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Impagable. La presentación del cómico Ricky Gervais de la gala de los Globos de Oro de este año fue todo un alarde de sinceridad. Le dijeron que podía decir lo que quisiera. Y lo dijo, aunque corre el rumor de que a mitad de la ceremonia le pararon los pies. ¿Por qué? Porque Hollywood es dos cosas: una fábrica de sueños, y una fábrica de hacer dinero. Y la sinceridad suele ser mala pareja de los sueños y del dinero.
Basta con que empeceis a escuchar el discurso para que os quedeis hasta el final.
Es uno de los melones mas jugosos que he visto para compartir con vosotros.
Es increíble que "La Kermesse Heroica", de Jacques Feyder, sea una desconocida para el gran público. Sí, naturalmente, es una película de 1935 en blanco y negro. Lo que supone que automáticamente los hijos del color, y no digamos ya los del ordenador, la miren con recelo. Pero el prejuicio no es buen consejero.
Nos encontramos, sencillamente, con una de las mejores comedias de la historia del Cine. No es pura publicidad esto que digo. En su día recaudó premios a mansalva. Generó polémica. En los Países Bajos se quemaron cines donde la proyectaban. Porque no dejaba muy bien a Flandes, precisamente. La historia es tan sensacional como ficticia.
En el siglo XVII, un pequeño pueblo de Flandes se echa a temblar cuando recibe una aterradora noticia: los tercios españoles, al mando del Conde Duque de Olivares (quien jamás estuvo allí históricamente) vienen hacia la villa. El miedo a los españoles es casi irracional. Son salvajes, pendencieros, violadores, asesinos. Así que los hombres se esconden, y las mujeres toman el mando.
No conozco película más feminista que "La Kermesse Heroica". Feminista en el buen sentido (sí, hay un mal sentido del feminismo como lo hay del machismo). Y el resultado es una película perfecta. Un guión increiblemente divertido, arriesgado, sexual, inteligente. Unas actuaciones extraordinarias. Una fotografía maravillosa que recrea los cuadros de los grandes pintores flamencos. Un uso de la luz que no ha vuelto a ser repetido jamás. Y una reconstrucción del siglo XVII que deja por los suelos las reconstrucciones a base de ordenador que dominan el cine actual.
Muy pocas comedias alcanzan la grandeza de "La Kermesse Heroica". Tendríamos que hablar de títulos como "Ser o no ser" de Ernst Lubitsch, de "La regla del juego" de Jean Renoir, de "Tiempos Modernos" de Chaplin, de "El apartamento" de Billy wilder, para alcanzar una altura artística similar.
Solo que "La Kermesse Heroica" es aun mas perfecta que las anteriores. Porque si el guión, las actuaciones y el trabajo del director si son comparables a estos títulos, la fotografía y la reconstrucción de época la elevan sobre todos ellos.
No puedo entender ciertos olvidos. Es tan perfecta, que casi podríamos decir que es imposible que haya nadie que pudiera sacarle el mas pequeño defecto. Y su mala sangre arrasa con todo, con el amor, el matrimonio, el valor, la iglesia, la guerra...
Hablé el otro día en el programa de la ceremonia de los Premios Goya de este año. Un evento en el que la película Pa Negre, de Agustí villaronga, fue la gran triunfadora. No puedo negar la validez del galardón, sencillamente porque aun no he visto ninguna de las cuatro películas que optaban a la máxima mención (Las otras tres son "Balada triste de Trompeta" de Alex de la Iglesia, "También la lluvia" de Iciar Bollaín y "Buried" de rodrigo Cortés). He oido que Pa Negre es una buena película, aunque vuelva a tratar el tema tan manido de la guerra civil española (Parece mentira que a dia de hoy la mejor película sobre este conflicto sea "Tierra y libertad", del británico Ken Loach). Pero no deja de resultar sospechoso que Alex de la Iglesia haya quedado tan marginado en los premios, después de ganar el leon de plata al mejor director y el premio al mejor guión en el festival de Venecia. No pocos somos los que intuímos que los politizados Goya no son del todo muy fiables. Alex de la Iglesia se enfrentó a la ministra de cultura Angeles gonzalez Sinde por la aprobación de la reciente Ley Sinde que regula las descargas por internet. Una ley que, si bien es menos severa que en otros países, recae en un error de bulto: el de la anacronía. Internet no es el futuro. Es el presente. No se trata de atacar al medio, y mucho menos a los internautas. Se trata de adaptar las tecnologías que ofrece a un nuevo comercio de nuestros productor (películas, musica) por la red.
