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Novelistas en la industria cinematográfica (Asier Ávila)

No hace mucho, sentado en el balcón, leía algunos textos dónde Faulkner hablaba de su etapa cómo guionista en Hollywood y cómo sufría el acoso de productores y otros directivos para realizar constantes cambios en sus guiones. Esto me hizo pensar en el papel del novelista en la industria cinematográfica. El cine es un arte joven, casi un bebé comparado con la literatura, y ha necesitado su tiempo para crecer y convertirse en un ente independiente. Así que si echamos la vista atrás hasta la década de los cuarenta, por poner una fecha, y volamos hasta Los Ángeles, para estar cerca de Hollywood, encontraremos una industria que apenas recién nacida ya provocaba una espectacular adicción en las masas. Entonces se rodaban cientos de películas al mes y eso requería tener una estructura industrial. Es decir, una cadena de montaje artística dónde el guionista era la pieza clave. Muchos de esos guionistas eran novelistas que acudieron a la llamada del cine para ganar dinero fácil y rápido. Esto duró hasta que nació la figura del guionista profesional, tal y cómo se conoce hoy en día. Entonces los novelistas volvieron a sus libros.

No hace mucho, tirado en el sofá y de madrugada, veía “La Dalia Azul”, dirigida por el genial director alemán Fritz Lang. El guión venía firmado por el creador de “La dama del lago”, Raymond Chandler. El ejemplo de Chandler es perfecto para el tema que pretendo exponer y se encuentra resumido en “La Dalia Azul” que se convirtió en guión a partir de una novela inacabada. En este guión, Raymond Chandler deja a la altura del betún la industria cinematográfica, cito textualmente: "El negocio del cine es el único negocio en el cual pueden cometerse todos los errores posibles y seguir haciendo dinero... Es el mundo del espectáculo. Hay algo barato en todo ello". Aunque por lo visto el señor Chandler tenía, solo para él, un equipo de secretarias, tres chóferes, un médico y una importante reserva de whisky. Acabó fatal pero eso engrandece su leyenda.

No hace mucho, caminando sin rumbo por la ciudad, encontré por casualidad un cine dónde reponían “El sueño eterno” de H. Hawks y entré. El guión estaba basado en una novela de Raymond Chandler pero estaba firmado por el ganador del nobel e inmenso novelista William Faulkner. Es una película de una complejidad narrativa impresionante y mantiene el pulso con el paso de los años. Normal, pensé, teniendo en cuenta quién estaba detrás. Pero cerraré el plano en la figura de Faulkner. Por aquellas fechas Faulkner tenía graves problemas económicos y aceptó a regañadientes la propuesta de Hollywood. No le gustaba trabajar de esa manera pero era dinero fácil. Cuando ganó el nobel dijo: "Nada puede perjudicar la obra de un hombre si éste es un escritor de primera, nada podrá ayudarlo mucho. El problema no existe si el escritor no es de primera, porque ya habrá vendido su alma por una piscina". El dinero, el sempiterno tema del dinero. Francis S. Fitzgerald trabajó como guionista para pagar las facturas de los sanatorios dónde fue ingresada su esposa. El señor Hemingway criticaba con altivez la industria pero estrechaba la mano a cualquiera que quisiera usar sus novelas, siempre que en esa “mano cualquiera” hubiera un sobre lleno de billetes.

