Adaptación natural

Nos encontramos en la recta final de la expedición Malaspina, y a punto de que se cumplan seis meses desde la salida oficial desde Cádiz, en diciembre del año pasado.

En el ambiente se notan las ganas de los que llevamos embarcados más de una etapa de llegar a casa, ver a la familia y amigos. Es mi cuarta campaña dentro del proyecto, y en total, llevo casi cuatro meses navegando: primero fue de Río de Janeiro a Ciudad del Cabo, luego me embarqué desde Perth hasta Honolulú, y por último, ahora, de Cartagena de Indias hasta Cartagena (Murcia).

Durante mi estancia he podido observar la aplicación del dicho “adaptarse o morir”, porque siempre es el mismo patrón al empezar una campaña: nadie se conoce, quizás dos o tres personas se han visto antes en la carga del barco o en alguna otra campaña, pero realmente somos todos desconocidos que debemos vivir durante casi un mes en unos pocos metros cuadrados.

Los primeros días hay gente que se mantiene ausente, observa y aguarda a que pase una semana para empezar a relacionarse, otros empiezan con los chistes, las risas e intentan romper el hielo (la verdad es que se agradece), otros van muy perdidos con sus trabajos y no les da tiempo casi ni a hablar, pero al final todos somos iguales, todos intentamos relacionarnos con el que tenemos al lado, ya sea en la cámara de oficiales y científicos, en el comedor, en el laboratorio o mientras recogemos las muestras de agua que hemos recogido con el “botellón” ese día.

Hespe

Algunos científicos se muestran un poco vergonzosos al relacionarse con la tripulación, otros preguntan sin cesar sobre su vida a bordo. Al cabo de una semana, todo cambia.

El grupo de 90 desconocidos, contando con la tripulación, se convierte en tu familia, en tus amigos, con los que ríes, lloras, te enfadas, te alegras, con los que vives el día a día. Todos nos encontramos en la misma situación, extrañamos a nuestros familiares, pero entre risas y chistes se nos olvida que estamos lejos de casa e intentamos pasar los días lo mejor posible.

Y es que aquí no vale ponerse triste. Lo mejor es levantarse y pensar que vas a salir del camarote con una sonrisa para intentar contagiársela a todo el mundo. Eso es lo que ayuda a que cada día sea diferente y alegre.

Dentro pocos días llegaremos a España, se terminará la navegación de la expedición Malaspina y dará comienzo el trabajo en tierra. Nos despediremos y habrá compañeros que no veamos nunca más, otros con los que quizás entablemos muy buena amistad y otros a los que recordaremos en ciertas circunstancias especiales; lo mejor de la expedición es la gente que te llevas en el corazón. Hacer muchos buenos amigos y pocos enemigos no tiene precio, ¿será la adaptación natural?

María Isabel Cerezo Sánchez

Estudiante de Doctorado Jae- Predoc, CSIC, IMEDEA.

De Valencia al Hespérides

¡Buenas a todos los que seguís el blog sobre Malaspina! Mi nombre es Maribel Cerezo, nací en Valencia hace 25 años y he vivido durante muchos años en Moncada, un pueblo ubicado a 20 minutos de la ciudad valenciana.

Hace un año me concedieron una beca pre-doctoral del CSIC y empecé a estudiar con la doctora Susana Agustí, investigadora en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, en Baleares.

Recorte_maria Para llegar a donde estoy ahora, primero me licencié en Ciencias del Mar en la Universidad Católica de Valencia y después realicé un máster necesario para poder acceder a la formación pre-doctoral.

Así fue mi camino antes de embarcarme en el Hespérides, donde me encuentro mientras escribo estas líneas. No es un barco nuevo para mí. En el último año, he estado ya durante cuatro campañas en este buque y ya me considero casi una marinera.

¿En qué consiste mi trabajo? Básicamente, realizo experimentos para estudiar los efectos de los hidrocarburos policíclicos aromáticos en las poblaciones de fitoplancton.

