Manos de plastilina
jueves 23.jun.2016 por Julia Varela 1 Comentarios
Manos que huelen a plastilina. Es uno de esos viajes que, a través de la nariz, transportan de repente a la infancia. Jugábamos a darle forma al mundo desde el pupitre.
Amasa que te amasa y mezcla tras mezcla, aprendíamos combinaciones posibles e imposibles. Hacíamos churros, bolas. El aroma a plastilina era la colonia de la escuela y nos acompañaba entre los dedos de vuelta a casa.
Irma Gruenholz inventaba cuentos pero sus protagonistas no eran muñecas al uso. Creaba personajes de plastilina. “Modelar es algo que he hecho desde que tengo uso de razón, para mí era más habitual que dibujar”.
Estudió diseño gráfico, trabajó en una agencia de publicidad y lo dejó para dedicarse a la ilustración. Siguió dando forma a criaturas de plastilina por placer y por encargo. De eso vive.
“En principio, la plastilina parece un material menor, porque lo asociamos a la niñez, pero tiene muchas posibilidades. Una de las principales ventajas es que puedes corregir la pieza en cualquier momento. Y esto es muy útil a la hora de sacar la foto final. Los personajes son como actores que se pueden mover”, explica.
La plastilina que usa es la de siempre, la del cole. Esculpe y corrige empleando palillos, cúter, rodillo y alguna que otra herramienta de dentista. Si quiere un acabado resistente, remata con arcilla que endurece en el horno.
No teme que se chafen, porque la mayoría de sus trabajos están pensados para ser fotografiados: “Es la imagen lo que perdura, aunque también conservo algunas maquetas. Guardándolas bien protegidas pueden durar años!”.
Le gusta que sus esculturas hablen un poco por sí solas, que sugieran preguntas al espectador. “Que no quede todo dicho”, puntualiza. Según la complejidad de la pieza, el proceso puede llevar de 3 días a un mes. Cada una no mide más de 20-30 centímetros.
Un universo blando, delicado y liliputiense. “Recuerdo que en una ocasión me propusieron forrar una plaza de Madrid con plastilina para promocionar una película...Pero para trabajar a ese tamaño es mejor echar mano del poliespán o el cartón fallero”.
Sus miniaturas no paran, hacen cosas todo el tiempo. Permanecen congeladas durante una acción, desde un grito hasta cortar una cebolla. Irma no comienza con bocetos, sino que trabaja directamente en volumen cuando tiene la idea clara.
Se define como una persona tranquila, paciente, cualidad necesaria para crear con tanto detalle: "Soy muy partidaria de la vida slow, lenta. Otra cosa es que la rutina real te permita vivir así...En el sector que me muevo, el de la publicidad, todo es muy acelerado!".
Cuando le pregunto por ese aroma a plastilina que teletransporta, confiesa: “Estoy tan acostumbrada al olor a plastilina que casi no lo percibo!". Tan familiar que no lo nota. Mucho mejor. Es como habituarse a vivir en un eterno juego de niños, experimentando con pigmentos. Solo que hoy, de mayor, ayuda a pagar facturas.
carmen dijo
Es una artista brillante,yo conservaría todas,son preciosas.