Arte urbano castizo
jueves 1.sep.2016 por Julia Varela 1 Comentarios
Preferiría a Batman, pero de momento Flash es el candidato que más me convence. El PDS, Partido de Superhéroes, hace campaña por las calles de Madrid sin relámpagos ni otros efectos especiales. Se limita al tradicional marketing de guerrilla, aunque su cabellera lacada color platino pronostica milagrosas súper soluciones para cambiar el mundo. Este primo guapo de Donald Trump es bueno, tiene mejor pelo y, además, él sí tiene poderes sobrenaturales para erradicar el mal.
Podría ser la parodia histriónica del presidente perfecto que el pueblo espera como el maná. O simplemente un modo de echarse unas risas frente al panorama político que enlaza investiduras y elecciones como si no existiese un mañana. Detrás de esta pegada de carteles están dos anónimos que se hacen llamar Yipi Yipi Yeah y que, desde hace unos años, empapelan de arte urbano los muros de la capital. También customizan señales de tráfico:
Quieren cambiar el entorno, darle un significado alternativo, "hacerlo más interesante para el viandante" e intentan que cada intervención vaya acorde con el espíritu y problemática del barrio. Como esta pintada de plantillas que realizaron en una de las zonas más multicuturales de Madrid. Una larga fila de migrantes dice adiós a una ciudad que ya no le ofrece oportunidades laborales y sociales:
No siempre actúan con nocturnidad, "depende del momento y la motivación", y nunca han tenido enfrentamientos con policía o vecinos por decorar a su manera el mobiliario público. Incluso aseguran que los paseantes les animan a seguir realizando más obras. Madrid es su sede, pero han dejado huella en otros puntos del planeta como Londres, Estocolmo, Helsinki, Varsovia, Florencia y Berlín.
Después de investigar y comparar, su diagnóstico del street art patrio es bueno: "Es fresco, diverso, creativo y con muchísima calidad, a la altura de cualquier país del mundo". Lo que sí es necesario, entre tanta heterogeneidad, es distinguirse. Crear un estilo reconocible respecto al resto de intervenciones callejeras. En lo técnico, Yipi Yipi Yeah se inclinan por las plantillas, las pegatinas que incorporan a señales viales ("no es pintado, se puede quitar!", puntualizan) y las placas que cuelgan bien altas por esquinas visibles.
Echan mano de la crítica expresada con humor, así endulzan la queja y "llega a mucha más gente, el impacto es mayor". Pero lo más singular, lo que les diferencia de los demás, es la reflexión en torno a la cultura española: "La ensalzamos en general y reiteramos ese mensaje en muchas de nuestras intervenciones con el fin de quitarnos el sambenito de que 'lo de fuera es siempre mejor'...Es una idea que a día de hoy sigue muy presente, a nuestro pesar".
Hacen alarde de la tortilla de patata -casi tan cinematográfica como una luna de Méliès- de las cañas a buen precio y de Gila, spanish emblemas frecuentes en sus obras, sin olvidar el punto ácido, lo podrido del sistema, desde la corrupción hasta la precariedad laboral.
Arte urbano, arte de barrio, castizo, que sabe a patatas bravas y que ha llegado a inmortalizar, por ejemplo, al mítico Pepe Isbert con boina en la calle Buxton , en pleno corazón hipster londinense:
En lo bueno y en lo malo, así somos. Yipi Yipi Yeah lo reivindican sin complejos y jugando con tópicos que al final quedan dignificados.
No descartan una inminente performance en el centro de Madrid. Me imagino ya a Darth Vader en traje de luces. Será algo muy de aquí, eso seguro.