Cada semana en Radio 5 contamos un pedazo de nuestra vuelta al mundo en moto. Todavía en Egipto, quiero ir a Sudán. Para llegar al vecino país tengo que ir al sur. Rumbo a Asuán la carretera se desvía del curso del Nilo y se mete en el desierto. A veces se ve la gran herida fluvial azul y verde relampagueando entre el amarillo y el ocre. Es fácil imaginar lo que para los antiguos viajeros debía suponer divisar la humedad después de varios días o semanas de viaje por el desierto. La palabra júbilo tendría que adoptar todo su significado.
Aswan es la ciudad más al sur de Egipto. Última posta antes de llegar a Sudán. Es famosa por el obelisco inacabado, por la catedral copta, de centelleante color blanco, por el mausoleo de Agha Khan, por la gran presa y porque aquí se toma el peor barco del mundo. Aquí se encuentran las canteras de piedra granítica que construyeron el Antiguo Egipto.
La población tiene una latitud tan tropical que durante el solsticio de verano un objeto vertical no proyecta sombra alguna. Aquí se construyó una presa para evitar las impredecibles inundaciones del Nilo y crear un lago artificial llamado de Nasser. Es el lago que he de cruzar para llegar a mi próximo destino: Sudán, el antiguo reino de Nubia.
La urbe me sorprende por su limpieza y orden. Resulta un oasis de aseo comparada con Alejandría, de orden comparada con El Cairo y de amabilidad comparada con Luxor. Hay turistas, muchos, pero nadie los acosa. Hay tráfico y van rápido, pero no hay atascos. Hay mugre, pero también hay cubos de basura.
Lo primero es ir a la oficina de los billetes del barco. No hay acceso por carretera a Sudán, el único modo de cruzar la frontera es navegando. Hay que atravesar el lago Nasser y arribar al otro lado, en Wadi Haifa. Por eso Asuán es un cuello de botella donde pasan obligatoriamente todos los aventureros que hacen la ruta africana.
Cuando llego me encuentro con una concurrida presencia de viajeros occidentales. Hay una joven belga. Viaja con su novio en un 4x4. Más allá están un grupo de alemanes. Conducen un enorme camión todo terreno. Les acompaña un rubio delgado, de procedencia indefinida. Su vehículo es una camioneta de terrible aspecto, parece un trasto que lleve en Egipto más tiempo del recomendable.
Entramos todos en la oficina de Mr. Salah. El jefe del cotarro. Un tío importante vestido con la clásica galabiya blanca. Habla un inglés decente, ofrece una imagen de honradez moderada y sabe hacer su trabajo. Pero muchos de sus clientes viven en otro mundo. Me doy cuenta cuando nos informa de que el barco está lleno. La moto cabe, el gran camión del alemán y su familia también cabe. Pero el resto de automóviles no entran, no hay sitio hasta la próxima semana.
Lo suelta así, tranquilamente, sin darle importancia. Hay que esperar una semana entera para viajar a Sudán. Por supuesto, los afectados intentan todos los argumentos: que si las visas expiran, que si mira que pena, que si pueden pagar más.
—No es posible—rechaza Mr. Salah sin inmutarse—. El barco va lleno.
Lo dice con total parsimonia, como si fuera solo un pequeño contratiempo en una existencia larga donde todo es relativo. Para él seguro que es así. Qué más da una semana que otra. Qué importancia tiene esperar siete días en un agujero tan caliente y agradable como Asuán. Qué demonios se puede hacer en Sudán que no se pueda hacer en Egipto. Mr Salah se encoge de hombros para desesperación de la impaciencia europea. Una semana es una eternidad para un occidental que viaja por África. Para un africano, en cambio, no es más que un corto bostezo en una vida que pasa lenta, sometida a las pequeñas sorpresas que deparen los días, todos parecidos pero todos diferentes. Una semana en África no es una unidad de medida temporal. Es solo la sucesión de momentos comprendidos entre dos sábados. Mr Salah se encoge de hombros y se come otro dátil. No, no hay hueco en el barco hasta la semana que viene y asunto arreglado.
Próximo destino: el barco del terror.
Escuchar el audio en Asuán en Radio 5
Comentarios
Puedes seguir esta conversación suscribiéndote a la fuente de comentarios de esta entrada.