Una amiga me dio a leer recientemente un artículo muy interesante del suplemento cultural de La vanguardia titulado “Terapia con libros”. Lo guardé porque mi compañero Tito estaba en esos días preparando un reportaje sobre libros de autoayuda (lo vais a poder ver en el
programa del 8 de febrero). Pero en realidad, no tiene tanto que ver.
Es cierto que existe un tipo de literatura específica, en la que se inscriben autores como Coelho, y libros como “
El secreto” de Rhonda Byrne, (ese que semana tras semana aparece en las listas de más vendidos de las librerías más importantes del país y, por ende, en la de este programa). Pero en realidad, leer es una terapia de por sí. ¿No os ha pasado nunca que un libro os dé la respuesta o la tribulación del momento, o tener la sensación de que ha sido escrito “para” vosotros, que os habla directamente? A mi, sí.
Leyendo “Una música constante” de
Vikram Seth rememoré males de amores a la vez que el amor por la música y fue como un bálsamo. Algo más reciente, la lectura de “Estambul” de
Pamuk me hizo retroceder a mi propia infancia y adolescencia (aunque sea diez años mayor que yo, y del otro extremo del Mediterráneo, Pamuk tiene ese poder evocativo sobre mí), y qué decir de
Marguerite Yourcenar . Cada uno de sus libros es una lección de vida, empezando claro está, por “Memorias de Adriano”.
El artículo, firmado por Jordi Jarque, se extiende hablando de
Zafón y “La sombra del viento”, de la “Pasión India” de Javier Moro”, de “El clan del oso cavernario”, de Siddharta y hasta de “Los tres mosqueteros”. Y precisamente menciona “Paula”, de
Isabel Allende , como un ejemplo de libro a leer cuando se está viviendo un proceso de duelo. Casualmente tenía el libro en mi mesilla de noche cuando perdí a un familiar cercano y leerlo me ayudó, un motivo por el que siempre seré devoto de la señora Allende, a pesar de que sus últimas obras me parezcan más bien irregulares.
Pero a lo que iba: no necesitamos siquiera recurrir a libros determinados para blindarnos ante situaciones adversas. Leer es, por sí mismo, un acto de autoayuda, una liberación, un placer. Si me estáis leyendo es porque conocéis el blog, y por tanto, el programa y, en consecuencia, os gustan los libros tanto o más que a mí y este artículo es lluvia sobre mojado. Pero no me importa.
Lo importante no es sólo leer, sino compartir ese placer con los demás. Ahora pienso en otra amiga muy querida, que me dio a conocer a Kapuscinski, y fiel seguidora de todos los libros que nos acercan a la realidad de nuestro mundo y a los conflictos que hay en él. A ella le recomendaría ahora “Una oración por la lluvia”, de otro periodista polaco, Wojciech Jagielski, sobre la situación de Afganistán.
Para mí, ha sido la revelación de que el periodismo puede ser poético sin perder un ápice de rigor. A ella le recomendaré este libro –lo hago ya desde aquí- deseando que disfrute con él tanto como lo he hecho yo. ¿Alguien más quiere compartir algún libro? No me seáis tacaños…