Curiosamente Alex de la Iglesia anuncia su dimisión como presidente de la Academia de Cine... y su película resulta marginada en los premios Goya. Huele muy mal. En realidad apesta.
Hace unos meses el propio Alex de la Iglesia criticaba las descargas ilegales. Tras reunirse con una serie de especialistas en internet, cambió su forma de pensar. No es que ahora acepte la ilegalidad, sino que ha entendido que es necesario adaptar el mercado cinematográfico a internet. Y eso no lo puede aceptar un poder que vive anclado en el siglo XX. Un siglo XX que quedó atrás hace diez años, (no once, pues el siglo XXI comenzó en el 2001).
La conclusión de la SGAE, del Ministerio de Cultura, de los que manejan el cine en España, es que la piratería sigue siendo la responsable de la caída del cine español. En mi opinión los responsables de esto son el método de subvenciones, la falta de riesgo y el miedo a adaptarse a un mundo que ha cambiado radicalmente en cuanto a telecomunicaciones se refiere.
El discurso de Alex de la Iglesia en los Goya fue comedido, elegante y correcto. Pero es peligroso para los mandamases, porque señala directamente su incompetencia y su falta de visión, no de futuro, sino de presente.
Aquí os lo dejo. Las conclusiones os las dejo a vosotros.
Releo ciertas teorías filosóficas y sonrío. Son como juegos de inteligencia. Abstracciones poéticas y razonamientos sorprendentes, pero su validez está limitada por el razonamiento mismo. Los juegos de las ideas sólamente existen dentro de la idea, y nos resultan ingeniosos, divertidos, incluso inteligentes. Pero estériles fuera del sueño.
Digo esto porque he repasado los hechos que se atribuyen a Diógenes. Muchos le definen como filósofo cínico. Creo que el cinismo le convierte, precisamente, en un anti-filósofo. Haré un repaso rápido: Diógenes de Sinope, que vivió entre los siglos V y IV antes de Cristo. Sus ideas sobre la virtud le llevaron a renegar de todo bien material. Su tocayo Diógenes Laercio nos cuenta que habitaba en una tinaja en la ciudad. Sus únicas pertenencias eran un cayado, un manto, un zurrón, y un cuenco para beber. Os dará una idea su concepto de la autosuficiencia la siguiente anécdota: una tarde, Diógenes asistió a un hecho vulgar: un niño bebió de una fuente con sus manos. En ese momento, el cínico tiró a la basura su cuenco, dándose cuenta de que era absurdo poseer algo que no servía para nada.
Pues bien: la anti-filosofía de Diógenes era letal para los pensadores. En cierta ocasión acudió a hablar con él uno de los mas estrictos: Zenón de Elea, discípulo de Parménides. A él se le atribuye la invención, si cabe tal término, de la dialéctica (así le honra al menos Aristóteles). Pues bien: con espíritu filósofo, es decir con el razonamiento puro y duro por sombrero, Zenón intentó convencer a Diógenes de que el movimiento no existía. Para ello, y durante largas horas de plática, Zenón acudió a su paradoja de Aquiles y la tortuga. Es como sigue:
El gigantesco Aquiles, héroe de Troya, compite en una carrera con una tortuga. Como el animal es mas lento, Aquiles le confiere cierta ventaja y le deja empezar antes. La tortuga avanza un par de metros. En ese momento Aquiles sale disparado, y en un momento ha recorrido ese par de metros, pero la tortuga ha seguido avanzando, por lo que está un metro mas alla. De nuevo Aquiles aun mas rápido recorre ese metro, pero la tortuga ya ha avanzado medio metro mas. Con mas ahinco, Aquiles recorre inútilmente ese medio metro para descubrir que la tortuga ha avanzado de nuevo la mitad de esa distancia.
Todo segmento de espacio, es divisible por la mitad hasta el infinito. Como ni siquiera el veloz Aquiles podrá recorrer nunca el infinito, jamás alcanzará a la tortuga.
Zenón de Elea estaba muy satisfecho de su paradoja, irrebatible por nadie. Pero Diógenes bostezaba, se aburría, y por fin, habló por primera vez:
-Zenón, -le dijo- has hablado durante horas para demostrarme que el movimiento no existe, y no me has demostrado nada. Yo en cambio no voy a hablar en absoluto, y te voy a demostrar que el movimiento SÍ existe.