El fitoplancton es el conjunto de pequeñas algas unicelulares microscópicas que se encuentran en la columna de agua hasta donde penetra la luz; son microorganismos fotosintéticos responsables de la mayor producción de oxígeno en la Tierra y de la mayor absorción de dióxido de carbono.

Lo que me interesa estudiar es la resistencia que tienen estos pequeños organismos ante diferentes concentraciones de hidrocarburos. Lo mejor de todo es que para ello tengo una piscina enorme, en la que incubo muestras de agua superficial con una mezcla de contaminantes y observo cómo van cambiando las poblaciones mediante citometría.

  Microplancton

Durante esta campaña, última ya de la expedición, os voy a ir escribiendo diferentes días. Espero estar a la altura de los compañeros que lo han hecho anteriormente, y si no, por lo menos espero entretener.

Gracias por seguirnos, nos vemos pronto en España.

Maribel Cerezo, becaria pre-doctoral en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (CSIC)

Un citometrista en campaña

¡El CTD está arriba!... dice una voz de chica joven desde la escalinata de acceso a las 'mazmorras'. Termino de abrir las ventanas del programa de análisis, aprieto el botón de standby y me dirijo a la dichosa escalera, la más complicada del buque. A mitad de ella me acuerdo de que no me he puesto los zapatos de seguridad y de esta guisa el implacable contramaestre Don Germán no te deja ni asomar la nariz en cubierta. Me vuelvo y encuentro que un compañero ha iniciado ya la subida. Respetuoso con las canas, da marcha atrás y me deja vía libre para volver a mi puesto de trabajo y calzármelos.


Roseta1

La gente se arremolina en torno al tablón donde se indican las profundidades y las botellas asignadas. Trajín de personas yendo y viniendo con los más variados recipientes para llenarlos del precioso líquido, del que dependen muchos objetivos, aportaciones relevantes o descubrimientos quizás. En cualquier caso, de este agua que se ordeña diariamente de cada botella se obtendrán, después de un arduo trabajo, tesis doctorales, publicaciones en revistas de impacto y generará conocimiento y material biológico nuevo. En eso pensaba con la mirada perdida en un fondo borroso de cuerpos con chalecos salvavidas y cascos.

Yo soy uno de los últimos en ordeñar y no es por desidia, el protocolo así lo exige. Cuando tomo mi cuota líquida, la mayoría ya está empezando a procesar sus muestras. Desciendo la escalera con mis muestras, agarrándome con fuerza con una mano al barandal y la otra a mi preciado botín marino. Llego a la mazmorra y se ha producido el milagro.

Ya no parece lo que era cuando estaba vacía de personal y con los aparatos apagados. Ahí estaban las máquinas funcionando y los operarios, antes hormiguitas ordeñadoras, absortos en su tozuda labor de tomar declaración a la mar de los secretos que guarda.

Pero el interrogatorio, lejos de ser agrio, es toda una fiesta discotequera que invade y derrota incluso al ruido perenne que viene de la cercana sala de máquinas. Aunque soy melómano, no me gusta la música impuesta ni en cualquier momento, así que me coloco mis tapones para los oídos, regalo de un vuelo transoceánico, y me pongo a hacer lo propio.

Nubes de puntos se agrupan en la pantalla y una tras otra van cayendo muestras durante varias horas, sólo interrumpidas por el bocadillo y el almuerzo. Comida abundante y de calidad. Empiezo a engordar. Tengo que estar muy atento porque cualquier fallo ya no tiene posibilidad de corrección o repetición. La tensión abre el apetito. Pensaba volver a casa hecho un pincel. Termino, a lo justo una ducha y la cena. ¿Es posible que pueda comer otra vez? ¡Si almorcé hace  algo más de cuatro horas! Seguimos, reunión de incidencias del día, plan para el día siguiente y charla con discusión de un tema expuesto por alguno de los participantes. Aplausos finales.

 

Roseta2

¿Alguien quiere ver una película? Tengo una de Fellini que nos la ponían en el cine de arte y ensayo a finales de los sesenta y que molaba mucho. La gente me mira, sobre todo los jóvenes, con cara de sota de bastos, como diciendo  ¿de qué va este?