No hace mucho, mientras desayunaba en mi bar favorito, leía a Norman Mailer y me acordé de una película que dirigió llamada “Maidstone”. Tengo un vago recuerdo de ella, es la historia de un director de cine protagonizada por el propio Mailer. Es una película experimental, improvisada y con un enorme escena final dónde Mailer se pelea con su hermano. Supuestamente esa escena es real. Véanla aquí. Entonces pensé en los novelistas que también han dado el salto a la dirección cinematográfica. Paul Auster lo ha intentado con resultados desiguales. Me gustaron mucho “Smoke”, soy fan de “Blue in the Face” y “Lulu on the Bridge” pero la última “La vida interior de Martin Frost” es demasiado desmadejada en su propuesta y no llega a ninguna parte. El escritor francés Michel Houellebecq dirigió hace un par de años la adaptación de su novela “Posibilidad de una isla” e hizo un trabajo excelente. En España, el escritor Ray Loriga ha dirigido varias películas con no demasiado éxito, la verdad es que sus novelas son mucho mejores que sus películas, y David Trueba compagina su carrera como novelista con la de director de títulos como “La buena vida” o “Soldados de Salamina”.

No hace mucho tiempo, un día lluvioso de diciembre, fui al cine a ver “Dónde viven los monstruos”, me encantó, de hecho la volví a ver ayer, de nuevo. Película dirigida por Spike Jonze y guionizada por el escritor norteamericano Dave Eggers a partir de un cuento infantil de Maurice Sendak. Eggers, autor de novelas maravillosas como “Qué es qué” o “Ahora sabréis lo que es correr”, también ha hecho el guión de la última de Sam Mendes, “Away we go”. Y podría seguir recordando pero este texto se haría eterno.

No hace mucho pensaba en cuánto me gustan las películas en las que no se habla demasiado como por ejemplo la maravillosa “El hombre sin pasado” de Aki Kaurismaki. Lo bueno del cine es que a veces sobran las palabras.

Mis primeras lecturas (por Tito Ros, redactor de Página2)

Si me preguntaran cuál fue el primer libro que leí completo en mi vida, tendría mis dudas.

Ya que alguna vez me he planteado yo mismo esta cuestión, me quedo con dos títulos. Para ser más exactos, me quedo con un título y una saga. El título fue Segunda fundación (y no llegué a leer el resto de libros de la serie), de Isaac Asimov; y la saga (que supongo no leí en su totalidad) de Los felices Hollister.

De pequeño devoraba libros, aunque solían ser aquellos Clásicos Juveniles de Bruguera, y otros por el estilo, donde imperaban más las viñetas e ilustraciones que el texto en sí. Yo era un chico espabilado y, como tantos, me zampaba lo meramente cómic porque así llegaba antes a la resolución y obviaba el texto grueso.

Por lo tanto, de esa primera experiencia con Segunda Fundación y Los Hollister, guardo el recuerdo de sentirme muy satisfecho por haber leído, por fin, un libro que yo consideraba “completo” (aunque del de Asimov no entendiese absolutamente nada) y eso me llevó a enfrascarme en tantas y tantas otras lecturas.

Llegué al Lobo estepario con 13 años y al Ulises, de Joyce, con 17.

Fíjese usted.

Me cuesta, de todas formas, recordar cuál fue el primer libro que leí y, sin embargo, sé muy bien cuál ha sido el último. Ha sido Ivanhoe, de Walter Scott.

Ha sido como una regresión, porque, aunque vagamente, yo recordaba la historia caballeresca e, incluso, me parece ver el grueso lomo del Clásico Bruguera con los rostros de Ivanhoe, el Caballero Negro Ocioso, Rebeca y Juan Sin Tierra dibujados.

Y es precisamente haber leído Ivanhoe y encontrarnos en fechas navideñas lo que me ha hecho ponerme a escribir en este blog. Porque reivindico más que nunca aquellos Clásicos Juveniles de Bruguera. Porque me da la sensación de que la mejor forma de abordar la lectura cuando eres muy niño es con esos libros que echan mano de ilustraciones y viñetas. Porque como en tantas otras cosas en esta vida, se tiene que trampear y, por ejemplo, mirarte el final (dibujo) antes de leerte todo el libro. Luego, ya vendrán las obras de Asimov, las sagas juveniles del momento, el imperecedero Hermann Hesse, el Ulises y Baudelaire, total, para regresar siempre a Ivanhoe.

