La noticia sobre la tragedia acaecida en el lago Victoria vuelve a poner de relieve los riegos de viajar fuera de la burbuja occidental. Riesgos innegables, pero no porque los africanos puedan ser peligrosos y hostiles para el viajero de piel blanca, que no lo serán si uno guarda unas mínimas normas de seguridad marcadas por el sentido común, sino porque el entorno en sí es muy peligroso, pero principalmente para los propios africanos, que son quienes por obligación y no por diversión tienen que padecer terribles carreteras, vehículos obsoletos e inseguros y, como en este caso, sobrecargados ferries.
Los occidentales estamos demasiado acostumbrados al confort, que todo funcione bien, a que los trenes sean puntuales, a que las carreteras no tengan baches, a que los autobuses no circulen atestados ni acostumbren a despeñarse conducidos por chóferes agotados y drogados. Si alguna vez llega tarde el tren, la autopista tiene atasco o un autobús se avería y llegamos tarde a nuestro destino, nos quejamos amargamente y reclamamos responsabilidades porque siempre tiene que haber un responsable de mis molestias. Pero eso no es así en el mundo real donde viven el 80% de los seres humanos. Cuando suceden catástrofes, y suceden todo el tiempo, no hay responsables. La gente pobre se encoge de hombros, asume que así es la vida, esencialmente peligrosa, entierra a sus muertos y sigue adelante. No hay psicólogos, no hay crisis de ansiedad, no hay estrés postraumático que valga. No hay indemnización que reclamar porque no hay seguros y porque nadie se siente concernido. El tráfico mata un millón y medio de personas al año y mutila e incapacita a 50 millones. ¿Qué hacen las familias de los lisiados? Cuidar de ellos como pueden sin asistencia alguna y sin imaginar que exista una ley de dependencia.
Este panorama es el que tenemos que tener bien claro cuando nos vamos a África a disfrutar de la vida real, que la vida mata y que nuestras tarjetas de crédito pueden pagarte un safari pero no detendrán un elefante si lo molestas, ni impedirán que el chofer de autobús se estimule mascando kat toda la noche para poder mantenerse despierto, ni evitarán que el pobre pasaje de un ferry cargue en él cuantos fardos pueda porque de esos fardos vive su familia. Así que la primera norma para sobrevivir a un ferry africano es conocer los riesgos que asumes. Lo segundo es no tomarlo por diversión si no es absolutamente imprescindible.
La aventura puede ser loca pero el aventurero debe ser cuerdo. He dado la vuelta al mundo en moto y en solitario y he cruzado África. La gente era buena, las infraestructuras eran horribles. Pero yo era responsable de mi seguridad al usar mi propio vehículo. Miraba con pavor a los mochileros que se subían despreocupados en matatus, esas furgonetillas de pasajeros que aceptan a cuánto puede caber, y que circulan a toda velocidad en el demencial tráfico africano conducidas por hombres de ojos enrojecidos y gestos de autómata.
He tomado ferries sabiendo que me jugaba la vida pero nunca fue por diversión, sino porque en ocasiones no hay otra alternativa, como ocurre en el paso de Egipto a Sudán. Si quieres hacer la ruta este de África, tienes que embarcar en el ferry que va de Aswan a Wadi Halfa. La carretera existe, pero no dejan circular por ella. Así que confías tu vida a una compañía naviera que embute en un cascarón a cuantos pueden pagar el pasaje acompañados de sus mercancías. Sudán es un país paupérrimo y Egipto parece Suiza en comparación. Allí se producen y comercian todas las mercancías que no hay en Sudán, de modo que ese frágil paquebote es el único medio de importarlas en el norte del país. La sobrecarga de fardos escalofría. Pero no existe vía alternativa para el viajero, de modo que hay que jugársela. La mayor parte de las veces, no hay problemas graves, hasta que alguien se pasa con la carga permitida o sucede un imprevisto y aparecen en las noticias tropecientos muertos en un naufragio.
La vida es peligrosa y el entorno es terrible, pero la mayor parte del tiempo todos sobrevivimos jugando con fuego, unos porque nos gusta y la mayoría porque no tiene otro remedio. Lo que el viajero occidental no debería olvidar nunca es que lo que para él es diversión teniendo billete de regreso al confort, para los africanos ese infierno es su única realidad posible. Tenerlo siempre bien presente es mi último consejo para sobrevivir a un ferry africano. Al menos moralmente.
Reportaje en vídeo del viaje por Egipto y Sudán, incluyendo el ferry.
Sería un sueño poder recorrer África con mi V-strom.
Publicado por: Viajando Alto | 07/08/2021 en 01:10 p.m.