On Off es una sección de vídeo realizada por el Área de Intercambios de TVE. En este departamento visionamos, controlamos, oímos y advertimos al resto de la redacción de todo lo que pasa en el mundo.
Ámsterdam se mueve sobre dos ruedas. Las estadísticas cuentan que tiene 747.290 habitantes y 600.000 bicicletas, es decir, casi una por residente. Todo en la ciudad está preparado para su uso: hay alrededor de 400 km de carril bici; en los metros existe la posibilidad de comprar un billete que autorice a su transporte y hay sitios específicos en los vagones para ellas. En la calle, es fácil dejarlas en los aparcamientos para bicis: el parking de la Estación Central puede acoger a unas 12.000 aunque la solución de amarrarlas a cualquier farola o a las barandillas que flanquean los canales parece que sigue siendo válida.
Sí, las bicicletas están en todos sitios. Hasta debajo del agua. El fondo de los canales de Ámsterdam es como un gigantesco cementerio de chatarra del que cada año se exhuman entre 12.000 y 15.000 bicicletas. Pero, ¿por qué acaban tantas ahí? Sería difícil de creer que los dueños del medio de transporte más ecológico optaran por desprenderse de él lanzándolo a un lugar tan poco adecuado para su desecho. Waternet, la empresa de gestión de aguas de Ámsterdam, lo achaca a robos y actos vandálicos, algo que no es nada inusual en la capital de los Países Bajos.
A los que les han robado la bici, aún tienen alguna posibilidad de recuperarla en el depósito de bibicletas de Ámsterdam (AFAC), donde acaba buena parte de las bicletas perdidas, robadas o retiradas por estar mal aparcadas. Allí aguardan a ser reclamadas por su dueño. Las que no, serán subastadas. Y si están demasiado deterioradas para ello, acaban corriendo la misma suerte que las que han acabado alimentando el arrecife de óxido bajo las aguas de Ámsterdam: serán convertidas en chatarra para ser reciclada.
La prevención sigue siendo la mejor medida para postergar ese desenlace. Kassan3, un programa para consumidores de la televisión holandesa, ha comprobado cuáles son los candados más resistentes a robos. Con uno de esos, y siguiendo algún que otro consejo, quizás evitemos que nuestra bici acabe acompañando a los peces del canal… o a los de la laguna más cercana.
"Existe una razón lógica para todo lo que esta ocurriendo en este mundo y más allá - y todo tiene un sentido perfecto. Un día entenderás el propósito divino del plan de Dios" - Lois Pearl
El viernes 11 de marzo a las 14.46.23 horas, un terremoto de magnitud 9.0 en la escala de Richter asoló Japón.
Hasta el momento hay 12.321 muertos y 15.347 desaparecidos, según las cifras oficiales.
Hoy os traemos un especial Japón: tres OnOffs, una pequeña muestra de las numerosas imágenes que hemos recibido.
No esperábamos ver lo que vimos cuando encendimos los monitores ese día. De hecho, nos quedamos tan perplejos que hubo compañeros que tardaron en asimilar lo que realmente estaba pasando: una ola gigante inundando la tierra. Veíamos en directo como arrasaba todo a su paso y como había personas que conducían o corrían sin saber muy bien hacia dónde. La magnitud de la tragedia era imprevisible en esos momentos y el aluvión de información comenzó poco tiempo después; en cuestión de horas se multiplicaron los envíos de imágenes y los conflictos bélicos pasaron a un segundo plano convirtiéndose Japón en el protagonista absoluto de la actualidad.
El epicentro del terremoto se ubicó en el mar, frente a la costa de Honshu, 130 Km. al este de Sendai en la prefectura de Miyagi, Japón. El seísmo provocó olas de hasta 10 metros de altura que azotaron las costas japonesas causando daños incalculables y la pérdida de miles de vidas. El tsunami lo arrasó todo a su paso, desde casas, coches, barcos, hasta edificios. El desastre además causó una explosión en la planta nuclear de Fukushima desatando la alarma nuclear por alerta de fuga de radiactividad en todo el país.
Las pérdidas materiales son abrumadoras para Japón, que ha destacado mundialmente por su cultura de prevención y reacción ante el desastre. Los japoneses están dando una lección de serenidad y solidaridad. No se han visto escenas de dramatismo, llantos ni saqueos y están mostrando cómo se deben de afrontar las desgracias y reponerse a ellas con entereza, muy distinto al comportamiento que han mostrado otras culturas o personas en momentos difíciles. Para ellos el respeto, la unidad y la honestidad son los pilares de sus vidas. Llorar en público, una forma de exteriorizar el sufrimiento, implicaría cargar de energía negativa a quienes quieren o rodean. El pueblo japonés "lleva dentro el 'yamato-damashii ': valor, patriotismo y dedicación al bien común por encima del interés individual".
Los alrededor de 300 bomberos y técnicos, hombres anónimos y casi todos mayores de 60 años de la compañía Tepco y otros voluntarios que hacen esfuerzos y sacrificios sobrehumanos para controlar los cuatro reactores del Fukushima, que amenazan con una fusión de sus núcleos y una fuga masiva, han recibido una orden irrevocable por parte de un directivo: 'Seguid hasta que la exposición a la radiactividad os mate'.
Lo que para un occidental sería inaceptable, para ellos es un orgullo cumplir los aspectos más positivos del espíritu japonés por desgracia en decadencia entre la juventud.
Otro hecho significativo ha sido la visita de los ancianos emperadores de Japón, Akihito y Michiko al centro de Tokio Budokan. Allí están alojadas unas 300 personas que fueron evacuadas de las provincias de Fukushima, Miyagi e Iwate. Vestidos más informalmente que de costumbre y en tonos oscuros, el emperador, de 77 años, y la emperatriz, de 76, recorrieron el refugio temporal y conversaron con algunas familias. No es un acto habitual.
Hasta 1945, los japoneses consideraban al Emperador una divinidad, pero ya no es un «arahitogami» (encarnación divina) porque los Estados Unidos obligaron a su padre, Hirohito, a renunciar a dicho pedestal tras la dolorosa derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Pero aún sigue siendo venerado por sus súbditos pese a su escasa implicación en los asuntos de Estado, limitada al máximo por la Constitución que impusieron los aliados tras la contienda. Pese a que el Emperador ha roto con algunas tradiciones para modernizar la hermética Monarquía nipona, como estudiar inglés o dejarse influir por la cultura occidental, hay costumbres que se mantienen: los súbditos se siguen dirigiendo a él por su título, «Tenno» (soberano celestial).
Esta visita recuerda la que protagonizaron tras el terremoto de Kobe en 1995, en el que perecieron 6.400 personas y la que hicieron tras el seísmo de Niagata en 2004. En Kobe, Akihito consoló a los supervivientes con un mensaje de ánimo: «No renunciéis a la esperanza». Dieciséis años después, ha vuelto a pronunciar dichas palabras.
A día de hoy, aun no hay una cifra final de muertos y desaparecidos, Japón vive en una situación de alarma nuclear, mientras litros y litros de agua contaminada son vertidos al mar.
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