Primavera en el sol naciente
Grandes reservas de sake, bolsas llenas de cerveza, sushi, una manta y por supuesto, las flores. Tokio se llena estos días de centenares de ciudadanos que se reúnen con amigos, familiares o compañeros de trabajo para celebrar el sakura, florecimiento de los cerezos, conocido popularmente como Hanami, una fiesta que durante mucho tiempo fue un privilegio exclusivo para la nobleza. Existen varias versiones sobre su origen: adoraciones para proteger y agradecer las cosechas o contemplación de las flores para el cultivo del alma (Hana: flor. Mi: contemplar), hasta llegar al presente, en el que se ha convertido en una de las fiestas más populares y esperadas por parte de los japoneses.
En Japón existen más de cien variedades de cerezos y la brevedad de su florecimiento, unas dos semanas, hace que los ciudadanos estén atentos a las predicciones meteorológicas para saber cuando tendrá lugar este bello espectáculo. Incluso existen espacios de televisión dedicados únicamente y exclusivamente a este acontecimiento que también sirve para atraer anualmente a miles de turistas.
En el corto periodo que dura el hanami, los parques se llenan de puestos de comida ambulantes y se decoran con farolillos y focos que alumbran los árboles para que ni de noche se deje de admirar la evolución cromática de una fiesta en honor de la belleza efímera. Este año estos puestos han sido habilitados para artesanos de las prefacturas más afectadas por el terremoto y tsunami del año pasado, con lo que no solo se ha querido ayudar, también se ha querido celebrar la recuperación de la normalidad.
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