Adaptación natural
Nos encontramos en la recta final de la expedición Malaspina, y a punto de que se cumplan seis meses desde la salida oficial desde Cádiz, en diciembre del año pasado.
En el ambiente se notan las ganas de los que llevamos embarcados más de una etapa de llegar a casa, ver a la familia y amigos. Es mi cuarta campaña dentro del proyecto, y en total, llevo casi cuatro meses navegando: primero fue de Río de Janeiro a Ciudad del Cabo, luego me embarqué desde Perth hasta Honolulú, y por último, ahora, de Cartagena de Indias hasta Cartagena (Murcia).
Durante mi estancia he podido observar la aplicación del dicho “adaptarse o morir”, porque siempre es el mismo patrón al empezar una campaña: nadie se conoce, quizás dos o tres personas se han visto antes en la carga del barco o en alguna otra campaña, pero realmente somos todos desconocidos que debemos vivir durante casi un mes en unos pocos metros cuadrados.
Los primeros días hay gente que se mantiene ausente, observa y aguarda a que pase una semana para empezar a relacionarse, otros empiezan con los chistes, las risas e intentan romper el hielo (la verdad es que se agradece), otros van muy perdidos con sus trabajos y no les da tiempo casi ni a hablar, pero al final todos somos iguales, todos intentamos relacionarnos con el que tenemos al lado, ya sea en la cámara de oficiales y científicos, en el comedor, en el laboratorio o mientras recogemos las muestras de agua que hemos recogido con el “botellón” ese día.
Algunos científicos se muestran un poco vergonzosos al relacionarse con la tripulación, otros preguntan sin cesar sobre su vida a bordo. Al cabo de una semana, todo cambia.
El grupo de 90 desconocidos, contando con la tripulación, se convierte en tu familia, en tus amigos, con los que ríes, lloras, te enfadas, te alegras, con los que vives el día a día. Todos nos encontramos en la misma situación, extrañamos a nuestros familiares, pero entre risas y chistes se nos olvida que estamos lejos de casa e intentamos pasar los días lo mejor posible.
Y es que aquí no vale ponerse triste. Lo mejor es levantarse y pensar que vas a salir del camarote con una sonrisa para intentar contagiársela a todo el mundo. Eso es lo que ayuda a que cada día sea diferente y alegre.
Dentro pocos días llegaremos a España, se terminará la navegación de la expedición Malaspina y dará comienzo el trabajo en tierra. Nos despediremos y habrá compañeros que no veamos nunca más, otros con los que quizás entablemos muy buena amistad y otros a los que recordaremos en ciertas circunstancias especiales; lo mejor de la expedición es la gente que te llevas en el corazón. Hacer muchos buenos amigos y pocos enemigos no tiene precio, ¿será la adaptación natural?
María Isabel Cerezo Sánchez
Estudiante de Doctorado Jae- Predoc, CSIC, IMEDEA.