¿Extraterrestres? Lo único seguro es que estamos ante algo asombroso
lunes 19.oct.2015 por Jesús Hidalgo Bravo 3 Comentarios
Decía Carl Sagan que las afirmaciones extraordinarias requieren siempre de evidencias extraordinarias. Y eso es lo que precisa el descubrimiento hecho con el Telescopio Espacial Kepler del extraño comportamiento de una estrella que ha desatado todo tipo de especulaciones, incluido el hallazgo de vida inteligente.
Hasta ahora, lo único científicamente comprobado es que la estrella de nombre KIC 8462852 se comporta de un modo increíblemente extraño. Algo desconocido orbita a su alrededor y no parecen ser planetas. Kepler se ha dedicado los últimos cuatro años a monitorizar el brillo de un montón de estrellas, buscando pequeñísimas variaciones de la radiación a intervalos regulares, cosa que en astronomía se interpreta como el paso de un planeta por delante de un astro. Así ha encontrado Kepler más de 1.000 exoplanetas.
Imaginemos a un alienígena en una remota galaxia que apunta con un telescopio hacia el Sistema Solar. El tránsito de Júpiter (el planeta más grande de nuestro vecindario) por delante del Sol supondría una caída de aproximadamente el 1 % de su brillo. Con ese dato, nuestro alienígena supondría que algo del tamaño aproximado de un planeta la está orbitando. Si siguiera midiendo vería como –a intervalos regulares– van pasando los demás planetas, provocando ligerísimas variaciones en su brillo. Habría encontrado un sistema de cuerpos celestes girando en torno a una estrella. Esto es lo que hace Kepler metódicamente.
Pero en KIC 8462852 ha encontrado una anomalía: las caídas de su brillo son gigantescas (algunas de ellas del 20 %) y completamente asimétricas, lo que no corresponde en absoluto con los modelos astronómicos de caza de planetas extrasolares. Si en algo parecen estar de acuerdo los científicos por ahora es que no se trata de un planeta.
¿Entonces? Por el momento son todo especulaciones. Una de las más plausibles es que se tratase de una estrella joven, que aún está en el proceso de acumular masa, y por ello está rodeada de una nube de polvo y rocas que podrían explicar la irregularidad de su brillo. El problema es que –según las mediciones de radiación infrarroja– KIC 8462852 tampoco es una estrella joven.
Otra explicación es que esa masa que se cruza delante de la estrella corresponda a una nube de cometas que se han visto despedidos hacia la estrella, atraídos por el empuje gravitatorio de un segundo astro cercano. Aunque una colosal fragmentación de varios cometas puede ocurrir, es difícil imaginar un fenómeno capaz de tapar el 20 % de la luz de una estrella. Además ese colapso debería producir una enorme cantidad de polvo, lo que debería producir –como hemos mencionado antes– que la estrella brillase intensamente en el infrarrojo, lo que tampoco es observado por los astrónomos.
Pero la hipótesis que ha desatado la locura de los medios de comunicación es esta: ¿y si el cambio de brillo no fuese natural? ¿Y si hubiese detrás una civilización alienígena? Es la interpretación que fue publicada hace unos días en The Atlantic. Según mencionaba este medio, Jason Wright, un joven astrónomo de la Universidad Penn State, va a publicar proximamente una interpretación alternativa que va por el camino de los hombrecillos verdes. Según esta línea argumental, los cambios en el brillo se podrían deber a la construcción de una megaestructura creada por alguna civilización extraterrestre. Algo parecido a una esfera de Dyson, una infraestructura hipotética propuesta en 1960 por el físico Freeman Dyson, en la novela de ciencia ficción Star Maker y supuestamente fabricada para aprovechar al máximo la energía de la estrella. Desde el punto de vista científico, una de las ideas más locas y más maravillosas que se han escuchado en las últimas décadas. Y por supuesto, pura especulación.
