A vuelapluma

¿Para qué una moción de censura?

Todos lo sabíamos desde el primer segundo. La tercera moción de censura a un Gobierno de nuestros cuarenta años de democracia no había sido diseñada como un intento de derribarlo, sino como una estrategia política para alzar como alternativa de Mariano Rajoy a Pablo Iglesias. Igual que sus dos predecesores, Felipe González y Antonio Hernández Mancha.

Es una posibilidad que concede el artículo 113 de la Constitución Española a cualquier grupo que pueda reunir el diez por ciento de los escaños (35). La gran diferencia entre las dos mociones anteriores, las de 1980 y 1987, y esta es que en aquellas encabezaron la iniciativa los líderes de la oposición, y hoy es el líder del tercer partido en apoyos, Podemos y sus confluencias, el que se sube a la tribuna para proclamarse líder de la oposición.

Esa es la estrategia política: doblegar al verdadero rival, un PSOE en plena catarsis cuyo reelegido líder, Pedro Sánchez, esta legislatura ya sin escaño, tiene que sufrir este intento de zarpazo electoral desde las gradas.

 

¿Cuánto cuesta la libertad?

 

Los británicos votan este jueves con los colegios electorales blindados. Las elecciones que debían convertirse en una segunda vuelta sobre el Brexit han cambiado el marco en el que se mueven, que diría Lakoff: solo importa la amenaza terrorista.

 

El líder laborista, Jeremy Corbyn, que va recortando distancias en la recta final, acusa a la conservadora Theresa May de haber recortado la plantilla policial en 20.000 agentes de calle, esos que, patrullando por los barrios, detectan a los potenciales terroristas. La primera ministra asegura que el problema es la legislación y justifica futuros recortes en derechos para hacer frente al terrorismo.

En el Reino Unido, la Policía ya puede detener a un sospechoso durante 14 días sin presentar cargos. Visto lo visto, no es suficiente. Varias pregunta filosófica sobrevuelan los colegios electorales británicos:

¿Cuál es el precio de nuestra libertad?

¿Cuánto nos debe costar la seguridad?

¿Dónde se encuentra el límite en el recorte de derechos para vivir en paz?

¿Cómo evitar un referéndum ilegal?

Puigdemont ha elevado varios decibelios el enfrentamiento entre la Generalitat y el Gobierno, después de la reunión que celebró con sus socios para pactar que en los próximos días seguirán pactando; esta vez, las preguntas del referéndum de autodeterminación. Es decir, el president hace un guiño al sector más radical para cerrar filas.

Si no hay sorpresas, el tren que conduce discurrirá por unas vías que pronto abandonarán el territorio de la ley. Rajoy asegura que parará ese tren antes de que descarrile y Puigdemont -he aquí la novedad de esta semana- le exige que diga cómo.

 

Existen al menos tres frenos:

1.- El más contundente: aplicar el artículo 155 de la Constitución. dice que si una comunidad no cumple la ley o actúa de forma que atenta gravemente al interés general de España, el Gobierno, con la aprobación del Senado, puede "adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso". Fuentes cercanas al Ejecutivo descartan, de momento, esta vía.

2.- El más rápido, utilizar la Ley de Seguridad Nacional aprobada hace menos de dos años. Esta ley, entre otras cosas, como explica en su artículo tercero, da cobertura a la acción del Estado para "garantizar la defensa de España y sus principios y valores constitucionales". Esta ley se puede aplicar inmediatamente, sin necesidad de un paso previo por el Senado u otra institución.

3.- Y el más suave, esperar a ejecutar lo que disponga el Tribunal Constitucional. Según el artículo 92 de la ley que desarrolla sus competencias, este tribunal "velará por el cumplimiento efectivo de sus resoluciones" y podrá decidir en la sentencia "quién ha de ejecutarlas".

Tres métodos diferentes con un solo fin: garantizar que en España se cumple la ley.

 

El primer político moderno

Acaba de cumplirse un siglo del nacimiento del primer presidente estadounidense que abrió los ojos en el siglo XX, tal vez el primer presidente moderno. Un presidente reconvertido en protagonista de un mito porque quizá con él nació una nueva forma de hacer política. 

Con sus luces y sus sombras (muchas, morales, con interminables líos de faldas, las relaciones de su familia con la mafia y un hermano colocado como fiscal general) nadie puede negar que supo imprimir su sello y venderlo de manera inagualablemente eficaz. Deslumbró a una generación con

(1) una imagen atractiva,

(2) una juventud envidiable,

(3) un pasado con un buen relato de héroe de guerra,

(4) un toque intelectual confirmado en libros, como el sugerente "Profiles of courage",

(4) una familia rica y poderosa,

(5) una mujer elegante, de revista de corazón,

(6) una capacidad innata para conquistar en televisión, que le permitió ganar a Nixon según los que vieron el primer debate televisado de la historia, mientras lo perdía para los que solo lo escucharon en la radio,

y (7) una muerte a los 46 años, joven y bella (kalos thánatos), que es una muerte gloriosa (eukleés thánatos). Fue asesinado en público, en loor de multitud, de manera cruel, y delante de unas cámaras de cine que imprimirían esa escena de por vida en nuestra conciencia colectiva. 

El traumático magnicidio de JFK nos impidió comprobar cómo habría superado los desafíos que tenía por delante.  El cinematográfico asesinato teñido con la niebla de la conspiración, esa muerte joven, noble y pura de un ídolo que transmitía sus ideales por un estado inhóspito, forma parte de la épica, que es una forma de conquistar la trascendencia.

El nuevo PSOE

"Mañana empieza todo, vamos a construir un nuevo PSOE".

En menos de diez palabras, Pedro Sánchez ha anunciado una revolución. Ha diseñado la reconquista de la secretaría general con un plan: reformar el partido para basarlo, en esta sociedad digital, en una democracia directa, asamblearia, en la que se escucha a cada militante. Su victoria representa una despedida de esa democracia representativa, con gran peso de los cuadros intermedios y de las baronías. El nuevo PSOE intenta combinar su esencia centenaria con los principios de los nuevos partidos: Podemos y Ciudadanos. Pedro Sánchez intenta recuperar el voto joven, en el que el PSOE ocupa el último lugar de los cuatro grandes partidos, según el último barómetro del CIS. No cuenta con el apoyo ni del 9% de los que se encuentran en el tramo entre 18 y 24 años. 

Para algunos esa revolución será suficiente para que el nuevo partido siga los pasos del ave Fénix y renazca de las cenizas de su peor resultado electoral desde Largo Caballero. Para otros nunca nada es suficiente. Entre tanto torbellino de emociones, podemos dejar constancia de un hecho: estamos ante un primer paso.