19 posts de septiembre 2011

Autómatas ferromarinos

El 8 de septiembre se inauguró la exposición "Vida Acuática", en el Museo Marítimo de Barcelona. Un trabajo de Raúl Martínez que consiste en una colección de animales marinos autómatas hechos con materiales de reciclaje.

Su exposición nos recuerda a "Skeleton Sea", otra colección presentada por unos surfistas en la Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia a la que dedicamos un OnOff el pasado enero.  Sin embargo, los animales marinos de "Vida Acuática" nos han transmitido tanta ternura que no hemos podido evitar hablar de ellos. Caballitos de mar, cangrejos, mejillones o medusas reaccionan cuando nos acercamos a ellos gracias a unos sencillos sensores que les dan total autonomía transmitiendo a los visitantes una sensación de vida.

 A diferencia de "Skeleton Sea" el artista Raúl Martínez no tiene una intención de denuncia sino más bien quiere recuperar con su obra la belleza perdida de estos materiales. Las criaturas mecánicas han sido siempre la obra maestra del artista. Causaron gran impresión sus hormigas mecánicas en el Festival Pendiente de un Hilo, unas hormigas gigantes que alcanzaban el metro de altura y desfilaban por la Gran Vía de Madrid interactuando con los viandantes.

Estas obras, tan aceptadas y admiradas por el público, no habrían cobrado vida si su creador estuviera sentado en una oficina. Y es que el artista admite que se habría dedicado a la administración pero por circunstancias de la vida acabó en la fábrica de maquinaria de su padre, donde descubrió su verdadera vocación. Comenzó a fabricar piezas, utilizando todos los conocimientos adquiridos como desarrollador de maquinaria industrial y acabó dando vida a unos seres que entretienen y divierten a todo el que se acerca.

Vida Acuática es el exitoso resultado de dos años de trabajo en el que sus protagonistas consiguen, con cada visita, una chispa de vida. No podíamos dejar que os lo perdiérais.

Pócimas, espadas y bailes medievales

Si la Bella Durmiente, Cenicienta o la protagonista de La Bella y la Bestia fueran de carne y hueso podrían ser firmes candidatas para convertirse en huéspedes del Castillo de la Isla, orgullo de la ciudad Lituana de Trakai.

Conocida como "la ciudad en el agua" y situada a 30 kilómetros de la capital de Lituania, desde siempre este lugar ha sido destino multicultural donde convivían lituanos, polacos, judíos, tártaros, rusos y karaimos. Pero fue la Edad Media la época en la que este paraje se convirtió en el centro de la vida del país.

El castillo de Trakai emerge de las aguas para transportarnos a historias de damas y caballeros en pleno siglo XXI y todos los años se celebra un festival medieval en el que los duelos de caballeros, la artesanía, las recetas de cocina y los bailes clásicos del medievo adquieren todo el protagonismo.

Ahora que nuestra selección de baloncesto se ha llevado el triunfo del Eurobasket de Lituania, hubiera sido divertido encontrar en los alrededores de este Castillo a "la bomba Navarro", los hermanos Gasol o a Felipe Reyes vestidos con trajes típicos y celebrando la victoria rodeados de pócimas y espadas.

Cristina Cebrián

Un pueblo con madera de artista

Una aldea perfecta. Ese era el sueño del arquitecto ruso Vasily Schetinin, que se trasladó a Nikola-Levinets  (en la región de Kaluga) para crear un pueblo de fantasía, hecho en madera, donde los artistas pudieran alcanzar la inspiración necesaria a la hora de crear sus obras artísticas.

Finalmente lo ha conseguido y ha convertido la pequeña aldea en un auténtico museo natural. Un grupo de artistas, inspirándose en el paisaje natural, ha construido peculiares esculturas como un enorme faro de madera, un gran pájaro de hierro en medio del bosque o una hilera de tótems en la pradera, lo que ha conseguido llamar la atención de la mirada internacional.

