3 posts de octubre 2010

¿Por qué esta gente no sonríe?

Al principio me sorprendía. Luego me acostumbré. Al principio no entendía porqué mis vecinos no me devolvían mi saludo al encontrarnos en el ascensor. Luego dejé de saludar.

Es la costumbre, me informaron amigos y conocidos. Ahora lo encuentro normal.

En esos primeros meses encontraba extraño que camareros o vendedores no sonrieran nunca. Estaba acostumbrado a todo lo contrario. Así son las cosas en este país, volvieron a decirme.

Por fin me he enterado de porqué los rusos no sonríen de buenas a primeras.

Hay estudios universitarios al respecto. No tantos como para explicar el enigma de la sonrisa de Mona Lisa, pero los hay.

Acabo de encontrarme con uno que firma el profesor Sternin de la Universidad de Voroniezh.

En Rusia no existe la tradición de sonreir. Aquí no es un gesto de cortesía, sino una muestra falsa. Sólo se usa con los amigos, los conocidos o los compañeros del trabajo. La dependienta no sonríe porque no conoce al cliente.

La gente rusa necesita una buena razón para sonreir. Tiene que encontrarse en un buen estado de ánimo o en medio de una conversación agradable.

En este país es la máxima expresión de la simpatía. Por eso no la gastan en vano, explica el profesor Sternin.
Así que no se extrañen cuando viajen a este país que ni el taxista, ni el recepcionista del hotel, ni en el restaurante... ni nadie en ningún lugar, les sonría. No es costumbre...

Además en Rusia no se diferencia entre la risa y la sonrisa. Quizá un proverbio lo explique un poco mejor. Dice que la risa sin razón es una señal de estupidez.

Aclaración. Euros y no rublos.

Sí, sí, fueron 150 euros por una entrada en la fila 34, asiento 39 del Palacio de Congresos del Kremlin, que cuenta con unas 8.000 perchas en su guardarropa. En rublos la cantidad se pone en 6.000. La entrada más cara anaba por los 550 euros.

Con las prisas y, aunque revisé el texto, se me colaron los rublos por los euros.

Este siete de octubre fue un día bastante completo para mí. Acudí a la cocentración en recuerdo de la asesinada Anna Politkóvskaya. Como dije en la rdio, poca gente y los mismos discursos de todos los años a cargo de los mismos oradores. ¿Es posible hacerlo de otra forma? Supongo que sí.

No quiero parecer frívolo. Entiendan que el sol, su luz en otoño aquí en Moscú es un lujo. Así que fuí hasta la cocentración caminando y volví a mi casa de la misma forma. Una gozada sentir la calidez del sol. Una sensación que no se repetirá en Moscú hasta dntro de unos cuantos meses. Se anuncia aguanieve para el miércoles, 13.

Y por último, el concierto del señor Cohen. Perfecto.

Lo del concierto no es lo último. Debo confesar que a eso de las once de la noche, ya en casa y tranquilo, me fumé en semipenumbra un Edmundo de Montecristo repasando mentalmanete las sensaciones de esas dos horas y media de música.

Ya sé que lo del puro es políticamente incorrecto y demás... Pero no voy a pedir excusas por ello.

Fila 34, 150 euros


Ya sé que en la radio nunca se debe empezar con la palabra ayer. Pero esto sucedió ayer. Y quiero que la coordenada temporal quede bien fijada. Ayer, 7 de octubre de 2010, estuve en el concierto que Leonard Cohen ofreció en Moscú.

Muchos momentos de mi vida -buenos, malos y regulares- están asociados a algunas de sus canciones. No podía dejar pasar la oportunidad. Aquí quiero fijar la coordenada personal.

Recuerdo las primeras veces que escuché Suzanne o las canciones de aquellas épocas. Que sencillas. "Pero si no tienen nada", me decía. Y volvía a escucharlas una y otra vez.

¿Que tenía el judío canadiense, como le llamó en alguna ocasión Carlos Faraco? No lo sé. No lo supe entonces y sigo sin saberlo. Sólo sé que cuando lo escucho, me siento un poquito mejor. Lo que tenía, sigue teniendolo. Ahora con 76 años.

No sé si será esa "voz de tinaja hueca", que decía Fernando Poblet. Ese desarraigo, la melancolía, ése ser la música del Boulevard de los Sueños Rotos, el desamparo, la derrota, la lluvia en una noche fría y sin techo... No lo sé. Dicen de él que es el depresivo no químico más fuerte del planeta. Quizás. A mí sus canciones me llevan hasta las profundidades para enseñarme que a lo lejos hay una salida, una luz... Lejos, pero existe.

Sensaciones. Todo muy subjetivo. Pero ayer, viéndole con sus músicos, la experiencia se repitió. Y, por éso, sinceramente, Gracias, señor Cohen.


Me queda una coordenada, la de lugar que se asocia con la organizativa. El concierto del señor Cohen tuvo lugar en el Palacio de Congresos del Kremlin. Un inmenso edificio de 1961, época de Jrushev, donde caben 6.000 personas. Todo a lo grande.

La organización, un desastre. Llegué a la puerta 40 minutos antes de la hora oficial. Y, entre unas cosas y otras, llegué a mi asiento (fila 34, butaca39) cuando el concierto ya había empezado. Menos mal que el señor Cohen nos regaló más de dos horas y media de sus canciones.

Luego me enteré que las colas se había podido saltar por el "procedimiento humano". Poniendo unos cuantos rublos en la mano adecuada...

En cualquier caso, hasta la próxima, señor Cohen. Y muchas, muchísimas gracias.

PD.- No sé si la interpretó en el rato que me perdí. Sólo eché en falta una canción, Famous blue raincoat.


Lo de Fila 34, 150 rublos corresponde al lugar que me tocó y el precio que pagué.

Carlos Salvador


Creo que llego con retraso. Es algo que me pasa con frecuencia. Creo que debía haber explicado el título del blog al inicio. Pero, bueno, más vale tarde que...
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