Música y literatura (por Asier Ávila, redactor de Página2)

En Página 2 hemos tratado en varias ocasiones las conexiones entre literatura y música. A nivel personal no puedo desligar la una de la otra y a la vez, ninguna de las dos de mi mismo, formamos así un trío que me parece de lo más estable y nos va muy bien. Supongo que a muchos de vosotros os pasará igual. En breve presentaremos el reportaje: “Músicos que escriben”. Casualidad o no, en los últimos tiempos más editoriales apuestan por músicos para ser publicados en formato libro, ya sea novela, cuentos o libros de autoayuda. En el reportaje tendremos a tres representantes de géneros diferentes, tanto a nivel musical como literario. Los presento. Willi Vlautin es el líder de la banda de altcountry (una especie de country con clase puesto al día y con coartada intelectual, no van en plan cowboy) norteamericana llamada Richmond Fontaine y además novelista con talento para las historias de personajes perdidos e historias de amor dolidas. Como músico no se separa mucho de esta idea. Sus letras son largas, narrativas, complejas y lúcidas. Un ejemplo es esta fantástica canción:”Making it back”. Como novelista ha publicado dos libros, traducidos al castellano y editados por La otra orilla: “Vidas de motel” y “Northline”, ambos muy interesantes.

Antonio Luque es el líder de la banda Sr.Chinarro y uno de los letristas más inspirados y con más calidad de nuestro país. Acaba de sacar un librito con dos cuentos maravillosos con la editorial Alpha Decay. Sus letras tienen algo de inescrutable pero su costumbrismo y capacidad poética son un regalo para todo quién entre en su especial mundo. Os dejo una muestra con el tema: “Esplendor en la hierba”.

Y acabamos el reportaje con “El Langui”, rapero del grupo La excepción, actor que se hizo con el Goya el año pasado y que acaba de presentar un atípico libro de autoayuda llamado “16 escalones” con Espasa. Atípico por el pulso narrativo de su autor, su manera sincopada y directa de hablar y porque la verdad es que te lo crees. No es cualquiera diciéndote cómo ser feliz, es un tipo que te dice lo que piensa y ha pasado por mucho. Como rapero es igual, implicado y directo. Lleno de voluntad. Os dejo un tema para quién no lo conozca: “A tientas”. Yo soy de los que me fijo en las letras, me gusta escuchar los discos mirando las letras del libreto –sí, me descargo música pero también compro- y tengo algunos escritores de canciones al mismo nivel que mis novelistas favoritos. Algunos han publicado, como por ejemplo Nick Cave –La muerte de Bunny Munro y El asno vio el ángel- o Dylan- Tarántula o Las Crónicas- o Leonard Cohen-poesía sobretodo pero también novelas. Todos coinciden en el mismo punto, una capacidad narrativa que va más allá del corsé de la canción pop. También hay novelas que contienen música. Yo, por ejemplo, cuando leo a Haruki Murakami escucho a Miles Davis, su manera de escribir mantiene una estructura melódica que es similar a la del jazz. Una misma estructura que se repite, luego muta y se aleja para, más tarde, volver. O cuando leo Moby Dick escucho una orquesta tocando una melodía épica a lo Ennio Morricone. Leo los cuentos de Raymond Carver y me hacen escuchar en mi cabeza la música de Bill Callahan y sus letras llenas de pequeñas verdades domésticas. Incluso hay movimientos que se inspiraron en la música. ¿Algún fan de Jack Kerouac? Yo sí. Quién haya leído “Los Subterráneos” debería haber escuchado antes la música de Charlie Parker para entenderla en su totalidad. La escritura automática de Kerouac nace del saxo alucinado de Parker, él mismo lo admitía. La música como tema ha servido a muchos novelistas para crear libros espléndidos como Nick Hornby, magnífica su “31 canciones”, también a uno de nuestros próximos entrevistados el noruego Lars Saabye Christensen y su novela “Beatles” o a Sam Shepard y sus crónicas sobre una gira con Bob Dylan. La lista es interminable. Otra cosa. ¿Os gusta leer con música? A mi sí. Elijo con calma el disco que puede acompañar mejor al libro, lo pongo y me dejo llevar. Conozco placeres mayores pero no los puedo escribir aquí. Este es uno de los buenos. Por supuesto, considero todo lo escrito arriba desde un obvio punto de vista subjetivo pero no hay duda que la literatura y la música se aman y yo a ellas.