Y no es para menos, ¿a quién no le gustaría vivir en una especie de Aldea del Arce en la que el hombre forma parte de la naturaleza? Sería una experiencia única, tú y la naturaleza, sin móvil, sin televisión, sin música, sin tu maravilloso sofá… Habría que probarlo pero…siendo sincera, creo que una visita de un fin de semana sería más que suficiente.

Gravedad cero

El artista Johan Lorbeer, alemán y profesor de la escuela de Bellas Artes de Berlín, ha visitado varias veces nuestro país. La última vez que hemos podido verle ha sido en Bilbao, en La Alhóndiga, y una vez más ha conseguido que los viandantes se queden petrificados preguntándose cómo puede un hombre sostenerse a dos metros de altura sin nada bajo sus pies y sujeto únicamente por su mano derecha apoyada en la pared. Pero es que la fantasía de volar está muy cerca de la mano de este artista al que la gravedad trae de cabeza.

Lorbeer flota y lo hace desde 2001 con la serie de intervenciones artísticas "Still-Life-Performance". La que trajo a Bilbao y que antes pasó por Madrid en 2009 -la mañana que se instaló en Atocha muchos llegaron cinco minutos tarde a trabajar- la llamó "Tarzan", pero la primera que hizo mella en la retina de los especialistas de arte españoles fue "Büro" que le sentó en el aire dentro de la Isla de los Museos de Berlín hace ya una década.

 

Sus actuaciones no duran más de 2h. Y en esta, Lorbeer, se permite para despistar -aun más- hablar por el móvil tranquilamente. Las caras son poemas. Todos se preguntan cómo puede ser, ¡si es imposible! La respuesta en la cámara rápida del final del vídeo. Digamos que hemos comprimido en 30seg (si llega) lo que a Lorbeer y a su ayudante les llevó cerca de 30min.
Ojo, no le gusta nada que a lo suyo se le llame magia, lo suyo es mucho arte.

Luis Jiménez

La casa de Aisha

Así era la casa de Aisha, la hija del coronel Muamar Gadafi. Apodada la Claudia Schiffer de África  y abogada de profesión (formó parte del equipo de letrados que defendió al exdictador iraquí Sadam Husseim antes de ser ejecutado), Aisha vivió en el lujo y en la opulencia como el resto de su familia gracias a los 43 años de dictadura de su padre.

Su casa, inmersa en el gran complejo presidencial de Gadafi, se ha convertido en una de las mayores atracciones de los habitantes de Trípoli tras la entrada de los rebeldes a la capital libia. Aun habiendo sido expoliada durante los primeros días, su mansión conserva intacta su piscina cubierta de proporciones insuales, los baños con jacuzzi,  alfombras persas, y cuadros. Tras años desconociendo que se escondía tras lo muros de la fortaleza gadafista, ahora los habitantes de la ciudad llevan a sus hijos a disfrutar del complejo. 

Parece que la ignoracia a la que Gadafi condenó a su pueblo, no era ajena a su familia, o así muestra la decoración kitsch de la mansión, que alcanza su mayor expresión con el banco-estatuta que preside el recibidor de la mansión de Aisha, quien se convierte en una gigante sirena dorada para acoger la espera de sus huéspedes. Aisha, que se ha exiliado en Argelia junto con dos de sus hermanos y sus hijos, probablemente jamás volverá a disfrutar su casa. Eso, aunque no le guste a la abogada Aisha, el pueblo libio por fin la puede disfrutar.

Javier Olano

¡Todos a por el cipotegato!

Bajo una interminable lluvia roja apararece cada año el Cipotegato en Tarazona. Su objetivo es llegar desde la Casa Consistorial hasta el monumento en honor a su figura. En esta misión casi imposible, bajo miles de tomates usados como proyectiles, le ayudan los veteranos de las peñas y los miembros de su cuadrilla. Entre todos tratarán de sortear el inagotable bombardeo. Una vez alcanzado el objetivo, el cipotegato es vitoreado por una multitud frenética que le llevará en volandas de vuelta a la Casa Consistorial.