Que un grupo de científicos contemple una posibilidad como esta denota de que no tienen ni la más remota idea de qué demonios está pasando en esa estrella. Pero eso no es necesariamente malo. Como recoge iflscience en esta entrada, muchos de los más importantes y excitantes descubrimientos de la astronomía fueron eventos completamente casuales. La serendipia inunda la historia de la ciencia y sea lo que sea lo que los investigadores han hallado en esa lejana estrella –cuando buscaban otra cosa totalmente distinta– será totalmente asombroso. Valgan como ejemplo algunos casos:
En 1781, usando un telescopio casero William Herschel descubrió Urano mientras recorría el cielo en busca de estrellas dobles. De un solo golpe, gracias al descubrimiento de Herschel, se duplicó el radio de nuestro Sistema Solar, y se dio a luz verde a la búsqueda de otros planetas. Este hallazgo llevó también al descubrimiento de Neptuno, a través de la fuerza de gravedad que ejercía sobre Urano. La búsqueda de más planetas cercanos a nosotros llevó al descubrimiento de los asteroides y otros objetos que orbitan nuestro Sol, que son fundamentales a la hora de desentrañar el nacimiento y evolución de nuestro Sistema Solar.
En 1965 dos jóvenes físicos Arno Penzias y Robert Wilson descubrieron una misteriosa radiación mientras calibraban una antena de los Laboratorios Bell en Nueva Jersey (EEUU). Después de intentarlo todo, e incluso volver a montar la antena pieza a pieza, llegaron a la conclusión de que era imposible deshacerse de aquel misterioso ruido. Normal; habían descubierto el eco primigenio del universo, el silbido eterno provocado por el Big Bang que llena el cosmos por completo: la radiación de fondo de microondas. Aquellos dos jóvenes que apenas sabían nada de astronomía recibieron el Nobel de Física en 1978.
En julio de 1967 los astrónomos Jocelyn Bell y Antony Hewish detectaron unas señales de radio de corta duración y extremadamente regulares mientras rastreaban el cielo con un radiotelescopio. El extraño pulso, procedente de un único punto, tenía una rapidez y una regularidad pasmosa, nunca observada antes. Poseía un periodo de 1,33730113 segundos. Al igual que ocurre con KIC 8462852, lo observado desafiaba cualquier explicación conocida. De hecho, ambos científicos pensaron que podrían haber establecido contacto con una civilización extraterrestre, por lo que llamaron tentativamente a su fuente LGM (Little Green Men u Hombrecitos verdes).
Una vez publicados los datos, científicos de todo el mundo buscaron posibles explicaciones y llegaron a la conclusión de que el fenómeno era puramente natural. No eran hombrecillos verdes sino algo mucho más impresionante (al menos desde el punto de vista de la física). Se trataba del núcleo vivo de una estrella más masiva que el Sol después de su colapso, tras la explosión de una supernova. Ese objeto, llamado estrella de neutrones, posee un intenso campo magnético que induce la emisión de pulsos de radiación electromagnética a intervalos regulares, relacionados con su periodo de rotación. Habían descubierto el primer pulsar y, con ello, toda una rama de la astronomía. Anthony Hewish recibió en 1974 el Premio Nobel de Física por este descubrimiento. La joven Jocelyn Bell no recibió condecoración, aunque fue ella quien advirtió la primera señal de radio.
Los científicos seguirán observando pacientemente durante años a KIC 8462852 para tratar de explicarnos qué diantres se está cociendo a 1.480 años luz, en la constelación de Cygnus. ¿Una civilización extraterrestre? ¿Por qué no? La ciencia no está exenta de sueños. Pero una regla muy antigua dice que en igualdad de condiciones la explicación más sencilla suele ser la más probable. Así que, o le damos a Sagan sus evidencias extraordinarias o, por el momento, será mejor que dejemos de hablar de hombrecillos verdes.
Imágenes: Fotolia/Kepler/Bungie Studios/archive.org
Javier dijo
Dos ejemplos más de descubrimientos de "vida alienígena inteligente" que finalmente no lo fueron, ambos en Marte: los canales, descubiertos por Schiaparelli en 1877, y la efigie fotografiada por la sonda Viking en 1976.
Saludos
Javier
marc victor dijo
Y nadie se ha ocurido de pensar que sencillamente la masa de la planeta puediera ser tan grande como la estrellas !
Astar dijo
Pues no. Eso no puede ser puesto que un planeta que excede de cierta masa automáticamente pasa a ser una estrella. De hecho probablemente Júpiter se quedó a medio camino de convertirse en una estrella. Igual me equivoco, pero creo que no podría haber nunca planetas tan grandes como una estrella, a no ser que fuese una estructura artificial...