Veinte. Noriko y olé
Esto de hoy data de aquel remoto tiempo en que los chinos que teníamos más a la vista ya sonreían, eso sí, pero sin dejar de mirar al techo mientras enfocaban analógicamente cualquier objeto a su alcance, sin abandonar la fila india, a pesar de ser chinos. Esto de hoy es de los tiempos en que los chinos no tenían tiendas de chinos porque no eran chinos sino japoneses que hacían turismo por España para enseñarnos sus yenes-dólares, dejarnos que les robásemos un poco las carteras y asombrarnos de la barbaridad que les gustaba el flamenco a ellos, que venían de una
cultura tan lejana como el lejano oriente, mucho más lejano que aquel lejano oeste del otro lado de la vuelta de la esquina del mapa al que tantas y tantas veces habíamos visto en las películas de vaqueros, ese género costumbrista.
La pasión de los japoneses por el flamenco ya no causa asombro, pero en 1972, el arte flamenco era aún cosa de patios andaluces y de tablaos de viajes organizados estrictamente lo justo y un par de visitas guiadas más. Para encontrar en Madrid a un guitarrista de ojos rasgados y a una bailarina con kimono de gitana, había que salir a la calle y ponerse a buscarlos. Eso es lo que hicieron el 29 de septiembre de 1972 los compañeros de la radio hasta localizarlos. Kirosi y Noriko. ¿Es más fácil dar palmas o tocar la guitarra? ¿Resulta más sencillo, el cante, el baile, hablar español o yo que sé? Preguntas de la radio de hace justo 40 años: sonidos para recordar.
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