A caballo regalado...
A caballo regalado, no le mires el dentado. Es una de los dichos más populares del refranero español y su origen se refiere a la posibilidad de calcular la edad de un caballo mirándole la dentadura ya que las piezas van creciendo sucesivamente desde su nacimiento y, a partir de determinada edad, es el desgaste el que revela sus años.
Esto sucede cuando el caballo se cría de forma salvaje. La dentadura equina está preparada para comer hierba durante doce o catorce horas diarias. Por eso, aunque los dientes no paran de crecer durante toda su vida, se van desgastando y su longitud no supone ningún problema. Pero no todos los caballos mantienen esta rutina: los de carrera y los que se dedican a deportes como el polo disfrutan de la comodidad de recibir comida ya troceada, en menores y más energéticas porciones… Una dieta que se vuelve en su contra cuando llega la hora del dentista.
Al no desgastarse como deben, se les forman picos de esmalte y otras deformaciones que impiden la correcta masticación y alteran, no sólo la digestión y nutrición del animal sino también, de forma indirecta, su comportamiento. Andrés Franco Saavedram, Óscar Quintero y David Cordero forman un equipo de dentistas equinos que trabajan para evitar que esto pase en Colombia. La mano del hombre vuelve a enderezar lo que el mismo hombre ha causado al cambiar los hábitos naturales de estos animales.
Marta M. Mencía