Esta fiesta, tan sorprendente como original, podría remontarse al siglo XVIII. En el Archivo de la Catedral de Tarazona hay una resolución del Cabildo que prohíbe la celebración del "Pellexo de Gato", se podrían estar refiriendo perfectamente a una versión anterior del cipotegato. Se celebraba en la la víspera del Corpus Christi, cuando un hombre disfrazado de gato perseguía a los niños por las calles de la localidad.

Ya en el siglo XX los documentos del Archivo Municipal registran el abono de seis pesetas al valiente que se enfrentara a la feroz tomatina. A día de hoy no se paga por ocupar dicho puesto, el cipotegato se elige por sorteo entre todos los jóvenes que se animen a participar. Este año, por cierto, ha sido una mujer.

En conclusión, sin saber exactamente cómo, lo que queda claro es que el festejo, con el paso del tiempo se convirtió en tradición. Tanto que en 1998 fue declarado de interés turístico regional y en 2009 de interés turístico nacional.

No hay duda de que el Cipotegato es una buena excusa para visitar Tarazona, unirse a la alegría de la fiesta y conocer una de las más auténticas señas de identidad de este municipio que, además, nos ofrece algunas de las más notables joyas del arte mudéjar.

Rafa Gómez

Un duro golpe contra el juego

Las máquinas tragaperras que vemos en los bares son un entretenimiento,que en ocasiones puede ir de la mano de la ludopatía. Sus creadores lo saben, también los negocios que las compran, por ello en España están prohibidas a los menores de18 años. La ludopatía no es ninguna broma: está catalogada de enfermedad por la Organización Mundial de la Salud y es capaz de arruinar cuentas corrientes, familias y vidas.  

En Perú no es difícil encontrar este tipo de máquinas dirigidas a los menores de edad; por ello, desde el gobierno se trabaja duro para erradicar esta práctica. Para muestra, un botón: 872 máquinas de este tipo confiscadas en diferentes comercios se han destrozado, literalmente, bajo la atenta mirada del ministro de Comercio Exterior y Turismo, José Luis Silva.

Y así, a golpes, tienen la esperanza de acabar con esta adicción, por lo que no dudan en  pedir ayuda a la ciudadanía, cuyas denuncias resultan indispensables para saber dónde se encuentran estás máquinas dirigidas a niños. No estaría de más una ley más restrictiva en este asunto, al fin y al cabo  se trata de prevenir una enfermedad crónica que puede salir muy cara.

Beatriz Esparcia

Festival por las almas de Fukushima

El "festival de Obón" o "fiesta de las almas", es un evento anual japonés en el que vivos y muertos se reúnen para celebrar bailes, rezos y juegos. Según cuenta la tradición cada año durante el Obón los espíritus regresan a este mundo para visitar a sus familiares. Y éstos, lejos de salir huyendo de la "visita espiritual", la esperan con ansia y viajan desde largas distancias para reunirse y celebrarlo con sus muertos. 

Y es que este festival nada tiene que ver con los mitos de las películas de terror en los que los fantasmas regresan de sus tumbas para aterrar a los vivos. Se trata de una fiesta en toda regla en la que los japoneses tocan los tambores taiko y bailan la tradicional bon odori. Estas dos expresiones artísticas están íntimamente ligadas al hecho de volver de la muerte: los tiako conocidos desde hace miles de años pueden alcanzar hasta dos metros y medio de diámetro y se usan para atraer a los dioses a la Tierra y poder dialogar con ellos. Las danzas bon odori dan la bienvenida a las almas perdidas con alegría.

En esta ocasión la celebración ha sido dedicada a las víctimas del terremoto de Fukushima, cuyo recuerdo va desapareciendo del panorama internacional tan sólo seis meses después del desastre. Un devastador tsunami desoló a la población de Fukushima y olas de hasta 20 metros hicieron que 20.000 personas perdieran la vida.

La fiesta concluye con la vuelta a casa de vivos y muertos, unos avanzando entre el tráfico y otros guiados por los farolillos que flotan en todos los ríos y lagos como camino hacia el mundo espiritual.

