Cincuenta y cinco. Asco
Entre las múltiples funciones de los medios, además de la cosa de formar, informar, entretener y demás, está la muy loable de "dar asco". Conseguir dar mucho asco no es moco de pavo. Su nivel de dificultad está por encima de hacer reír o llorar, cosas ambas que se pueden lograr con un simple monólogo de club de la comedia o una rutinaria crónica de actualidad económica. Dar asco requiere un mayor virtuosismo ejecutorio, pero suele proporcionar bastante placer: algunos se divierten más dándolo ellos mismos que recibiéndolo el asco. En materia de asquerosidades, más efectivas que las de ficción, tan poco creíbles de por sí, son las de verdad, las naturales, las que describen los documentales de naturaleza de tierras extrañas, remotas, e incluso lejanas.
A menudo, el asco no es más que la comprensible reacción humana a una mera costumbre culinaria local. En ese sentido, contemplar una cazuela hirviendo de caracoles vivos puede hacer que se segreguen casi tantos jugos gástricos como una fuente llena de termitas agitando nerviosamente las alas en plena época de reproducción. Epoca de reproducción de ellas, de las termitas, se entiende. De esto último va el Audio Para Recordar la radio del 21 de julio de 1986. El programa se titulaba "Vivir Africa" y su tercer capítulo estuvo monográficamente dedicado a las termitas tanzanas. El naturalista Luis Miguel Domínguez hubo de probarlas, cosa que en la práctica no resultó lo peor puesto que, con la dosis de hambre necesaria, uno acaba por no hacerle ascos a nada. Lo más penoso de aquella radio-aventura debió ser tener que aprender el swahili necesario para aclararse con el cocinero.
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