No hay película, la mayoría no está para cines, hay cansancio y todavía algunos tienen que terminar sus análisis o sus experimentos, mientras que otros se quedan con sus ordenadores abiertos en la cámara, y los demás nos vamos al catre, para dejarnos mecer y arrullar por nuestro barco que sigue sin solución de continuidad su rumbo en la inmensidad del Pacífico.

Luis Mª Lubián Chaichío
Profesor de Investigación del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (CSIC)

Sexta etapa en marcha: de Hawai a Colombia

Llegar a un lugar tan remoto como la isla de Oahu, en la que se encuentra la capital del estado insular de Hawai, no resulta fácil ni cómodo.

Cerca de 24 horas desde España, vía París y Los Ángeles, sirven para demostrar lo cansado que resulta el viaje.

No puedo negar mi rubor al reconocerme envidiado por muchos amigos, compañeros y familiares. Varios nombres evocadores están detrás de esa sensación: Hawai, Honolulú, Waikiki, Cartagena de indias, Colombia o el Canal de Panamá.

Acompaña e incrementa ese sentimiento la belleza de los paisajes hawaianos, mermada por una más que discutible proliferación de rascacielos que ensombrecen algo las reminiscencias de las playas de Waikiki, para nada envidiables.

Como en tantos lugares del mundo, sólo hay que alejarse un poco de los bulliciosos centros turísticos para que la perspectiva se torne diferente. Se disfruta en Honolulú de una exuberancia vegetal y una frondosidad extraordinarias.

Hawai
En sus playas se puede nadar entre tortugas. Es entonces cuando el extraño se convierte en visitante.

El pasado 13 de mayo, el tiempo, más nublado que despejado, mucho más húmedo que seco, permitió que a última hora, en un día claro, pudiéramos salir del muelle del Aloha Tower en Honolulú rumbo al continente americano embarcados en el buque oceanográfico Hespérides.

La expedición Malaspina, que se inició a mediados de diciembre del pasado año, entraba de lleno en la sexta etapa (o leg en lenguaje técnico). Caras nuevas, otras no tanto para algunos de los que participamos en la campaña que sirvió de entrenamiento para la expedición, entre Las Palmas de Gran Canaria y Cartagena (Murcia).

Guardo buenos recuerdos de aquella travesía de hace un año, cuando me embarqué por vez primera. No olvido la salida de puerto, en la que fuimos escoltados por un remolcador que nos deseó buena suerte.

Volviendo a las primeras horas a bordo desde la partida de Honolulú, casi lo primero que hicimos fue participar en  varias reuniones informativas, como se hace en cada etapa. En la cena, las caras eran de preocupación por tener todo a punto al día siguiente. Nuestro principal objetivo era que la máquina siguiera al mismo ritmo de la etapa anterior.

El día a día implica engrasar las conexiones entre muchas personas para no retrasar en exceso las maniobras que se suceden cumpliendo el programa establecido de antemano. Un contramaestre de excepción hace que todo sea posible en tiempo y en forma. El tiempo pasa volando, marcado en parte por las órdenes de desayuno, bocadillo, comida y cena. Una vez acabadas las maniobras, hay cierta calma. Al menos exterior, ya que la labor en los laboratorios es intensa y el bullir de personas es constante.

Un momento muy interesante del día es el de las charlas después de la cena. En ellas los científicos a bordo glosamos algún aspecto de la investigación o incidimos en algún detalle de interés general.

Tal aceptación suscita que las charlas posteriores se dilaten en el tiempo en grupos cada vez menores, pero con igual o creciente interés. Zooplanctólogos, fitoplanctólogos, físicos oceanográficos, ictio(planto)logos (sic), estudiosos de la dinámica de los contaminantes químicos, microbiólogos, son, entre otros, protagonistas de este compendio de estudiosos del océano en su conjunto, cada uno con su particular visión y su peculiar punto de vista.

