Juanma: "Este no es mi final como cocinero. Oiréis de mí"
jueves 18.abr.2013 por Master Cooker 0 Comentarios
La experiencia en Masterchef ha sido intensa, aunque breve. En los dos programas que he durado he podido asistir a una clase en Le Cordon Bleu, por ejemplo. Pero esa estancia breve hizo que todo fuera más amable, supongo que según avance el programa la competitividad pueda superar el compañerismo inicial.
Lo mejor del programa: los compañeros. No os hacéis idea del grupo de frikis que nos juntamos, capaces de hablar sin descanso sobre cocina, técnicas, cocineros, ingredientes, recetas... Pero es que todos tenían al menos otra afición más fuerte: desde el ganchillo a los nudos marineros, la caza o la pesca (y no sólo José Luis), desde la bioquímica hasta el curanderismo (y hasta aquí puedo leer).
En el primer programa lo de los militares fue un poco shock para un objetor de conciencia como yo. Pero bueno, se trataba de dar de comer a 151 personas, que comen bastante y que vienen de hacer ejercicio. El plato era sencillo sólo era cuestión de organizarnos bien y no fue difícil.
Tuvimos mala suerte con la cocina militar. Cuando llegamos ya estaba encendida y con agua dentro y en dos horas no llegó a hervir. Así que no hubo puré. Intentamos hacerlo, pero no resultó "comestible". La solución de añadir las patatas medio cocidas al salteado de champiñones funcionó bien.
Pepe me criticó la salsa cuando apenas llevaba 20 minutos cociendo y aún le quedaba más de una hora de cocción. Y como todo el mundo sabe, el alcohol se evapora a 73º, así que con el resto de la cocción perdió alcohol. De todas formas no es factible emborrachar a 151 personas fornidas con sólo 2 botellas de brandy... ¡ni queriendo!
En el segundo programa la caja misteriosa no me pilló muy inspirado y pasé desapercibido, ni en los 3 mejores ni en los 3 peores. El plato me quedó bien pero no espectacular, suficiente como para quedar lucido, pero no tanto como para destacar.
Y ¿qué hice? Marqué la presa en la sartén, la metí luego al horno y al final la fileteé y la acabé en la plancha. Hice varios filetes para comprobar el punto, y viendo que era bueno, emplaté un par de ellos. Para acompañar, un couli de grosella y vino tinto, y las setas y patatas en rodajas gruesas.
Las patatas las cocí un poco en aceite (a baja temperatura) y luego un golpe de plancha fuerte para que quedasen bien doraditas y hechas por dentro. No teníamos mucho con qué aderezar así que use los ajetes bien picados y pimienta negra.
La prueba de la boda encerraba varias sorpresas, desde lo de los 3 equipos, la cocina, los ingredientes. El principal problema es que aunque la cocina era grande y profesional, no estaba pensada para que hubiera 3 equipos luchando por el espacio. Entrabamos en cocina cada media hora y teníamos 2 horas para cocinar. El equipo de los entrantes se encontró la cocina toda para ellos. Nosotros tuvimos que acoplarnos al espacio que habían dejado y los de la carne, pues se encontraron todo empantanado.
La lubina estaba cortada pero había que desespinar, acabar de quitar escamas (estaban quitadas pero no todas, y en una boda... no te puedes encontrar escamas) y racionar. Eso llevó mucho tiempo. Y no caímos en contar raciones, aunque al final llegaron de sobra. Efrén, que es un máquina en la plancha consiguió darles el punto perfecto a los 160 pedazos de lubina. (2 por plato) y acabarlos en el horno.
El complemento de los espárragos verdes nos falló, pero se salvó el plato. Cuando Jordi entró los componentes del plato estaban bien enfilados, pero no nos habíamos planteado casi nada del emplatado y ahí sí que nos vino bien su ayuda, aunque costase tan cara. Porque aunque nuestro plato fue el más apreciado por los invitados a la boda, el hecho de que hubiera entrado Jordi a ayudar nos hizo perder automáticamente.
Se que mi postura estuvo criticada, incluso por mi capitana, pero tengo la conciencia tranquila, me encargué de la crema y la crema estuvo hecha a tiempo y sabrosa.
Y así llegamos a la eliminación. No había hecho una tarta de queso en años y encima no era de este tipo. Pero no me asustaba mucho. Horneé la masa, para que no se quedase blanda luego con la pasta de queso. Infusioné la nata con la vaina de vainilla, porque los aromas de la vainilla se fijan mejor en una base grasa. Y tras probar los quesos, hice una mezcla de queso crema, tetilla y manchego. La torta del casar me pareció excesivamente fuerte.
A pesar de lo mucho que se criticó, no me puse morado de queso manchego. Deseché para la tarta la primera capa más seca, pero en lugar de tirarla, me la comí. ¡no fue para tanto!
Para la cobertura hice una mermelada de arándanos, un clásico y añadí unas rodajas de pitahaya, que hace bonito y al no estar cocinado daba sabor. Y en realidad nunca me dijeron que mi tarta fuera la peor, pero "no tuve actitud". Así que me despedí del programa bastante tranquilo, como creo que se habrá visto.
Este no es el final de mi carrera como cocinero, seguiréis oyendo hablar de mi.