Amor por esas cosas de papel

Leemos en el metro, en el autobús y no sólo mientras los esperamos. En casa leemos en la cama, en el sofá, incluso hay quien lee en el wc. Y no hace ser un loco de los libros para eso. Un amigo andaluz me contaba un día lo mucho que le asombraba ver a tanta gente leyendo en el transporte público de Madrid y Barcelona. Y me consta que es un gran lector y que en su ciudad hay algunas e las mejores librerías que he visto. Pero es esa estampa de la gente inmersa en su libro mientras anda, mientras espera, mientras come un bocadillo, mientras va de un lado a otro… la que a él, como a mi, nos sigue llamando la atención. Y no porque nos interese saber qué están leyendo, que es lo de menos: novela, ensayo, poesía, ciencia-ficción, historia…(o esos de las bermudas y alpargatas que con la mochila al hombro consultan la consabida guía turística agarrados a la barra del metro o del autobús). Lo que me llama la atención es qué busca o qué encuentra tanta gente en esas páginas. Una respuesta posible la daba Harold Bloom en “Cómo leer y por qué” (Anagrama, 2000): placer estético, formación de la personalidad, y una búsqueda de pensamientos profundos, de otras formas de ver y de sentir, una nueva subjetividad… Todo ello, evidentemente Bloom lo plasma en su libro –como ya hizo con “El canon occidental”, la obra que le hizo conocido en nuestro país- mediante ejemplos de libros y de autores mayoritariamente anglosajones, pues esas son sus fuentes (exceptuando a Cervantes y a Borges). Pero da igual. La cuestión es leer, sin motivo y sin excusa. Leer por leer. Simplemente porque gusta, porque se siente amor por esas cosas de papel que caben en cualquier bolso o maletín, o en la mano si se me apura, que se pueden sacar en cualquier parte en un momento dado y echar un vistazo, unas líneas, unas páginas, y quien sabe, tal vez entre una y otra estación de metro nos aporten una nueva idea, nos lleven a una reflexión, o simplemente nos hagan sonreír o emocionarnos. ¿Cuándo fue la última vez que sentí eso mientras leía? Este verano, sin ir más lejos, sentí y compartí la pasión por la aventura de Kerouac y compañía “En el camino” (Anagrama1957), el olor a azafrán y especias de la India antigua que desprenden las páginas de “La encantadora de Florencia” (Mondadori, 2008), el último libro de Salman Rushdie, me alcanzó el mensaje moralizante que Irene Nemirovsky predicó en “El maestro de almas”(Salamandra, 2009) y me inquietaron las aventuras y desventuras de Lisbeth Salander en la segunda entrega de la trilogía de Stieg Larsson (me falta el tercero, pero prefiero espaciarlos). ¿Quién da más? Os paso el testigo.