Ciertamente, si el ojo de George Orwell pudiera otear el paisaje sobre y bajo la superficie del océano Pacífico, no sabría en qué parte del inmenso desierto de agua que surcamos encontraría esa fauna que se pretende parte del objeto de este gran proyecto.

Quedan muchos días por delante, pero ya empezamos a vislumbrar en nuestras cabezas el canal de Panamá y la atractiva y sugerente Cartagena de Indias. Sólo nos quedan tres semanas para estar allí.

Mario Fernández Martín
Científico del Instituto de Química Orgánica General del CSIC

La ansiedad del naturalista

Algunos naturalistas e ilustradores de las expediciones clásicas de los siglos XVIII y XIX comentaban que su principal preocupación era la fugacidad de los colores, y también de las formas, de los ejemplares a estudiar.

Sobre todo en los trópicos, los efectos destructores de la humedad y las altas temperaturas constituían un problema difícil de superar, y las observaciones, el dibujo y la conservación de los ejemplares debían hacerse lo más rápido posible, antes de que se perdiesen para siempre sus colores.

Joachim Bauer, tal vez el mejor dibujante científico del siglo XIX, tenía una técnica peculiar: hacía un dibujo a lápiz, muy detallado, en el que indicaba, utilizando un código numérico personal, muy elaborado, los colores en las diferentes zonas del ejemplar.

Se conservan los bocetos y el dibujo acabado de un cangrejo australiano (Bauer acompañó a Flinders en su exploración de la costa Sur de Australia), de una precisión y maestría insuperables. Era un método que abreviaba notablemente el tiempo necesario para reproducir el ejemplar en todo su esplendor.

En la actual expedición Malaspina ocurre algo semejante. El izado a bordo de las finas redes de zooplancton una vez la pesca ha terminado ha sido siempre, en las campañas oceanográficas, un pequeño acontecimiento que rompe la monotonía de las operaciones a bordo.

Aunque en general se barrunta lo que contiene el colector de la red en el que se concentran los organismos pescados, siempre se espera la sorpresa.

Estoy impaciente por examinar bajo la lupa binocular una fracción de la muestra para comprobar si hay algo fuera de lo común, o simplemente curioso. Pero contemplar el zooplancton en vivo es un espectáculo mágico, que no cansa y que tiende a prolongarse más de lo conveniente.

Debo darme prisa, tomar el lápiz y los pinceles y elegir un ejemplar que dibujar, en vivo y antes de que los colores se desvanezcan. Los grandes (relativamente, miden unos 2 mm) copépodos azules del neuston (véanse blogs anteriores) o los diminutos de gran profundidad (menos de 1/3 de mm), de tonos anaranjados, rojos o violetas, lamentablemente efímeros, suelen presentar problemas para su dibujo.

Isopodo

El movimiento del barco los hace oscilar, y si están demasiado activos es casi imposible tenerlos enfocados en el microscopio el tiempo suficiente para observarlos con detalle. Entonces la ansiedad se apodera del naturalista y se toman apuntes rápidos.

La forma general de los organismos se conoce y se resuelve rápidamente (afortunadamente muchas de las especies de zooplancton del Pacífico son afines a las del Mediterráneo o del Atlántico), los colores se apuntan en un esbozo, y los detalles morfológicos se completan, si hace falta, con la observación de ejemplares ya fijados, conservados en formol, que aunque son como tristes momias que han perdido los colores, mantienen inalterada su estructura.

Si, a pesar de la rapidez con que se dibuja (o tal vez gracias a ello) un trazo afortunado, un golpe de pincel y una combinación cromática consiguen, de manera casi inconsciente, transmitir una pizca de vida al dibujo, la ansiedad del naturalista desaparece. Hasta el próximo ejemplar a dibujar.

Miguel Alcaraz
Investigador del CSIC e ilustrador oficial de la expedición Malaspina

El desierto azul del océano

Hace poco leí un artículo en una revista de oceanografía en el que se comentaba el origen de la frase "Blue is the desert color of the sea", refiriéndose al añil profundo del océano en las zonas en que la producción es muy baja, aguas absolutamente límpidas, desprovistas (durante el día) prácticamente de vida. Realmente es azul el desierto marino; un azul que no me veo capaz de reproducir en mis dibujos.

