Seguimos dando la vuelta al mundo en moto Ruta Exploradores Olvidados a través de las ondas de Radio 5. Estamos en África y nos dirigimos a las fuentes del Nilo azul descubiertas por el madrileño Pedro Páez. Me encuentro en Sudán. Acabo de realizar el trámite de importación de Atrevida, mi moto, y cuando por fin logro salir del puerto de Wadi Halfa ya es bastante tarde. Más de las 3.
Se hará de noche a las cinco y media; no me dará tiempo a llegar a ningún sitio habitado, pero estoy harto de Wadi Halfa y decido salir y dormir donde me pille la caída del sol. Así que el desierto me acoge. Estoy feliz y eufórico. Por fin en el camino.
Avanzo rápido sobre la fina lengua de asfalto, quizá unos cien kilómetros, hasta que alcanzo una ruta paralela al Nilo. Aquí sí que es milagroso el gran río. En Egipto apenas lo veía porque todo estaba lleno de aldeas y poblados. Pero aquí no hay nadie. Lo que me rodea a ambos lados es solo desolación, la más perfecta nada, sin embargo, existe una estrecha brecha verde en el páramo inmenso y terroso. Las palmeras brotan alegres y espigadas a todo lo largo del cauce y los sudaneses se apiñan en esta poca tierra generosa construyendo sencillas viviendas de adobe. El espectáculo que observo desde los mandos de Atrevida es de una gran belleza. Esto es lo que he venido a buscar. Es primitivo, es pobre, es terrible, pero es absolutamente real. Tan real como lo era hace miles de años, cuando estas sencillas gentes oscuras no eran musulmanes y no existía Sudán, sino el reino de Nubia. Y precisamente es lo que poco queda de ese misterioso reino lo que ando buscando.
El horizonte es infinito y glauco. No hay nada. No hay nadie salvo algunos camiones y algunos resecos transeúntes varados en el arcén que deben esperar que alguien los transporte. La gente de este desierto parece consumida en su propia oscuridad, delgados como anchoas y secos como la mojama, se disuelven en el blanco de sus chilabas.
No hay nada, hasta que aparece algo extraordinario. Minas a cielo abierto. Un enorme campamento de plástico que acoge una multitud de mineros que chapotean en charcos. Buscan oro. Hay miles de desgraciados sucios de polvo y barro seco. Los que están sumergidos en estos pozos de agua color mate usan cedazos para filtrar el lodo. Me miran asombrados. Sin saber si enfadarse o alegrarse porque les haga fotos. No saben quien soy ni qué pinto. Por aquí no pasan turistas.
El sol desciende rápido en esta época del año y a las seis y media ya es de noche. Tengo que acampar. Salgo de la carretera asfaltada y me meto por la antigua pista. Se ven los meandros y las islas del Nilo. Diviso un lugar escondido detrás de una de las muchas acacias, ese árbol sin hojas que solo ofrece espinas en sus largas ramas. Tras el escondrijo planto la tienda y extiendo mi saco de plumas y una cena improvisada con pan y atún. Nadie me molestará durante mi corto sueño, pues enseguida se hace de día y puedo ver el amanecer mientras descorro la cremallera de la tienda. Veo como el mundo va naciendo poco a poco. Es como estar invitado al Génesis.
Próximo destino: Dóngola.
Escucha aquí El Reino de Nubia en Radio 5
¡Qué bueno haber descubierto tu blog!
Ya me he subscrito por Feedly. Con ganas de ir leyendo tus andanzas por Sudán.
Gracias por acercarnos estos lugares de esa forma natural.
Saludos!
Publicado por: ElFriki | 02/20/2017 en 06:01 p.m.
Experiencia única! Un placer leer tus vivencias con la moto!
Publicado por: juan | 05/15/2017 en 12:08 a.m.
Experiencia única! Un placer leer tus vivencias con la moto!
Publicado por: lucasarias | 05/15/2017 en 12:10 a.m.
HOLA Miquel, es maravillosos sentarse delante del televisor y tratar de imaginar que es uno mismo quien conduce tu moto y ver lo real de la situación, me encanta tu enfoque, tu forma de expresarte y mas cosas, una cosita ..el ultimo video que se emitió no hay manera de verlo, por que ocurre , puedes hacer o decir algo para solucionarlo....
un abrazo y adelante compañero
Publicado por: Antua | 06/05/2017 en 09:54 p.m.