Jean Dinh Van, un joyero esposado al arte
martes 10.jun.2014 por Rafael Muñoz 0 Comentarios
-El espíritu libre de la joyería-
Érase una vez un hombre con un sueño: crear joyas personales para lucir todos los días. Jean Dinh Van, nacido en 1927, iba para marino pero la influencia de su padre, un artesano lacador, le hizo cambiar de rumbo.
Estudió Bellas Artes y se formó en Cartier donde, según cuenta, se cansó de hacer joyones de panteras y flores para la aristocracia y las estrellas del cine y decide hacer piezas de joyería para lucir en la calle.
La década de los 60 llegaba a su meridiano y las mujeres, en pleno proceso de emancipación, adoraban las prendas de Paco Rabanne y Pierre Cardin. Dos creadores que
Anillos Menottes en oro blanco y oro amarillo se inspiran en el cierre de las esposas.
La moda, en esos años, nace y crece en la calle. La carrera espacial es fuente de inspiración y materiales como el metal y el plástico renuevan los armarios de las mujeres. También cambian los joyeros de las mujeres, que mudan de aspecto cambiando flores y animalitos por formas geométricas de línea sencilla y equilibrio perfecto.
En 1967 este singular joyero coquetea con la moda y crea la sortija de dos perlas, en diferente color, para la casa Cardin y expone sus trabajos en Montreal. Después arrasará en Nueva York y poco a poco su obra se extenderá por el Norteamérica.
Diseños de lo años 70 que siguen de actualidad.
En los años 70 deja a un lado la moda para abrazar el arte contemporáneo y su tienda de la rue de la Paix, todo un símbolo, se convierte en improvisada galería. Un concepto novedoso que hoy sigue funcionando y que en España hacen maestros como Joaquín Berao.
En la década de los 80 vuelve a romper esquemas por ser el primero en vender los relojes Swatch. Una decisión que provoca tanto escándalo que los diarios lo llevan en portada con el titular “Desgracia en la rue de la Paix”.
El famoso Pi Chinois en piezas unisex.
En los años 90 lanza uno de sus iconos, el Pi Chinois. Es una pieza inspirada en los discos de jade, en oro de 24 quilates y martilleada a mano, lo que hace única cada joya. La siguiente década, la del 2000, vuelve a sorprender lanzando una joya engarzada a un cordón de algodón.
Una pieza que representa, a la perfección, su sueño: democratizar las joyas, hacerlas fáciles de llevar. En 2003, su talento y su obra son renocidos y entran a formar parte de la exposición permanente del Museo de Artes Decorativas de París.
Ahora, a punto de cumplir 50 años de profesión, su espíritu revolucionario se mantiene intacto y sigue abriendo mercados por todo el planeta. Dinh Van acaba de llegar a Madrid y su espacio, elegante y minimalista, tiene la firma del diseñador e interiorista Sam Baron.
Alianzas que se adaptan a la forma del dedo.
La línea Menottes, otro éxito de la casa.
Diseños vintage en piezas de plena actualidad.