Estos desiertos en el océano son zonas en las que las corrientes conforman un sistema equivalente a las áreas anticiclónicas atmosféricas, las altas presiones que traen el buen tiempo y el cielo también azul. Navegamos por un océano Pacífico tan pobre y azul como podría desear el turista más exigente.

Sin embargo, incluso en estos desiertos, en la interfase entre el agua y la atmósfera, es capaz de prosperar una comunidad especial, el neuston, del que ya comenté algunas particularidades. ¿Como puede existir vida en la superficie del desierto oceánico? Precisamente las fronteras, las interfases, son lugares privilegiados para el desarrollo de cierto tipo de vida. Para quien puede explotarla, la capa límite entre el mundo aéreo y el acuático de los desiertos del mar es una cornucopia, la despensa donde se concentran los escasísimos recursos del océano azul.

Algunos de los habitantes de la frontera viven a caballo de ambos medios. Algunos sifonóforos, como la peligrosa carabela portuguesa o las Velellas, parecidos a medusas pero con una especie de flotador, un a modo de vejiga erguida como una vela que los mantiene a flote y les permite navegar con el viento.

Estas largan sus tentáculos llenos de células urticantes como líneas de pesca para atrapar la comida. Otros, los Halobates, los únicos insectos marinos, viven en la parte aérea, sin mojarse. Una particularidad común a muchos de los miembros de la comunidad del neuston es su color. Organismos taxonómicamente muy diferentes, desde celentéreos (medusas y sifonóforos) a moluscos planctónicos del grupo de las babosas de mar, pasando por crustáceos como los copépodos, los animales más abundantes del planeta, son de un azul tan intenso como el del mar.

Confundirse durante el día, no ser vistos desde el aire, es fundamental para todos ellos; los pequeños petreles, paíños y otras aves marinas, son enemigos peligrosos. Igualmente es importante protegerse de los efectos negativos de la radiación ultravioleta, y su color contribuye a ambos fines.

Para el estudio de esta comunidad de organismos se toman muestras con una especie de catamarán, el viejo y útil patín de neuston que tantas veces utilizamos en los años 70 durante las campañas oceanográficas dirigidas por el profesor Ramón Margalef o el Dr. Francesc Vives. El patín de neuston es una especie de catamarán que sostiene una red de plancton, una especie de colador de malla muy fina (unas 3 décimas de milímetro) que queda medio sumergida, por lo que captura con eficacia los organismos a ambos lados de la interfase agua-atmósfera.

Y en las muestras de estos días en el desierto azul del mar, sobre todo en las nocturnas, aparecen pocos ejemplares pero de una variedad enorme de especies y grupos taxonómicos, como en las vitrinas de exhibición de un museo o las cajas de insectos de un coleccionista.

En la mar, a 25 de Abril de 2011.

Miguel Alcaraz

Científico del CSIC e ilustrador oficial de Malaspina

Longitud 180º Este… ¡y Oeste!

El 19 de abril, el Hespérides llegó a los 180 º de longitud Este… ¡y Oeste! Cruzó la línea imaginaria que separa la Tierra en dos mitades. Por convencional que sea, al traspasarla nos encontramos con una situación similar a la experimentada por quienes recibieron el nuevo año, siglo y milenio en el Pacífico, en el lugar más próximo (por el Este) al meridiano 180. Desde el punto de vista de la notación de las muestras que se tomen mañana, la elección de la fecha en los estadillos correspondientes no ha dejado de presentar problemas.

De hecho, esta complicación ha dejado las cosas paradójicamente en su lugar: el día que me escamotearon en el viaje a Sidney desde Barcelona (el día 30 de marzo no existió para mí) lo acabo de recuperar a las 19:55, así de simple. El día que hemos ganado (mañana será de nuevo 19 de abril para nosotros), lo emplearemos sabiamente, ya se nos ocurrirá alguna cosa para evitar que exista una discrepancia entre le calendario oficial y la fecha de los ordenadores y los equipos científicos.