Terapia con libros

Una amiga me dio a leer recientemente un artículo muy interesante del suplemento cultural de La vanguardia titulado “Terapia con libros”. Lo guardé porque mi compañero Tito estaba en esos días preparando un reportaje sobre libros de autoayuda (lo vais a poder ver en el programa del 8 de febrero). Pero en realidad, no tiene tanto que ver. Es cierto que existe un tipo de literatura específica, en la que se inscriben autores como Coelho, y libros como “El secreto” de Rhonda Byrne, (ese que semana tras semana aparece en las listas de más vendidos de las librerías más importantes del país y, por ende, en la de este programa). Pero en realidad, leer es una terapia de por sí. ¿No os ha pasado nunca que un libro os dé la respuesta o la tribulación del momento, o tener la sensación de que ha sido escrito “para” vosotros, que os habla directamente? A mi, sí. Leyendo “Una música constante” de Vikram Seth rememoré males de amores a la vez que el amor por la música y fue como un bálsamo. Algo más reciente, la lectura de “Estambul” de Pamuk me hizo retroceder a mi propia infancia y adolescencia (aunque sea diez años mayor que yo, y del otro extremo del Mediterráneo, Pamuk tiene ese poder evocativo sobre mí), y qué decir de Marguerite Yourcenar . Cada uno de sus libros es una lección de vida, empezando claro está, por “Memorias de Adriano”. El artículo, firmado por Jordi Jarque, se extiende hablando de Zafón y “La sombra del viento”, de la “Pasión India” de Javier Moro”, de “El clan del oso cavernario”, de Siddharta y hasta de “Los tres mosqueteros”. Y precisamente menciona “Paula”, de Isabel Allende , como un ejemplo de libro a leer cuando se está viviendo un proceso de duelo. Casualmente tenía el libro en mi mesilla de noche cuando perdí a un familiar cercano y leerlo me ayudó, un motivo por el que siempre seré devoto de la señora Allende, a pesar de que sus últimas obras me parezcan más bien irregulares. Pero a lo que iba: no necesitamos siquiera recurrir a libros determinados para blindarnos ante situaciones adversas. Leer es, por sí mismo, un acto de autoayuda, una liberación, un placer. Si me estáis leyendo es porque conocéis el blog, y por tanto, el programa y, en consecuencia, os gustan los libros tanto o más que a mí y este artículo es lluvia sobre mojado. Pero no me importa. Lo importante no es sólo leer, sino compartir ese placer con los demás. Ahora pienso en otra amiga muy querida, que me dio a conocer a Kapuscinski, y fiel seguidora de todos los libros que nos acercan a la realidad de nuestro mundo y a los conflictos que hay en él. A ella le recomendaría ahora “Una oración por la lluvia”, de otro periodista polaco, Wojciech Jagielski, sobre la situación de Afganistán. Para mí, ha sido la revelación de que el periodismo puede ser poético sin perder un ápice de rigor. A ella le recomendaré este libro –lo hago ya desde aquí- deseando que disfrute con él tanto como lo he hecho yo. ¿Alguien más quiere compartir algún libro? No me seáis tacaños…

Webs recomendadas...

www.palabravirtual.com. Recomendada el 1 de junio 2008, en el programa 29 www.tumbaabierta.com . Recomendada el 8 de junio 2008, en el programa 30 www.detramontana.com . Recomendada el 15 de junio 2008, en el programa 31 www.proscritos.com. Recomendada el 22 de junio, en el programa 32 www.fundeu.es . Recomendada el 29 de junio, en el programa 33

Nuevo concurso

Cambiamos de mes, y como ya empieza a ser costumbre, también cambia el tema de nuestro concurso de microrrelatos. En primer lugar, daros las gracias, porque hemos alcanzado la cifra de más de 10.000 microrrelatos enviados desde que empezó el programa. En esta última edición, la de los epitafios, han sido más de 800 los recibidos. Algunos -los menos- hemos tenido que desestimarlos porque no se ajustaban a las normas del concurso. Por favor, revisad vuestra ortografía, y la puntuación. No escribáis en mayúsculas, no excedáis el número de palabras que ponemos como tope y, en general, consultad las normas. Las tenéis en la misma página de los microrrelatos, en la columna de la derecha, por encima de los resultados de los concursos anteriores que, dicho sea de paso, están a vuestra disposición consultando sobre el mes correspondiente. Lo decimos porque muchos nos habéis preguntado cómo podíais releer microrrelatos de ediciones pasadas. En cuanto a la calidad… bueno, de todo hay, y en general estamos satisfechos, aunque, en opinión de nuestros expertos, no siempre se corresponde con los más votados por la audiencia. Vosotros mismos los juzgaréis, porque a partir de el lunes podréis consultar los diez más votados en la página de microrrelatos de la web. Desde el viernes 28 de Noviembre, ya no se pueden mandar nuevos epitafios ni votar los que entraron en concurso. La suerte está echada, y el resultado lo dará a conocer oficialmente nuestro presentador y director Oscar López en el programa del 7 de Diciembre. Y atención, porque el 1 de Diciembre os abrimos otra vez la página. Esta vez esperamos microrrelatos de máximo 25 palabras y que una de ellas sea Navidad. ¿Os parece tópico? de vosotros depende que no lo sea, así que... ¡a escribir!