Y dicho esto, Diógenes se levantó, dió la espalda a Zenón, y se marchó.
El album de Jon Anderson (cantante de Yes) y Vangelis, "The friends of Mr. Cairo", fue todo un descubrimiento para mí hace años. Tenía un algo mágico que evocaba cánticos de leyenda. O quizá sea esa referencia nostálgica para los cinéfilos de un hombre llamado Mr. Cairo: todo un homenaje de los dos músicos al papel que interpretaba Peter Lorre en la obra maestra de John Huston "El halcón maltés".
Buceando por internet he encontrado una de mis canciones favoritas, "I´ll find my way home", y entre los espantosos videos cargados de iconografía místicamente kitsch he encontrado uno que me ha parecido muy bello, y que consta de una serie de imágenes reales de auroras boreales.
Así que aquí os lo dejo: un regalo post-San Valentín, simplemente porque sí, porque creo que merece la pena verlo despacio, poniendo bien alta la música, y dejándose arrastrar por las mágicas luces del norte.
Así son las cosas. Navidades quedan atrás y las vacaciones de verano aun demasiado lejos. ¿Cómo pueden los grandes almacenes hacer negocio y salir de la cuesta de enero? Pues inventando una nueva fecha: San Valentín. Nos toca comprarle una caja de bombones con forma de corazón a nuestra pareja. Y según los spots publicitarios, si no la acompañamos de una pulsera de oro, es que no la amamos lo suficiente. Creo que van por ahí los tiros, ¿no?
Si quisieran ofrecer una fecha realmente simbólica como gesto de amor, deberían potenciar, no el gasto, sino el sentimiento personal. Escribir una carta, o un poema, o comprar una única rosa en vez de dos docenas, hacer un dibujo, o dar un masaje, o hacer el amor a la luz de las velas y los inciensos son regalos mucho mas valiosos que los que podamos pagar con nuestra tarjeta de crédito. Lo malo del dinero es que acaba estropeando todos los significados valiosos que nos ofrece la imaginación.
Porque esto fue en el dia de San Valentín,
cuando cada ave vino aquí a elegir su pareja.
Eso escribía el gran Geoffrey Chaucer en el siglo XIV, poniendo así la semilla futura de un dia de celebración para los enamorados. Claro que en ningún caso Chaucer insinúa que este día tenga algo que ver con el 14 de febrero.
Aquí en España no llevamos muchas décadas celebrando esta fecha: de hecho fue la cadena comercial Galerias Preciados (Resquiecat in Pace) la que hizo la primera campaña masiva para promocionar el dia de los enamorados a finales de la década de los 50. Lo que os dará una idea de cual era el verdadero objetivo de fomentar San Valentín: el gasto.
No me gusta que me digan cuando debo amar a mi pareja, y desde luego detesto que me impongan que para hacerlo le tengo que hacer un regalo (y menos uno de esos espantosos mementos con forma de corazón). Prefiero dedicarle unos versos (aunque sean malos) o susurrarle al oido cosas demasiado íntimas para ser publicadas aqui.
Esa es mi opinión, que no es ni mejor ni peor que la de otros (o tal vez peor si) ¿Y que hay de vuestro San Valentin?
Demasiado rápido para tocar blues, decían sus detractores. Y tenían razón. Eso quiere decir que lo que Gary Moore llevaba a los escenarios en sus últimos años no era blues, sino algo diferente. Una visión acelerada de un movimiento de toque lento y sentido. Una novedad. Un estilo único. Pero Gary Moore no es sólo un mito por su Still Got the Blues. Ya era leyenda cuando acompañaba a Phil Lynnott (en paz descanse) en Thin Lizzy en aquel estupendo disco de raices irlandesas "Black Rose"... y cuando Moore quiso hacer heavy metal consiguió álbunes que sonaban a clásico incluso en el momento de ser publicados. Eran como himnos del pasado destinados al futuro.
Yo tuve la suerte de ver a Gary Moore en su último concierto en Madrid. Estaba en forma, o eso parecía. La velocidad y limpieza de su toque fueron los protagonistas en una actuación magnífica.
este domingo Gary Moore fallecía en Estepona, Málaga a los 58 años. Hasta hoy, no se saben a ciencia cierta las causas de su muerte. Se durmió. No despertó. no había signos de violencia en su cuerpo. La autopsia ha declarado que en principio se trata de una muerte natural, aunque faltan por detallar los análisis toxicológicos.
