Blanco y en botella

La leche, estos días, está en boca de muchos. Los primeros, los ganaderos porque viven el final del sistema de cuotas lácteas que regía la producción de sus vacas desde hace 30 años. A partir de ahora, el precio dependerá del mercado, con la incertidumbre que eso genera.

Y, a pequeña escala, si hay unos que empapan bien sus morros son los modernos. Hipsters, normcore, bohemios en general y amantes de lo retro y slow en particular. En mitad de las prisas de la ciudad, regresan a la lechería.

Adrián y Nacho han obrado el nuevo milagro vintage. Son de Palencia y Valencia. Lo suyo no es el mostacho francés revirado sino un bigote con sabor a mantequilla de pueblo. Acaban de abrir Cántaro Blanco, en la calle Manuela Malasaña, y han revolucionado el barrio rellenando las clásicas botellas de cristal con leche fresca.

Adrián es devorador de yogures desde niño. Nacho se aficionó a la leche fresca en Londres. Hace justo un año, ambos probaron un vaso de esa leche mientras veían una procesión de Semana Santa.

Ahí comenzó una historia de nostalgia que continúa en la actualidad con la venta de 20 litros diarios entre vecinos del centro de Madrid.

"La leche recién ordeñada que hervían nuestras abuelas y de la que aprovechaban la nata para postres es imposible de conseguir hoy". Sanidad prohibió su consumo por riesgo de bacterias.

Pero existe una leche pasteurizada que se parece mucho, donde "la nata está centrifugada, homogeneizada, y no tiene nada que ver con la ultra uperizada que venden en el supermercado", explican estos expertos.

Leche de verdad y de proximidad, porque la traen cada día temprano desde una granja madrileña. "Hay que beberla pronto, en el plazo de unos 3-5 días". Contraste importante con los seis meses de caducidad del tetra brik.

"Lo mejor es cómo los jóvenes, en vez de un refresco, entran a por un vaso de leche para llevar". Luego está la clientela castiza que añora la costumbre y incluso acuden con jarras: "Estamos encantados porque esa es la idea. Vendemos botellas de cristal, pero si las tienes en casa, botellas o lo que sea, tráelas y las llenamos de leche. Tantas como quieras. A la antigua usanza".

Un revival que no contamina y al que le faltan unas cuantas piernas para convertirse en reparto a domicilio:

"De momento solo somos dos, pero nos gustaría recuperar la entrega puerta a puerta, como antes ocurría. Ya lo hacemos con algunas vecinas de este mismo edificio muchas mañanas!".

La leche fresca ha tenido mala prensa, por ser demasiado fuerte, pesada o grasa, pero "sin embargo su consumo se ha extendido en otros países europeos", que la han reincorporado a la dieta.

"Quizás, en esta tendencia también somos un poco tardíos aquí en España. Y fíjate que hasta la vendemos fresca y sin lactosa para casos de personas con intolerancia".

En pleno auge de las bebidas vegetales (avena, soja, arroz), surgen estos dos lecheros guerreros, que plantean si lo más cool hoy no será pasearte con un vaso de leche en mano por la urbe. Leche con sabor a vaca.

O pedirte directamente, sin sonrojos, un tazón de leche con Nesquik y mojar galletas. Después de darte una vuelta en bici y clase de calceta, por supuesto.

@VarelaJulia