Huir de Roma sin salir de Roma
martes 5.jun.2012 por Nómadas 1 Comentarios
Por Álvaro Soto (@radioalvaro)
El barrio de San Lorenzo no se hizo a la medida del turismo, por eso es un lugar maravilloso para quien desee escapar por unas horas de las hordas de guías, grupos y vendedores callejeros que forman parte del paisaje cotidiano del centro de Roma. Desde la estación de Termini es media hora de paseo hacia el este por Via Tiburtina. Las tiendas de recuerdos que pugnan por llenar nuestras casas de horripilantes réplicas en resina del Coliseo y La Pietà de Miguel Ángel van dejando paso a bares, bazares, supermercados y tiendas de barrio.
Esto también es la ciudad eterna, pero a su manera: aquí está el Cementerio Monumental del Verano.
Los camposantos son lugares excepcionales para entrar en contacto con la idiosincrasia y el ser profundo de los habitantes de un lugar. Daremos un paseo tranquilo, en silencio, por sus arboladas calles trufadas de tumbas, cruces y ángeles de mármol. La naturaleza humana nos iguala a todos en la última hora: suntuosos panteones levantados por las fortunas italianas más notables (a la postre, impotentes) conviven con tumbas sencillas. Desde la suya, un finado saluda al visitante guitarra en ristre desde la foto que sus más queridos han colocado en la lápida junto a una emocionada despedida. Un cortejo fúnebre al fondo, una viuda que arregla unas flores más acá… En un sector de nichos descubrimos una fecha que se repite: 19 de julio de 1943.
Ese día la aviación estadounidense ejecutó un durísimo ataque contra la capital de la Italia de Mussolini. El objetivo de las bombas fue este mismo barrio: San Lorenzo.
La basílica homónima, prácticamente anexa al cementerio, quedó reducida a escombros. El orgullo, el tesón patrio y un buen empujón papal de Pío XII consiguieron reconstruir las casas y la iglesia en cuestión de un lustro. Entremos en el templo, merece la pena contemplar los frescos del siglo XIII que se conservan en el gran pórtico, los suelos de mármol al estilo cosmatesco, la atmósfera de recogimiento de su interior en penumbra, la cripta donde reposan los huesos del santo, muy cerca de una placa en español que honra al patrón de Huesca.
Hay quien dice que el barrio de San Lorenzo es un Berlín en miniatura, pues la asociación es inevitable: la reconstrucción llevó aparejada una reacción pacifista y antifascista que todavía es bien palpable en sus calles.
En Via degli Ausoni se levanta un muro que, si bien nunca dividió la ciudad, tiene en común con su primo berlinés una sucesión de pintadas que van directas a la conciencia.
La cercanía de la Universidad La Sapienza aporta un caudal continuo de sangre joven a un distrito que no ha perdido con el paso de los años su espíritu social y combativo, que todavía difunde ideas desde varias librerías especializadas que se anuncian a golpe de grafiti. Otros locales son ventanas al mundo, o restaurantes vegetarianos macrobióticos, o centros autogestionados como el que ofrece cine, exposiciones y talleres en un enorme edificio señorial que hace chaflán en el 104 de Via dei Volsci. Su fachada, ilustrada con carteles y siluetas de mucho gusto, invitan a conocer este espacio okupado convertido en centro cultural, como nos explica un hombre de aspecto sofisticado desde el otro lado de un MacBook.
Es un alivio pensar que la cultura libre sobrevive, aunque sea autofinanciada, al margen de turbulencias políticas y económicas.
Un poco más adelante, en esta misma calle, paramos en un local con terraza y toldos que hace esquina con Via degli Umbri.
Es el Sicil Bar, una cafetería sin pretensiones de ambiente estudiantil cuyo camarero, serio pero eficaz, sirve –aquí siempre en la barra– uno de los mejores cappuccinos de Roma por 90 céntimos.
Justo enfrente tenemos un mercado por si apetece comprar comida y hacer un picnic al norte de Via Tiburtina, en el parque dedicado a los caídos de la resistencia. Sus nombres rodean el jardín central y en los extremos hay una zona de juegos y un tren de la bruja.
Los niños tienen su espacio en San Lorenzo. La ludoteca de la escuela pública suele sacar las manualidades a la calle en forma de auténticas intervenciones urbanas; la última, cientos de plantas que brotan de botellas de plástico y guantes de goma.
Así es la vida en este barrio rabiosamente vivo junto a la ciudad de los muertos; tranquilo por el día y deliciosamente crápula de noche.
Es la otra Roma que recomendamos visitar después de fichar en las atracciones típicas y obligadas.
Un pequeño favor: ahórrate el borreguil lanzamiento de moneda en la Fontana de Trevi y echa el euro en alguno de los proyectos sin ánimo de lucro que se desarrollan en las calles de este rincón bohemio y comprometido.
Rómulo dijo
Me ha fascinado el: "Cementerio Monumental de Verano". Ciudades del otro lado, pero con vistas a éste. Recuerda el estilo de mausoleos, a los Hórreos de la España verde del norte, una monada.
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