o de todo.
Sentí un escalofrío y cierto miedo al ver cómo la oscuridad se cernía sobre mí, pero al cabo de unos segundos y sin parar de escuchar la música, acerté a ver un resplandor que se dibujaba por encima de los árboles; un resplandor que provenía de las casas que circundaban el bosque. Sí, era un haz de luz como el que Daniel D’Ors había creado para Universal, inspirado en nosotros y en nuestra música.
Ése resplandor y su reflejo en el manto blanco que cubría los caminos, fue lo que me permitió volver tras mis pasos y llegar de nuevo a casa. De alguna manera fue como una señal, algo premonitorio, espero, y que me hizo recordar las palabras de Daniel cuando dio con la portada que ilustraría nuestro séptimo álbum:
…”La noche ya no es un vacío de fondo, es lo que debía ser: heroicidad, el universo… todo está entre las cuatro paredes del hogar.
Un cielo estrellado, aspecto nórdico (accidentalmente -o no-) de noche despejada, un bosque en invierno, y una luz que emana de una casa tras los árboles. Es ese hogar, ese universo vivo y dinámico que ilumina la noche.
El árbol se transforma en bosque. El negro vacío ahora es un paisaje de estrellas que se observa tranquilo, en paz.
¿Oscuro? Cromáticamente, incluso más que antes. Sin embargo, es mucho más apacible y cercano, mucho más positivo y optimista, mucho más esperanzador, mucho más luminoso. Ese haz de luz ilumina el cielo estrellado y nos indica que hay algo bueno, que todo va a mejorar”...
Sí, todo va a mejorar, no puede sino mejorar.
http://www.myspace.com/lahabitacionroja
Jorge