Inolvidable Shoya
Es la noticia que nunca me hubiera gustado dar. Nadie te prepara para esto. Mucho menos la primera vez. De lo que ayer me tocó vivir sólo diré que ha sido una de las experiencias más dolorosas a las que me he enfrentado. A las puertas del centro médico, los nervios, la incertidumbre, la angustia… lo envuelve todo, y a todos los que estábamos allí. Y el silencio. El silencio que poco a poco ahoga cualquier tipo de esperanza. El silencio que, unas horas después, invadió cada rincón del circuito de Misano.
El resto de este blog que nunca me hubiera gustado escribir lo quiero dedicar a hablar de “Tomi”.
Conocí a Shoya en Jerez. Casi, casi recién estrenada mi andadura en esto de las motos. Fue uno de mis primeros reportajes. Le encontré en la sala de prensa. Era habitual verle por allí en cada Gran Premio charlando y repasando fotos con los periodistas. Me habían dicho de él que era la sonrisa del paddock. Y lo comprobé desde el primer minuto. Mi compañero Marc y yo nos acercamos. Nos presentamos y le contamos la idea del reportaje. Él sonrió y me dio su teléfono. En un par de horas estábamos grabando a Shoya comiendo queso, jamón de jabugo y chapurreando en español.
Fue muy, muy divertido. Ahí descubrí que su simpatía era capaz de derribar cualquier barrera que a veces establece la diferencia de culturas o el idioma. También descubrí que, a pesar de su juventud, tenía la cabeza “muy bien puesta”. Se sentía privilegiado por dedicarse a lo que más le gustaba, por poder aprender de los mejores. Seguir aprendiendo y mejorando. Ése era su objetivo esta temporada.
Nos vimos en cada Gran Premio. En el paddock, en boxes, en la sala de prensa… A veces un saludo, otras simplemente una sonrisa, o una charla, aunque sólo fuera de un par de minutos… En Le Mans nos cruzamos en el paddock. Iba con sus padres. Se acercó y me los presentó. Me sorprendió y me encantó. