Trece. Briconsejos viejunos
Uno de los sueños más viejos del ser humano, muy anterior al antiguo empeño por alcanzar la inmortalidad, es el de tener un experto en casa. En algunas civilizaciones, la experiencia en casa es paso previo imprescindible para acceder a la vida eterna y al día siguiente poder llegar a fin de mes. Al experto en casa, de tenerlo, mejor en propiedad, aunque haya de compatirse con la familia, ya sea en segundo o tercer grado de consanguinidad su experiencia. Si tu experto es, por ejemplo, un vecino médico urólogo, vale, pero si tienes un cuñado que hace chapuzas de fontanería y no te queda muy lejos, la elección es indudable. Solo en el caso de que el vecino fuera médico dentista quedaría prácticamente igualado el valor económico y sentimental de su experiencia en casa con la del cuñado fontanero. Y si, por ejemplo, se te funden los plomos inesperadamente, tener a mano un experto en casa y en lo oscuro genera un resplandor que da confianza, aunque esté vestido.
"El experto en casa " fue el título de un programa de radio. Año 1975. No existía "Bricomanía", Leroy Merlin sólo estaba implantada en Francia y el que aquí tenía una multi-taladradora doméstica era porque trabajaba en Construcciones y Contratas y se la había llevado del curro dentro de una furgoneta. El bricolaje, como actividad de pasatiempo, no era más que una broma de mal gusto, y la cosa se debatía entre el ser o no ser, manitas o manazas. En la radio, "El experto en casa " ofrecía, sin apenas separación entre ambos contenidos, tanto trucos para quitar manchas de las camisas como consejos prácticos para remendar un corazón partío. Manchas y corazones radiofónicos del 18 de junio de 1975: El experto en casa". Así sonaba: Audio Para Recordar.