En cualquier caso el rock ha perdido a un músico eminente... asi que sirva este recordatorio como homenaje a su música.
Aquí os dejo un par de links de algunos de los mejores temas de Gary Moore. Disfrutadlos con salud.
Leer novela causa anhelo en el lector. La poesía a muchos les cuesta, aunque sus adeptos acaban sometidos a la rítmica musicalidad de las formas. El teatro (leído) es más arduo para muchos. Pero el ensayo es casi un castigo. No quiero decir que lo sea, sino que a menudo lo vemos como sinónimo de algo arduo, denso, agotador.
Esto es una idea esteril. Los buenos ensayos, como los buenos libros, nos dejan posos de reflexión amplios, dilatan nuestro entendimiento, y apasionan por su recorrido a través del laberinto del pensamiento.
Digo esto porque releyendo a Borges (en este caso su obra "Otras inquisiciones", de 1952) me ha llamado la atención uno de sus extraordinarios ensayos. Y no sólo por el tema que trata, sino por el proceso analítico que hemos de imaginar que ha seguido el autor para llegar a sus conclusiones. En el fondo, borges no nos está explicando el tema que aparenta ser mas superficial. Nos está enseñando a leer mas allá de la apariencia de las cosas. Os invito a este vino argentino. Lo que os sugiera es personal. Yo por mi parte creo ver implícita una ironía última: Borges nos habla de lo que de verdad se esconde en algunas obras. De los principios originarios inconscientes. Al mismo tiempo, creo que su propósito (en este caso sospecho que mas o menos consciente), no es analizar el interesante tema del que habla, sino que esconde un propósito instructivo. Enseñarnos cómo leer.
EL BIATHANATOS de JORGE LUIS BORGES
A De Quincey (con quien es tan vasta mi deuda que especificar una parte parece repudiar o callar las otras) debo mi primer noticia del Biathanatos. Este tratado fue compuesto a principios del siglo xvii por el gran poeta John Donne', que dejó el manuscrito a Sir Robert Carr, sin otra prohibición que la de darlo «a la prensa o al fuego». Donne murió en 1631; en 1642 estalló la guerra civil; en 1644, el hijo primogénito del poeta dio el viejo manuscrito a la prensa, «para defenderlo del fuego». El Biathanatos abarca unas doscientas páginas; De Quincey (Writings, VIII, 336) las compendia así: El suicidio es una de las formas del homicidio; los canonistas distinguen el homicidio voluntario del homicidio justificable; en buena lógica, también cabe aplicar al suicidio esa distinción. De igual manera que no todo homicida es un asesino, no todo suicida es culpable de pecado mortal. En efecto, tal es la tesis aparente del Biathanatos; la declara el subtítulo (That Self-homicide is not so naturally Sin that it may never be otherwise) y la ilustra, o la agobia, un docto catálogo de ejemplos fabulosos o auténticos, desde Hornero', «que había escrito mil cosas que no pudo entender otro alguno y de quien dicen que se ahorcó por no haber entendido la adivinanza de los pescadores», hasta el pelícano, símbolo de amor paternal, y las abejas, que, según consta en el Hexameron de Ambrosio, «se dan muerte cuando han contravenido a las leyes de su rey». Tres páginas ocupan el catálogo y en ellas he notado esta vanidad: la inclusión de ejemplos oscuros («Festo, favorito de Domiciano, que se mató para disimular los estragos de una enfermedad de la piel»), la omisión de otros de virtud persuasiva —Séneca, Temístocles, Catón, que podrían parecer demasiado fáciles.
Epicteto («Recuerda lo esencial: la puerta está abierta») y Schopenhauer («Es el monólogo de Hamlet la meditación de un criminal?») han vindicado con acopio de páginas el suicidio; la previa certidumbre de que esos defensores tienen razón hace que los leamos con negligencia. Ello me aconteció con el Biathanatos hasta que percibí, o creí percibir, un argumento implícito o esotérico bajo el argumento notorio.
