Un camarero eficiente y un oasis en medio del caos
Después del sentimiento ecologista que se nos despertó ayer hoy os llevamos a la cultura oriental. Primero con un camarero que ya lo quisieran muchos bares y restaurantes de por aquí y luego con una disciplina que promete hacernos olvidar que en un aeropuerto nos encontramos rodeados de aviones.
UN CAMARERO EFICIENTE
Servir de una tacada diez platos en un restaurante podría parecer, según los ojos de quien los mire, un ejercicio salvaje de eficiencia (o explotación) laboral, una compleja práctica acrobática, una suspicaz maniobra hostelera en nombre del marketing o una rebuscada forma de ganarse las propinas.
A alguna de estas conclusiones debieron de llegar los comensales de un restaurante de la ciudad china de Chongqing cuando vieron su plato aparecer, junto a otros nueve, sobre la cabeza del camarero, quien diligentemente les sirvió su guiso sin derramar ni una gota. Entre ida y venida a la cocina, además, el camarero no dudaba en ofrecer espectáculos equilibristas y bailes a la pata coja para que nadie durara ni un segundo de su portentosa habilidad con las bandejas.
En realidad, el camarero en cuestión, es el noveno sucesor de una tradición de más de 200 años de antigüedad llamada "Dapen" que consiste en llevar en equilibrio tablas en la cabeza. El ayuntamiento de Chongqing le había invitado con motivo de la Fiesta de la Primavera. Yang Guangqiang tiene 54 años y lleva 30 trabajando esta habilidad de la que dice, que el truco, está en mirar para adelante y tener cabeza y cuello fuertes. Qué menos.
Ahora Guangqiang piensa que es el momento de dar relevo a esta habilidad y acoger a un aprendiz que, por qué no, incluso dé cuenta por escrito de las maravillas del maestro al más puro estilo socrático. ¿Algún interesado?
Si os ha estresado el On Off anterior estáis invitados a ver el que viene a continuación, relajante en medio del caos.
YOGA EN EL AEROPUERTO
Sea un rutinario viaje de negocios o la antesala para alcanzar el destino de nuestras vacaciones, lo cierto es que los vuelos siempre causan cierto estrés: la llegada al remoto aeropuerto, los equipajes, las colas, los controles de seguridad, los retrasos, las salas de espera abarrotadas…
Los pasajeros que despegan desde San Francisco lo tienen ahora más fácil para tomarse de forma tranquila todos estos trámites. El aeropuerto ha puesto a su disposición una pequeña sala de yoga donde poder aislarse del trasiego habitual. Está dotada de algunos espejos y colchonetas pero no hay luces brillantes, ni monitores, ni megafonía... y, sobre todo, no hay ruidos.
Es un ejemplo más de cómo los aeropuertos tratan de adaptarse a las necesidades del viajero… y, en ocasiones, rascar un poco su bolsillo. Para verlo no hace falta cruzar el charco. Sin ir más lejos, la salita del yoga palidecería al lado de los servicios de Spa que se ofrecen en la T2 y la T4 de Barajas. Y después de ello, quizás aún pudiese uno irse a cortar el pelo, de compras, revisar la prensa y hacerse con el regalo que aún faltaba por cumplir… hasta que llegue el momento del embarque. El tiempo es oro.
Marta M. Mencía
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