A moco tendido
Escribo estas líneas bajo la influencia de la mala leche que me ha entrado por los chapuzones de los hijos de mis vecinos en la piscina comunitaria. Sé que no debería molestarme, porque los niños son divertidos, en general, pero es que la mencionada piscina es un estanque y el césped circundante escaso.
Por tanto, después de tropecientas bombas de agua a ras de mi anatomía, treinta carreras al límite de mi toalla, cienes-y-cienes de llamadas de atención por parte de sus progenitores resonando todavía en mis orejas, tengo la necesidad de desahogarme tal que así:
Que quede claro que la infancia me congratula, que quede diáfano y brillante ...