No sabremos nunca si Donne redactó el Biathanatos con el deliberado fin de insinuar ese oculto argumento o si una previsión de ese argumento, siquiera momentánea o crepuscular, lo llamó a la tarea. Más verosímil me parece lo último; la hipótesis de un libro que para decir A dice B, a la manera de un criptograma, es artificial, no así la de un trabajo impulsado por una intuición imperfecta. Hugh Fausset ha sugerido que Donne pensaba coronar con el suicidio su vindicación del suicidio; que Donne haya jugado con esa idea es posible o probable; que ella baste a explicar el Biathanatos es, naturalmente, ridículo.
Donne, en la tercera parte del Biathanatos, considera las muertes voluntarias que las Escrituras refieren; a ninguna dedica tantas páginas como a la de Sansón. Empieza por establecer que ese «hombre ejemplar» es emblema de Cristo y que parece haber servido a los griegos como arquetipo de Hércules. Francisco de Vitoria y el jesuita Gregorio de Valencia no quisieron incluirlo entre los suicidas; Donne, para refutarlos copia las últimas palabras que dijo, antes de cumplir su venganza: Muera yo con los filisteos (Jueces, 16: 30). Asimismo rechaza la conjetura de San Agustín, que afirma que Sansón, rompiendo los pilares del templo, no fue culpable de las muertes ajenas ni de la propia, sino que obedeció a una inspiración del Espíritu Santo, «como la espada que dirige sus filos por disposición del que la usa» (La Ciudad de Dios, I, 20). Donne, tras de probar que esa conjetura es gratuita, cierra el capítulo con una sentencia de Benito Pererio, que dice que Sansón, no menos en su muerte que en otros actos, fue símbolo de Cristo.
Invirtiendo la tesis agustiniana, los quietistas creyeron que Sansón «por violencia del demonio se mató juntamente con los filisteos» (Heterodoxos españoles, V, I, 8); Milton (Samson Agonistes, in fine) lo vindicó de la atribución de suicidio; Donne, lo sospecho, no vio en ese problema casuístico sino una suerte de metáfora o simulacro. No le importaba el caso de Sansón —¿y por qué había de importarle?— o solamente le importaba, diremos, como «emblema de Cristo». En el Antiguo Testamento no hay héroe que no haya sido promovido a esa autoridad: para San Pablo, Adán es figura del que había de venir; para San Agustín, Abel representa la muerte del Salvador, y su hermano Seth la resurrección; para Quevedo, «prodigioso diseño fue Job de Cristo». Donne incurrió en esa analogía trivial para que su lector comprendiera: Lo anterior, dicho de Sansón, bien puede ser falso; no lo es, dicho de Cristo.
El capítulo que directamente habla de Cristo no es efusivo. Se limita a invocar dos lugares de la Escritura: la frase «doy mi vida por las ovejas» (Juan, 10:15) y la curiosa locución «dio el espíritu», que usan los cuatro evangelistas para decir «murió». De esos lugares, que confirma el versículo «Nadie me quita la vida, yo la doy» (Juan, 10:18), infiere que el suplicio de la cruz no mató a Jesucristo y que éste, en verdad, se dio muerte con una prodigiosa y voluntaria emisión de su alma. Donne escribió esa conjetura en 1608: en 1631 la incluyó en un sermón que predicó, casi agonizante, en la capilla del palacio de Whitehall.
El declarado fin del Biathanatos es paliar el suicidio; el fundamental, indicar que Cristo se suicidó'. Que, para manifestar esta tesis, Donne se viera reducido a un versículo de San Juan y a la repetición del verbo expirar es cosa inverosímil y aun increíble; sin duda prefirió no insistir sobre un tema blasfematorio. Para el cristiano, la vida y la muerte de Cristo son el acontecimiento central de la historia del mundo; los siglos anteriores lo prepararon, los subsiguientes lo reflejan. Antes que Adán fuera formado del polvo de la tierra, antes que el firmamento separara las aguas de las aguas, el Padre ya sabía que el Hijo había de morir en la cruz y, para teatro de esa muerte futura, creó la tierra y los cielos. Cristo murió de muerte voluntaria, sugiere Donne, y ello quiere decir que los elementos y el orbe y las generaciones de los hombres y Egipto y Roma y Babilonia y Judá fueron sacados de la nada para destruirlo. Quizá el hierro fue creado para los clavos y las espinas para la corona de escarnio y la sangre y el agua para la herida. Esa idea barroca se entrevé detrás del Biathanatos. La de un dios que fabrica el universo para fabricar su patíbulo.
