4 posts de diciembre 2008

Otro cuento de Navidad

El sol de las Maldivas es el mejor del mundo. No hay duda, pensaba tumbado en la segunda cubierta de su yate. Se había tomado su primer cosmpolitan en una copa de cristal exclusivo.

La mañana era tranquila, su acompañante se bañaba en la piscina del barco y la tripulación cumplía al milímetro todos sus deseos. De vez en cuando, la imaginación se le iba.

Estaba seguro que había comprado en Bulgari todo lo que necesitaba, y guardaba una sorpresa que había visto hacía unas semanas en la rue Montaigne. Tenía champán francés más que de sobra, vendrían algunos amigos de los yates vecinos. Sólo le faltaba saber qué sorpresas les prepararía el cocinero. Nada de caviar, ni langosta, por favor. Algo sencillo, pero esmerado.

La fiesta tendría un momento especial cuando el grumete negro apareciera vestido de Santa Claus, o died Marós...

Ay! qué cosas tiene la cabeza! Por un momento pensó en su infancia, en la inquietud con que esperaba Novi God. El hielo en los cristales, su padre intentando sintonizar la Voz de América, las mujeres atareadas en la cocina, preparando ensalada Olivier (más o menos, nuestra ensaladilla rusa) para un regimiento... Aquella vez que su madre lo envió a comprar mayonesa a última hora. Dos horas de cola.

Aquéllo era Novi God, pensaba, mientras por la megafonía de la zoan de piscina sonaba ligera una cierta música lounge... Bueno, a los chicos en Moscú con su madre tampoco les faltará nada. No, desde luego que no conocerán aquellos discursos del secretario general (Breznev) que daba paso a la cena del año. Qué buenas aquellas ensaladas! Y la mandarina. Venida de Abjasia, una de las pocas que comíamos al año. Envuelta en papel amarillo. Qué pocos papeles de colores veíamos!

Y, luego, la sorpresita que algún mayor siempre guardaba. Una botellita de brandy armenio o georgiano. Qué gritos! Cómo se ponían! Ahora me sobra el mejor cognac francés.

Novi God al sol, sin nieve! Qué cosas!

Tumbado en su hamaca se le ocurrió una idea. La próxima vez que le viera, que viera al primer ministro le comentaría sus ideas. Primero, que en Novi God siempre haga frío; segundo, que vuelvan las mandarinas de Abjasia (para eso hemos reconocido su independencia), y tercero, recuperar estas fiestas con versos de Pushkin. Una idea como para ganar un premio Nobel.

Miró su copa y pidió al camarero otro Cosmopolitan...

PD.- Este post es una adaptación de un pequeño relato que acabo de leer en una revista rusa.

El 24 no es Navidad

Un simpático anciano con barba blanca y vestido de rojo trae los regalos. Pero no es Papá Noel. Y tampoco es Nochebuena. Es la noche del 31 de Diciembre y el ancianito es Died Marósh, que va acompañado por su nieta, Sniekgoroshka. Ésta viste de azul.

Traen muchas cosas con forma de toro. En Rusia el regalo estrella siempre tiene que ver con el horóscopo chino, y 2009 será el año del toro.

A Died Marósh se le invita a comer y beber algo. A veces, mucho. En ese país todo se festeja alrededor de una buena mesa. Y Novi God, la entrada del Año Nuevo, es la fecha más celebrada.

Me cuentan que las épocas de escasez, cuando había que hacer largas colas para conseguir cualquier cosa y los escaparátes estaban vacíos, la cena de Novi God era espléndida. Era un milagro navideño en tiempos de religiosidad mermada.

Si están aquí esa noche, recordarán el Levante español. A partir de las doce suenan tracas en todas las esquinas y los fuegos artificiales se multiplican por el cielo.

La temperatura será de unos cuantos grados bajo cero, seguramente estará nevando, pero todo el mundo sale. Los lugares de diversión se llenan. Hay algunas fiestas que hacen honor al título de Moscú, ciudad más cara del mundo. Por ejemplo, la del Ritz, que sale a más de 1.500 euros por persona.

Otra característica de la Navidad en Rusia son los enormes árboles decorados que hay por todas partes. Se llaman yolka y llevan semanas en calles y plazas. Es una tradición que viene del reinado de Pedro, el Grande. Con sus programas de modernizar el país, también importó esta costumbre navideña.

Los pocos que se quedan en casa delante de la tele ya saben lo que verán. Siempre es lo mismo. Primero, el discurso del presidente, que se emite once veces por los usos horarios que rigen en Rusia. Termina justo para dar paso a las campanadas que anuncian el nuevo año. Después, una de esas galas grabadas con los mismos artistas en todas las cadenas. Ésto último seguro que les suena. Tampoco falta ninguna año una película de época soviética que se titula Ironía del destino. Una comedia muy divertida.

Por cierto, la Navidad (rasdiesbó, en ruso) se celebra el 7 de enero. Es el día en que la Iglesia ortodoxa celebra el nacimiento de Cristo.

Cuando Died Marósh haya terminado con los regalos y los últimos noctámbulos cierren clubes y discotecas; también se cerrará el país. Porque en Rusia no trabaja nadie en los diez primeros días del año.

Popes en la carretera

Eran dos, como la tradicional pareja de la Guardia Civil española. Pero ahora en varias regiones de Rusia son tres. Las patrullas de la Policía de Tráfico están compuestas por dos agentes y un pope.