Sin duda, es una bonita forma de recordar a los familiares que ya no están y de calmar, aunque sea por unos días, el dolor por su pérdida.

La fiesta de los alter egos

Con ocasión de la feria Comic-Con de San Diego, en California, Marvel organiza cada año un concurso de disfraces al que acuden decenas de seguidores de comics cuidadosamente ataviados de sus personajes favoritos.

Cuando vemos este vídeo podemos pensar que todas estas personas son “frikis” de los videojuegos, películas de superhéroes o cómics; pero nada más lejos de la realidad. La verdad es que al ser humano le fascina disfrazarse y siempre está buscando la excusa perfecta para ello: carnavales, Halloween… porque en el fondo todos tenemos un alter ego; a todos nos gustaría tener un “otro yo” más fuerte, más guapo y con súper poderes que nos saque de apuros o de la vida que llevamos.

A lo largo de la historia, los alter egos han tenido numerosas referencias en el cine y la literatura, donde el creador los usa para esconder la personalidad del protagonista o para crear conflictos entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal.

Referencias reconocibles son casi todos los superhéroes, que usan sus alter egos para salvar el mundo y esconderse, pero también hay otros ejemplos válidos y recientes de la cultura contemporánea: Lord Voldemort -de la saga Harry Potter- es el personaje que crea Tom Riddle, que, aunque siendo joven ya era malvado, necesita otra personalidad para conseguir el poder; Patrick Bateman, el yuppie del libro “American Psyco” -de Bret Easton Ellis- se acaba creyendo su propio personaje psicópata que le ayudaba a lidiar con el día a día.

Precisamente, uno de los ejemplos más ilustrativos del alter ego postmoderno lo creó Chuck Palahniuk con su primera novela, que en 1999 fue llevada al cine por David Fincher: “El Club de la Lucha”. En la trama, Jack es un pobre infeliz que sufre insomnio y que por las noches se convierte en Tyler Durden, un personaje que hace todo lo que él no se atreve a hacer. En el cine, Fincher fue muy gráfico: por un lado estaba el triste, escuálido, ojeroso y tonto del Jack de Edward Norton y, por otro, su alter ego: un Tyler Durden interpretado por Brad Pitt guapo, cachas, brillante, carismático y valiente. Casi podríamos decir que Tyler Durden es el alter ego que todos los hombres postmodernos elegirían crear.

Las personas que acuden cada año al Comic Con disfrazados buscan dos cosas: huir de su verdadera identidad -que les permite más licencias- y meterse en la piel de alguien al que admiran. El problema viene cuando, como le pasó a Jack o a Patrick, dejas de distinguir entre realidad y fantasía.

Virginia Vega

Los 'maluch' vuelven al asfalto

Seat 600, Beetle… apodos cariñosos que definen a los coches que han supuesto un símbolo para toda una generación de personas. Coches que por su funcionalidad y sobre todo por su precio posibilitaron el acceso a cualquiera a tener un utilitario con el que moverse. Coches que se popularizaron y marcaron un hito en la historia de cada país.

En Polonia este honor lo tuvo el Fiat Polski 126, que comenzó a fabricarse en los años 70 y que supuso todo un fenómeno en este país del este de Europa en plena guerra fría. Los fabricantes del Maluch (bebé en polaco) produjeron en poco menos de 30 años más de cuatro millones de unidades, de las cuales unos tres millones se quedaron en el país.

No es extraño comparar la fiebre que tuvo el Seat 600 en España con la pasión por el Maluch en Polonia. Por eso, y a semejanza de su primo español, no falta ocasión para que este auto sea exhibido con orgullo por quienes aún lo conservan en sus garajes.

Y esto es lo que ha ocurrido en Torun, donde nostálgicos, coleccionistas y presumidos, pasearon por las calles de esta ciudad medieval para dar un salto en la historia y volver por un momento a los años en que el Maluch fue el rey de la carretera.

AM Santamaría

OnOff


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