Gargnano, la huella de D. H. Lawrence
martes 10.jul.2012 por Nómadas 4 Comentarios
Por Laura Alonso (@LauraRNE)
David Herbert Lawrence viajó a Italia hace ahora un siglo en busca, entre otras cosas, del sol y el benevolente microclima de la Lombardía. A nosotros Bérgamo nos recibe con una impresionante tormenta que, cuando descarga sobre el Lago di Garda, se convierte en un espectáculo para la vista, el oído y la piel.
El aeropuerto de Bérgamo, a 85 kilómetros de Gargnano, es nuestro punto de acceso para buscar, en Italia, la huella del escritor británico. D. H. Lawrence llegó a Lago di Garda procedente de Alemania, a donde había viajado con su compañera Frieda Von Richtofen. Se habían conocido cuando ella era aún la esposa de su profesor de francés en la Universidad de Nottingham. Así que el sol y la luz de la Lombardía no fueron solo un remedio para la salud sino, también, “jarabe” para un espíritu que se negaba a someterse al convencionalismo moral de la época postvictoriana.
(Pulsa en cada imagen para ampliar)
En el puerto de Gargnano tomó contacto por primera vez con la localidad y sus gentes, que siguen acudiendo a la placeta que descansa sobre el lago para pasear, tomar el sol, conversar o simplemente abandonarse a la placidez de los días de verano. Allí se encuentra, de hecho, el edificio en el que D. H. Lawrence residió a su llegada (imagen de la derecha) y que muy pronto abandonaría –por razones económicas– para trasladarse a vivir a un apartamento en la primera planta de la acogedora Villa Igea (imagen de abajo). La vivienda no está, ni mucho menos, elegida al azar. La ventana de su habitación le ofrecía una codiciada imagen: la de la salida del sol sobre el lago, recogida en su obra Crepúsculo en Italia.
“Por la mañana, a menudo, me tiendo en la cama y veo el amanecer. El lago aparece débil y lechoso. Las montañas, a la espalda, son azul oscuro y, por encima de ellas, el cielo brota y brilla, luminoso”.
Tampoco es despreciable la vista desde otra de las ventanas del apartamento, la que descansa sobre una de las villas más destacadas de la localidad, y que, en estos momentos, alberga la oficina de la Comunidad Parco Alto Garda Bresciano.
Alojarse en esa misma calle, en el centro histórico (Via Colletta-Via Oliva), parece, por tan to, una de las mejores alternativas. A muy pocos metros, encontramos dos establecimientos familiares, el hotel Gardenia al Lago y el Hotel du Lac, regentados por la segunda generación de la familia Arosio.
Optamos por el segundo, rehabilitado sobre lo que en el siglo pasado sería la antigua Pensión María Púa, como muestran las interesantísimas fotos de la época que se exponen en recepción. Todo acompaña, incluso el fantástico mobiliario restaurado de madera maciza que encontr amos en las habitaciones, a las que, por cierto, hay que acceder por la escalera, ya que no tiene ascensor. La más grata sorpresa del hotel llega, no obstante, al día siguiente cuando desayunamos, literalmente, sobre las clarísimas y limpísimas aguas del Lago di Garda, gracias a la estratégica terraza anexa al comedor. Desayuno variado y abundante, con extraordinarias vistas y, con la compañía de patos y peces a nuestros pies. Fantástica manera de comenzar el día.
El centro histórico de Gargnano, preservado con acierto del turismo depredador, ofrece decenas de plazas y rincones con un halo de película italiana de los 40. De calles estrechas, como casi todas las ciudades mediterráneas, se abre por un lado hacia la luz y el frescor del Lago di Garda, su razón de ser, y por el otro, hacia una zona montañosa. Hacia allí nos dirigimos, tal como hizo el escritor cuando fue consciente de que el tañer de las campanas, que acompañaba el devenir del día, procedía de la iglesia de San Tommaso. Acceder al templo requiere hoy día cruzar la carretera principal, que no existía en ese momento, y seguir un tortuoso recorrido de caminos empedrados que, en algunos tramos, permanecen tal y como los encontró el propio Lawrence. Al escritor no le resultó sencillo dar con la iglesia, tal como explica en el libro, donde parece sugerir que tomó la equivocada ruta de Villa Oliva, lo que le obligó a volver sobre sus pasos y regresar al puerto.
“Me apresuré hacia el final de calle, donde la luz del sol y los olivos parecían un espejismo frente a mí. Y, allí, encima, vi el rígido cuello de la antigua San Tommaso, gris y pálida bajo el sol. (…) Subí apresuradamente por la escalera quebrada y, de repente, surgió, como un milagro, limpia, la terraza de San Tommaso, bajo la tremenda luz del sol”.