Los policías no multan. Hacen ver a los conductores la infracción que hayan cometido. Y el sacerdote les afea una conducta tan reñida con la moral cristiana. Son charlas de varios minutos que terminan sin penitencia.
También desde los púlpitos se sigue una campaña contra la siniestralidad vial.
La fórmula parece que da resultado. En algunas repúblicas los accidentes se han reducido casi a la mitad.

Les recuerdo que en este país cada año mueren en las carreteras más de 30.000 personas. 20 por cada 100.000 habitantes.
Pero los curas de la Iglesia ortodoxa no sólo van de "paquete" con los policías. También esparcen agua bendita en los puntos negros de la red viaria. Incluso, como el de la imagen, bendicen coches. Sin trampa ni cartón, muestra sus tarifas.
A un coche ruso le cobra 50 rublos; a uno extranjero, 100, y a los todoterreno, 150. Eso sí como dice la última palabra de su cartel, garantizado.

En Chitá, Siberia, reparten iconos de San Nicolás, el San Cristóbal del santoral católico.

Y en otros lugares en las autoescuelas, junto a la teoría y la práctica, se enseña también ética y moral cristiana al volante.

El jefe de le Policía de Tráfico de Kamchatka, en el extremo Oriente ruso, bendice la fórmula 2 agentes + 1 pope. La califica como un grito del alma.

Aunque también ha aparecido la pregunta. ¿Qué debe hacer el pope de la fórmula antiaccidentes si el infractor es otro religioso?

Porque haberlos, haylos. Por ejemplo, no hace mucho sorprendieron a uno conduciendo un lujoso coche sin carnet. Y a otro que sobrepasaba ampliamente las tasas de alcohol permitidas. A éste no le bastaron las amonestaciones ni las plegarias, un juez le retiró el permiso por tres años.

Algunas cosas, ¿están cambiando?

Desde la Europa Occidental se mira a Rusia y a lo ruso anteojos. Se aplican estereotipos para despachar cualquier cuestión que venga de este país. El conocimiento o el estudio de su realidad queda en segundo plano.

Por ejemplo, los multimillonarios que hicieron su riqueza con las privatizaciones de la época Yeltsin. Se les pinta como unos patanes, esclavos de la ostentación, con el coche más grande y caro del mercado, vistiendo ropa llamativa de las firmas más exclusivas, rodeados de guardaespaldas, acompañados por mujeres de quitar el hipo y agitando fajos de billetes desde que se levantan hasta que se acuestan.

Pues, tal vez, esa imagen haya que empezar a cambiarla.

Este fin de semana estuve en la Feria de los Millonarios. Un lugar donde es posible encontrar todo lo que el dinero puede comprar. Debo confesar que me esperaba lo peor, teniendo en cuenta la experiencia de otras ediciones. Fui vacunado para contemplar un homenaje a la cursilería y la ostentación. Recordaba aquellos teléfonos móviles plagados de diamantes o las correas para perros con piedras preciosas.

Esperaba la sublimación de la desmesura del nuevo rico.

Pero no. Esta vez vi poco de eso. No diré que todo lo expuesto en el Crocus Expo de las afueras de Moscú me pareciera de un gusto exquisito. No. Allí había un helicóptero pintado como una vaca suiza, que hacía daño a los ojos. Pero era una excepción. Porque, por ejemplo, este año casi todas las joyas expuestas tenían un diseño elegante y sin exageraciones.
Otro ejemplo. No soy un apasionado de los coches, pero me detuve ante unos cuantos de los que exponían. Como los dos Aston Martin que recibían a los visitantes nada más traspasar la entrada. Distinguidos, exclusivos y con una línea distinguida.

Da la impresión de que algo ha cambiado. Que la riqueza se está asentando entre la oligarquía rusa y que ya no necesitan hacer aquellas demostraciones de poderío económico tan chabacanas a los ojos occidentales. La discreción empieza a entrar en su diccionario. Y la sutileza. Parece que dejan atrás los tiempos en los que para demostrar quienes eran lavaban su coche con champán francés. Ahora saben que el dinero no sólo sirve para comprar lo más caro.

Naturalmente, en la Feria de los Millonarios nada era barato. Se ofertaban casas en España por 20 o 30 millones de euros. Hasta la villa de Boris Becker en Mallorca que salía por 55 millones. Pero, permítanme la expresión, eran casas con clase. También vendían alfombras por un millón de euros. No estoy capacitado para decir si lo valían o no. Sólo puedo decir que eran preciosas.

Tal vez, todo esto lo hayan leído en algún periódico, escuchado en la radio o visto por televisión. Así que no me detendré más en ello. Tampoco voy a entrar en la catadura moral de esas gentes que hace poco más de 15 años se acostaron como camaradas y se levantaron forrados en millones de dólares, mientras la inmensa mayoría de la población perdía su dinero y sus viejas ilusiones.

Sólo quería decirles que la imagen de esa gente ya no es la misma y que algo parece que está cambiando. Aunque sólo sea eso.

PD.- Los encargados del stand presentaban este coche británico y hecho totalmente a mano como el perfecto complemento para su yate o su helicóptero. Lo vendían por unos 120.000 euros.

Segunda postdata.- Quiero agradecer el comentario que hizo a mi anterior artículo SpacemanSpiff. Me ha sacado de un error que me acompañaba desde mi adolescencia. Tanto tiempo oyendo que la frase que cité era de Bretch, que lo dí por seguro. Y no era así. Es de Martin Niemöller, como él me señalaba.

Sinceramente, gracias por sacarme de mi error.

Carlos Salvador


Creo que llego con retraso. Es algo que me pasa con frecuencia. Creo que debía haber explicado el título del blog al inicio. Pero, bueno, más vale tarde que...
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