¿Qué querías ser de mayor?

No sé cómo empezar este texto. No lo puedo llamar artículo, ni guión, ni entrevista, ni siquiera es un borrador de ideas. Es un texto de un blog, del blog de Página 2. Vale empezaré por el principio, mi nombre es Asier y soy guionista del programa. Y me han pedido un texto sobre uno de mis reportajes. El último fue el de “Infancias literarias ”. Si lo visteis ya tenemos algo hecho, si no, mejor probar con el link que está escondido en el título del reportaje antes de seguir adelante. ¿Qué querías ser cuándo fuerais mayores? Yo no tenía ni idea, la verdad, hubo un tiempo en que quería ser escritor, (menos risas, soy sincero) pero pasé por muchas etapas antes de llegar aquí, donde simplemente sé lo que no quiero hacer y lo que me gusta de verdad. He querido ser un poco de todo: barman, jardinero ¡incluso vagabundo! y por el contrario he sido otras. Pero esto no es para hablar de mí sino de cómo un escritor se convierte en escritor, así que volveremos al tema central desde esta pequeña confesión. De los tres entrevistados sólo uno tenía claro desde pequeño que quería ser novelista: Pedro Zarraluki . Me contó que era muy retraído y sin mucho amigos y que se pasaba el día leyendo y perdiendo el tiempo en ensoñaciones. (¡Maravilloso tiempo el perdido en ensoñaciones! Quién pudiera perderlo más.) Los otro dos, Russell Banks y Mercedes Abad , me dijeron que llegaron a esto por azar, por una pura y simple cadena de coincidencias. Y aquí esta el punto interesante de todo esto.¿ Un escritor se hace o ya viene fabricado desde el principio? Vaya, es un tema peliagudo. Desde mi punto de vista existen algunas constantes en aquellos que han acabado en la literatura como la pasión por los libros, la necesidad de expresión y el talento (éste no en todos los casos). ¿Es posible que Russell Banks no hubiese acabado siendo escritor si no se hubiera escapado de casa? Por lo visto la relación con su padre era un infierno, un padre borracho y violento que tomaba a su hijo cómo expresión de sus problemas. ¿Y si Russell hubiera un tenido un padre comprensible y bueno? Quién sabe. La literatura ha sido la única salvación para muchos y sigue siéndolo, está comprobado. Mercedes Abad me explicó que fue por su novio, en un verano en que la dejó y ella se rompió la pierna, cuando se planteó escribir algo más largo y que además ella quería ser actriz pero no la cogieron en el Instituto del Teatro. ¿Y si no se hubiera roto la pierna aquel verano o su novio se hubiera quedado con ella, o la hubieran cogido cómo actriz? Quién sabe. Tenemos que dar gracias a estas coincidencias por estar dónde estamos y por poder leer muchas de las grandes obras que nos rodean. Y aunque todo queda en el terreno de las suposiciones, el azar parece tener mucho más sentido del que le damos a priori, el único problema es que es absurdo. ¿Qué creéis vosotros?

