En "Mi recuerdo de una Sinsombrero", hoy, Marga Clark escribe a su tía: Marga Gil Roësset.
Querida tía Marga:
Quien nos iba a decir que después de tanto tiempo de yacer sepultada en la sombría tumba del olvido resurgirías de la oscuridad con tanta luz y tanto anhelo. Tu ausencia, que marcó tan profundamente mi adolescencia, es ahora una presencia cada vez más radiante y lúcida en mi vida. Estoy feliz porque por fin te has liberado de la herrumbre y los candados que maniataban tu espíritu. Ahora ya puedes echarte al vuelo de nuevo, grácil y ligera, como eras tú. Tu aliento ha fortalecido mi alma. A veces me pregunto por qué no pudiste sublimar tu desazón en tu obra, ¿Es que no era lo suficientemente grande? ¿Por qué no encontraste refugio en la arcilla y el granito? ¿Quién puede decir que tu muerte haya ocurrido en vano? Muchos lo creerán, yo ya no lo creo. ¿Habría aprendido más a través de tu ejemplo en la vida real que de tu recuerdo? Quizá; pero de lo que sí estoy segura es que tu extraordinario talento y tu breve y apasionada existencia fueron nutriendo mi incipiente espíritu creativo y me infundiste la fuerza para seguir adelante. Ya puedo gritar tu nombre, Marga, tu memoria fluye libre, sutil, en nuestras mentes. En la vida fuiste tu propia víctima y tu único verdugo. En la muerte eres ensueño, arte, magia, inspiración.
Marga Clark
Madrid, 13/6/2015
Con tus dedos polvorientos rozaste lo indecible.
Extrajiste el ingenio de la arcilla,
la pureza del yeso y la caliza.
Esculpiste en la piedra su cisura
para atisbar en su corte los cimientos.
Tallaste el enigma del lento amanecer.
Robaste al sueño su desvelo
para moldear la transparencia.
Arrancaste del mármol su irisada nobleza
y del herrumbroso fósil la raíz.
Hoy tu rictus es polvo del granito.
(Marga Clark. Del poemario: El olor de tu nombre
Huerga y Fierro editores, 2007).
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