El edificio original data del siglo XIV y, aunque posteriormente fue reconstruido, aún conserva algunos de los frescos, como el de Santa Liberia. Junto a la iglesia hay un monasterio construido en 1906 por deseo de Monseñor Feltrinelli y que ha albergado, hasta no hace mucho, una comunidad de monjes franciscanos. Ahora es el Centre Européen de Recontre et de Ressourcement.
D. H. Lawrence describe este templo como la “iglesia del Águila” que otea sobre los tejados de las casas.
“Era otro mundo, el mundo del águila, el mundo de la abstracción feroz. Todo envuelto en la clara y abrumadora luz del sol, una terraza colgando en la luz. Justo debajo, aparecían, confusos, los techos de teja de la villa, y, más abajo aún, el agua azul pálido, y en el otro lado, frente a mi cara y mi pecho, la luminosa nieve de la montaña en torno al lago”.
En Crespúsculo en Italia el escritor insiste en la vivísima impresión que le causó esta iglesia surgida, como un fogonazo de luz, entre la umbría de los recodos y la estrechez de los atajos, donde encontró vecinos, sobre todo pescadores, que le miraban con curiosidad y, tal vez, desconfianza, lo que le llevó a escribir que “aunque se dice que los italianos son hijos del sol, más bien deberían ser llamados hijos de la sombra, porque sus almas son oscuras y nocturnas”.
De regreso al casco histórico, nos detenemos un momento para contemplar uno de los muchos iconos religiosos que jalonan cruces de caminos y recovecos. Era costumbre pararse a rezar, santiguarse o, simplemente, pedir protección, para ahuyentar los malos augurios. Ya cerca del puerto encontramos la iglesia de San Francesco, mencionada también por D. H. Lawrence en Crespúsculo en Italia como la “iglesia de la Paloma”. Como muchos de los edificios históricos de Gargnano, lleva el sello de los franciscanos. Fue levantada en 1289 por monjes enviados desde
Brescia. Se trata de una construcción de estilo románico, de líneas puras y austeras. A la derecha del edificio está el claustro del monasterio que, desafortunadamente, está ahora cerrado. En 1879, el edificio pasó a manos de la Sociedad del Lago di Garda, que lo utilizó como almacén de cítricos. Algún gestor corto de miras decidió, además, en su día, que era apropiado construir un edificio de apartamentos en uno de los laterales. La iglesia fue declarada monumento nacional en 1912.
El trayecto entre San Francesco y la plaza del Puerto nos ofrece la ocasión para conocer el comercio local, con pequeñas tiendas familiares, sobre todo de alimentación y regalos. Por suerte, Gargnano ha conseguido evitar la imagen de “centro comercial” que después nos ofrecerá Sirmione. Pero ese es otro capítulo.
DATOS DE INTERÉS
Bresciatourism: Piazza del Vescovato, 3 Brescia
www.bresciatourism.it
Distancia aeropuerto de Bérgamo-Gargnano: 85 Km.
Transfer Bérgamo-Gargnano: Gheza Bus and Car Rental
Fotos: (c) Laura Alonso
Mae dijo
Precioso paraje, perderse, no tropezar con el turismo salvaje que soporta todo el Mediterráneo, una delicia y una rareza.
Jean dijo
Siento decirlo aquí, porque otro espacio no encuentro, pero otro palo no, que Juan Ramón Lucas abandone radio nacional no, el ha hecho posible que la radio pública funcione.Lo digo con el corazón en la mano.Por favor que no se vaya.Abrazos para su familia.
Gester dijo
Que interesante blog, me encanta viajar. Os invito a mi blog de alojamientos y hoteles exclusivos. Hoy dormir con jirafas http://sinentrarentucasa.blogspot.com.es/
Marta Velázquez Gallo dijo
Estimados señores:
Esta mañana escuché el Programa "Nómadas" dirigido por Iván Mora y Esther García,a las 7 Hs. a.m. y me parece cruel por parte de Chile que presente como TURISMO CHILENO lo que fue costa boliviana en los puertos de ANTOFAGASTA,TOCOPILLA, en las bahías de MEJILLONES, Algodonales y Herradura y las caletas de HUANILLOS, MICHILA y desarrollados como poblados interiores CALAMA Y SAN PEDRO DE ATACAMA.
Tengo la seguridad que el gobierno actual de Bolivia, está actuando con sensatez al dirigirse al TRIBUNAL INTERNACIONAL DE LA HAYA, ya que esta Institución sabrá pronunciar la justicia, permitiendo que el Tratado de 1904 sea MODIFICADO, para que BOLIVIA RECUPERE SU SALIDA SOBERANA AL PACÍFICO.
Muchas gracias.