Junot Díaz: Un pulitzer en el guetto

Hace algo más de un mes que el escritor dominicano-estadounidense, Junot Díaz, viajó hasta Barcelona para presentar su segundo y último libro: “La maravillosa vida breve de Óscar Wao”. Tres semanas antes había recibido el libro y cuando vi su nombre en la portada, algo fea por cierto, al lado del título de ganador del premio Pulitzer 2008 tuve una especie de presentimiento. Empecé a leerlo por la tarde, en un bar, seguí en el metro hasta casa y lo dejé después de cenar. Esto es la bomba, me dije antes de dormirme. Puntualicemos: el Pulitzer no es cualquier premio, es uno de los grandes. Al echar un vistazo al listado de los escritores que habían ganado en las últimas décadas me encuentro a cinco de mis favoritos: Faulkner, Cheever, Richard Ford, John Updike, Michael Chabon, y ahora Junot Díaz. Interesante. A la mañana siguiente continúo con “La maravillosa vida breve de Óscar Wao” y la sorpresa no desaparece. En sus páginas aprendo sobre la violenta y larga dictadura de Trujillo en la República Dominicana mientras suelto enormes carcajadas con la agitada vida del protagonista. Me resulta más fácil comprender la realidad de las migraciones obligadas y la angosta vida en un “guetto” dominicano en New Jersey. Y además está Óscar, el protagonista, un tipo colgado por las novelas de ciencia ficción, las series de televisión o los cómics y a la vez inmigrante dominicano en Norteamérica. Un personaje que vive escondido en su propio “guetto” cultural dentro de un enorme “guetto” racial. Interesante. Mi interés por Junot está en su punto más álgido cuando me dicen que voy a entrevistarlo, esto ya lo veréis en próximos programas, y se me ocurre la idea de traerlo a mi barrio: Poble Sec. Esto es lo más parecido que existe en Barcelona al barrio en el que creció, allá en New Jersey. La increíble cantidad de peluquerías dominicanas que se extiende en menos de una calle de 400 metros de largo es solo comparable a la cantidad de supermercados regentados por pakistaníes. Estas peluquerías son un misterio para mi. ¿Por qué hay tantas? ¿Por qué nunca cierran? ¿Por qué tantos clientes? Además están las tiendas de comida, las alucinógenamente decoradas tiendas de ropa, los bulliciosos bares y los continuos corrillos de jovenzuelos que se reúnen en las esquinas charlando al ritmo del reaggeatón que suena distorsionado a través de los altavoces de sus teléfonos móviles. El día de la entrevista me dicen que Junot no puede salir del hotel. Lo suponía. Conseguimos al menos sacarlo del deprimente set que la editorial le tenía preparado y vamos al bar. “Qué pasa, brodel” me dice al apretarme la mano. Le digo que me ha encantado el libro y me siento cómo si lo dijera por primera vez en mi vida (cosa que no es verdad, por supuesto). Charlamos un rato y nos ponemos con la entrevista. Junot no es el protagonista de su libro, a él le van más las mujeres que los “fukin” cómics de superhéroes. Lleva casi toda la vida en New Jersey y aún se considera un escritor inmigrante. Su conversación es ágil y sencilla, para haber ganado el Pullitzer no es nada engreído. Cree que nunca saldrá del “guetto” literario dónde se le ha colocado, ni siquiera con este importante premio en la estantería. Me cuenta que siempre habla español con su familia pero que escribe en inglés. Hablamos sobre su opinión de la realidad de los inmigrantes en USA. Su respuesta parece no tener final. Mejor le corto, pienso. Definitivamente este tipo tiene discurso. Le digo: “¿Por qué hay tantas peluquerías dominicanas? Me sonríe y dice: “Mira brodel, los salones de belleza son el principal sustento de los dominicanos en los Estados Unidos, por lo que veo aquí también. Ja,ja,ja”. No se muy bien que quiere decir. Nos despedimos mientras me firma el libro, cosa que no suelo pedir muy a menudo, me fijo en su dedicatoria: “Paz, luz y libros”. Muy hippie para ser un dominicano, pienso. Cosas de vivir en un “guetto”, supongo. por Asier Avila, guionista de Página2