Por el momento, el paso (retroceso) de fecha lo hemos celebrado en la cubierta superior con una copa de vino, con la sirena del buque sonando en el preciso momento en que en los equipos de navegación aparecía la posición 26 º 46 latitud S, 180 º 00 longitud E y O.

En la mar, a 19 de abril de 2011

Miguel Alcaraz

Investigador del CSIC e ilustrador oficial de la expedición Malaspina

Mesa redonda en Sydney

El 7 de Abril tuvo lugar una mesa redonda en el Australian National Maritime Museum de Sydney organizada por el Instituto Cervantes con motivo del paso de la Expedición Malaspina por Sydney. En ella, han participado el coordinador del proyecto Carlos M. Duarte, el comandante del buque Hespérides Juan Antonio Aguilar Cabanillas, el profesor Anthony Richardson de la Universidad de Queensland y el Almirante Rod Nairn , hidrógrafo de la Armada Australiana.

Yo tenía la ilusión de aprovechar la ocasión y ver el museo “de gratis”, pero a esas horas la exposición estaba ya cerrada al público, aunque es una forma de hablar porque en Australia los muesos son gratuitos para el público. Pero lejos de sentirme decepcionada, no me ha importado lo más mínimo, ya que la mesa redonda ha sido todo un éxito. No ha sido para nada la típica charla infinita en la que uno espera echarse una siestecita si la monotonía lo permite... Sino todo lo contrario, el público estaba enganchado, y hasta un niño de unos 12 años ha formado parte de la tanda de preguntas.

¿Pero de qué se habló durante esa mesa redonda?

Primero, Carlos Duarte resaltó que uno de los objetivos de la Expedición es demostrar el poder de la colaboración para lograr mejores resultados y alcanzar un bien común, siendo un ejemplo de ello dicha mesa redonda y la estrecha participación del proyecto Malaspina con el CSIRO o la University of Western Australia.

También habló de cómo el estudio genómico que se realiza a bordo de la Expedición podrían llevar a encontrar aplicaciones en medicina que podrían ayudar a salvar vidas (como ya se está haciendo con algunos productos de organismos marinos). También explicó que lo que se pretende estudiar son los impactos del cambio global, es decir, el influjo de los contaminantes en el mar, el deterioro de la capa de ozono y el aumento de entras de nitrógeno y fósforo, así como el aumento de CO2 sobre el océano.

Todos los que hayan asistido a charlas científicas sabrán que hay científicos que saben comunicar y otros que no (siendo estos últimos los principales causantes de inevitables cabezaditas durante las charlas). Pues bien, con Anthony Richardson tuvimos suerte, ya que sin lugar a dudas pertenece al grupo de los que sí saben cómo comunicar bien.

Nos explicó que a través del Integrated Marine Observing System obtenemos información sobre la biología de los océanos importantes para formular predicciones y comprender la respuesta de los recursos marinos a los cambios que están experimentado el planeta. Así se está haciendo con su estudio del CPR, Continuous Plankton Recorder, torpedo que remolcado obtiene una muestra continua de plancton a lo largo del recorrido del buque, en colaboración con la Malaspina.

¿Por qué estudiar el plancton? Pues porque es muy importante para el secuestro del CO2 y para la regulación de la composición de gases de la atmósfera . Y con este acuerdo de colaboración se estudia el fitoplancton y el zooplancton por primera vez en aguas australianas de costa oeste a este. ¿Para qué se usa esa información? Para crear modelos reales de ecosistemas que nos permitan gestionarlos mejor: Cómo se deberían llevar a cabo las pescas, cómo solucionar problemas de proliferaciones de medusas o de algas tóxicas.

Por parte del lado de la Armada, el Comandante del BIO Hespérides habló de cuáles fueron los preparativos que se debieron llevar a cabo para que el Hespérides pudiese afrontar este desafío. Resulta que fueron necesarios tres meses de puesta a punto de maquinaria, cámaras de refrigeración, etc.