Al releer esta nota, pienso en aquel trágico Philipp Batz, que se llama en la historia de la filosofía Philipp Mainlander. Fue, como yo, lector apasionado de Schopenhauer. Bajo su influjo (y quizá bajo el de los gnósticos) imaginó que somos fragmentos de un Dios, que en el principio de los tiempos se destruyó, ávido de no ser. La historia universal es la oscura agonía de esos fragmentos. Mainlander nació en 1841; en 1876 publicó su libro, Filosofía de la redención. Ese mismo año se dio muerte.
Las fechas no tienen una relevancia mágica más allá de lo que nuestra imaginación quiera conferirlas. O eso creo. Para mí las cábalas no son mas que divertimentos de literatura... aunque son apasionantes como recurso dramático. Pero hay fechas que mantienen su propio espíritu siempre ardiendo, probablemente más por la casualidad que por el misticismo. En un día como hoy, 1 de febrero, pero de 1894, nacía John Ford. Aunque este no era su nombre, claro. Le llamaron John Martin Feeney, y vivió con el estigma de ser un irlandés sin tierra. Sus padres eran emigrantes, y nació en tierra estadounidense. Pero Irlanda (como ciertos lugares donde la montaña, el mar y la música se tejen de manera inextricable en su descendencia) era para el pequeño Feeney un sueño fantasma. Se sentía en una tierra que no era su tierra (Como Supermán añorando Krypton, me atrevería a decir). Y amenudo mentía sobre su nacimiento asegurando que vio la luz en algún lugar entre los verdes valles de Eiree. John Ford se sentía descastado, arrancado del útero de una tierra que generaba un patriotismo exaltado incluso en quienes habían nacido lejos de ella. Y el espíritu de Irlanda estuvo siempre presente en sus personajes, a menudo irlandeses, y además exiliados. Esta nostalgia casi alienígena es capaz de generar un sentimiento de aislamiento en el alma humana, muy parecida a la de los huérfanos que no conocieron a sus padres. Uno se siente sin raíces, como una mala semilla crecida en un pasto ajeno. Tal vez por eso tantos personajes de Ford eran desarraigados, ajenos, forjados a bala y rechazados por la sociedad que les rodea. Desde el Ringo (John Wayne) de "La Diligencia", hasta la pequeña Shirley Temple en "La Mascota del Regimiento". Pasando por la familia de emigrantes de "Las Uvas de la Ira", o, claro está, el Sean Thornton de "El hombre tranquilo" (De nuevo John Wayne), que era la espina que tenía clavada el director: el irlandés-americano que vuelve a la madre patria verde... y que descubre que es demasiado irlandés para ser americano, y demasiado americano para ser irlandés. Es lo que tiene nacer entre dos dimensiones.
Otro 1 de febrero, pero de 1966, murió Buster Keaton. Chaplin tuvo la osadía de ser el primer director en penetrar en la psicología de los personajes (reforzando el sentimentalismo que heredaría Steven Spielberg). Pero Keaton era el más creativo y asombroso de los directores cómicos del cine mudo. Él sí era americano de pura cepa. Se cuenta que fue bautizado con su sobrenombre "Buster" (El destructor) por el mismísimo mago Harry Houdini. Por lo visto Keaton tenía 3 años, subió por una escalera de mano y se cayó sin hacerse ni un rasguño.
Puede que Keaton, a diferencia de John Ford, sí que fuera americano de pura cepa y antecedentes. Pero también vivió su aterrador exilio. No de patria, sino de profesión. El culpable no fue la emigración, sino el cine sonoro, que tantos genios se llevó por delante. Todo el talento de Keaton, su incansable imaginación, sus recursos ilimitados, fueron devastados por la todopoderosa MGM, con quien tenía un contrato. Literalmente, la productora apagó la llama de la creatividad de Keaton. Le relegaron a proyectos menores. Acabaría siendo (pocos lo saben) el guionista de los gags mudos de Harpo Marx. Pero este exilio fue determinante. Keaton cayó en el alcoholismo. Su fugaz aparición en "El crepúsculo de los dioses" de Billy Wilder como vieja estrella en el olvido era una broma cruel. El exiliado ya no tenía tierra a la que regresar. Krypton había estallado. La revolución del sonoro destruyó carreras impagables.
Brindo por los dos exiliados... y os invito a una pequeña selección de películas imprescindibles de ambos... (unas pocas, pues rodaron cientos). ¡Slinth!
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