Las coincidencias y Harry Potter (Por Tito Ros, guionista de Página 2)

Eso que llamamos coincidencias ha marcado a muchos literatos. En mi vida profesional como periodista de libros y guionista de Página 2, he oído a varios escritores confesar que ellos se habían metido en una historia y que no cayeron que se asemejaba muchísimo a otra ya escrita hasta el momento en que un periodista lo indicó. Es lógico. Los escritores son gente que leen mucho. A menudo, devoran. Se da casi siempre la circunstancia de que los escritores vienen leyendo desde que eran menudos, niños. Siempre recuerdan en las entrevistas las extensas bibliotecas de sus padres o abuelos. Todas estas historias que han leído se les han quedado incrustadas en algún cajón de sus memorias. Por eso, a veces, cuando creen que les ha venido la inspiración, lo que en verdad ha ocurrido es que se abrió el cajón. Ellos ya no se acuerdan, pero el periodista literario, que anda siempre buscando influencia en todo lo escrito, lo acaba por descubrir. Cuando estaba grabando el reportaje sobre el final de Harry Potter disfruté muchísimo con la entrevista que le hicimos a Andreu Martín, escritor de novela juvenil. Fue él que destacó que “al leer por primera vez a Harry Potter le vinieron a la memoria, más o menos abstractamente, muchas de las cosas que había leído de niño”.
Es cierto. Yo creo que una de las grandes virtudes de Rowling y su Harry Potter es que ella también leyó muchas novelas de Fantasía, y nos ocurre que al meternos en el mundo de Potter las vamos rememorando. Es la clave del éxito de Harry Potter entre la población adulta. Y, ya se sabe: Lo que gusta y hace reír o sonreír a los padres, les acaba gustando a sus hijos. Si un hijo ve a su padre feliz, él también es feliz. Por otro lado, lo que acaban encontrando los niños –más allá de la satisfacción de sus padres- en las aventuras de Harry Potter es un mundo que impregna absolutamente todos los vínculos culturales a los que ellos tienen acceso. Me refiero a los dibujos animados, las películas de cine, los temas de consola y los tebeos. Si escarbas en las temáticas de Potter acabas descubriendo la gran influencia que hay allí de la mitología escandinava, de las brujas de Walter Scott, de la atmósfera gótica, del socialismo de Dickens, de las paranoias de Grimm, y más… Si ves un episodio de Bugs Bunny (lo siento, es el único dibujo animado que me viene a la cabeza) puedes encontrar estas mismas referencias. Pertenecen ya al imaginario universal, y de ahí el éxito internacional y total de Harry Potter. Pero no he escrito este artículo sólo para decir esto. Quiero explicar una coincidencia que tuve yo trabajándome el reportaje de Harry Potter. Resulta, que en aquellos días, estaba yo leyendo Los mitos de Chtulhu (edición Alianza) y descubrí que en un cuento de H.P. (¿Harry Potter?) Lovecraft, titulado “La Hoya de las Brujas”, el protagonista de la misma, un niñito algo brujo, tenía por nombre: Andrew Potter. ¿Coincidencia? Supongo que no. ¿Homenaje? Por supuesto. Gracias, Rowling, por hacernos rememorar también a Lovecraft.

Óscar López


Soy Óscar López, director de 'Página 2'. Soy periodista, padre de gemelos, seguidor del Barça y un loco de los westerns. También soy barcelonés por nacimiento y devoción y mi especialidad profesional son los temas culturales, principalmente los relacionados con el mundo del libro y el cine. En TVE dirijo el programa 'Página 2', que se emite cada domingo, a las 18:00 horas, cada martes, a las 19:30 horas y cada miércoles, a las 13:00 horas. Saludos!!
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