Todo esto sin olvidar por supuesto los aspectos logísticos, y por ello no es casualidad que estemos viajando durante el invierno primero hacia el sur y ahora que llega el verano subamos desde Australia hacia el norte. Esto tiene un motivo, y es el buscar siempre una época del año en que el clima sea favorable para encontrar mejores condiciones de la mar que nos permitan aprovechar lo mejor posible todas las oportunidades toma de muestras.

El Comodoro Nairn nos habló de sus estudios hidrográficos y cómo el 75% de las medidas meteorológicas y oceanográficas han ocurrido en los últimos 30 años, debido a los avances técnicos llevados a cabo…¡qué poco sabemos aún del océano!

Guiomar Duarte Agustí

Community Manager a bordo de la Expedición Malaspina y Blogger en Wisesap.

Se rompe la rutina a bordo del Hespérides por un día

A las 4:45 de la mañana comienzan las maniobras de la estación, a las 10:30 tomamos un bocadillo, a las 12 de la tarde terminan las maniobras, a las 13:15 se comienza a servir la comida y a las 19:15 la cena. Así pasan los días a bordo del Hespérides y entre esas horas cada uno se organiza para analizar sus muestras y para preparar el material para recoger el agua del día siguiente. Y hay tiempo para más… A las 20:30 tenemos una reunión donde repasamos las maniobras y un científico abordo presenta su trabajo y nos cuenta como ha llegado hasta aquí.

Pero hoy rompimos esa rutina y celebramos los carnavales. Le echamos imaginación e ideamos unos disfraces con escasos recursos. Unas cuantas científicas a bordo decidimos trabajar juntas en un disfraz de sirena. Con unas conchas, papel de aluminio y bolsas de basura conseguimos el segundo premio al mejor disfraz. Mortadelo ganó el primero, la botella Niskin asesina el tercero y Mario el cuarto premio.

Nuestra primera semana de travesía por el Océano Índico

Saludos a todos desde 32ºS y 52ºE. Llevamos una semana de travesía por el Océano Índico y los últimos dos días la mar decidió que los científicos no debíamos recoger más muestras. Así que nos encontramos balanceándonos de un lado a otro, tomando Biodraminas y trincando todo el material a bordo. Una borrasca que se encuentra al norte de nosotros, y al sur de Madagascar, está provocando unos vientos de 35-40 nudos con rachas de 50 nudos, y que además soplan en contra de nuestro avance. La previsión es que mañana tendremos la misma situación. Aún así, esta noche hemos preparado todo material por si la mar nos diese tregua.

Las imágenes de isobaras de presión atmosférica que os presento en este vídeo que he editado muestran la situación que hemos vivido hasta ahora y la que se prevé (siendo el cuadrado rojo la posición aproximada del buque en el pasado y en morado la prevista para los próximos días, y representando el centro de bajas presiones en verde y las más altas presiones en el azul más claro). Las imágenes son de www.PassageWeather.com y las obtuve con la ayuda del Segundo Comandante Alberto Escribano Pérez.

La semana comenzó con la inquietud y alegría con la que comienza cada leg de la Expedición. Esta vez, a diferencia del leg 1, algunos repetimos la experiencia y para otros esta será su primera contribución a la Expedición Malaspina. Navegaremos por el paralelo 30º S, permaneciendo a unas 1500 millas de la costa más cercana. Esta vez estamos muestreamos la columna de agua hasta 4000 metros de profundidad del giro subtropical del Océano Índico Sur. Hasta aquí no llega la influencia del monzón, así que a diferencia del norte donde es época seca, a nosotros nos llega la influencia de borrascas como la que estamos viviendo estos días. Esperemos que mañana amanezca la mar más calmada para poder continuar con nuestros muestreos de las aguas del océano más pequeño y menos explorado de todos.

Equipo del Hespérides


La Expedición Malaspina 2010 ya ha comenzado su singladura gracias al impulso del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC. Es la mayor expedición marina de la historia que pretende evaluar el impacto del cambio global en el Océano y estudiar su biodiversidad.
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