¿Quién no ha jugado alguna vez a vender artesanía en la calle? Una banqueta y una caja de zapatos eran suficientes para entretenerte durante todo el verano. Pulseras de hilos, colgantes, o broches eran los objetos más cotizados en los años 90, aunque en las zonas costeras los joyeritos forrados con conchas recién cogidas de la playa causaban gran sensación entre los turistas.
Y así, cada tarde montabas tu caja de zapatos que servía de mesita para colocar tus obras de arte, que habías elaborado previamente por la mañana. Llamar la atención del visitante o de tu propio vecino eran fundamentales para cerrar las ventas de tu "pequeño negocio". Así éramos los emprendedores en los años 90.
Sin embargo, a nadie sorprende si digo que aquellos que nacieron con el nuevo milenio son una generación de última tecnología. No sólo porque sepan utilizarlas a la perfección desde que tienen apenas 3 años, o porque sean los primeros españoles bilingües desde que son niños, sino por su capacidad de desarrollar una versión 2.0 de nuestras ideas de infancia.
Y es que en la localidad de El Peral, en la provincia de Cuenca, la caja de zapatos ha sido sustituida por una amplia mesa donde un grupo de "emprendedores" de 12 años, expone sus últimas creaciones. Ya no esperan sentados en una banqueta para captar la atención de algún paseante, sino que tienen su propia página web, y se manejan a la perfección
en las redes sociales.
En sólo un curso la cooperativa Naturart creada por alumnos de 5º y 6º de primaria ha conseguido unos beneficios de casi 1000 euros, y ahora se plantea seguir o no con el proyecto que ya les ha hecho ganadores del
Premio Accesit de Iniciativa Social.
Una aventura que les ha acompañado durante nueve meses, y que les enseñado los valores de la cooperación, la creatividad, la solidaridad, el trabajo en equipo y la importancia de soñar en estos tiempos que corren.
Ana Santamaría.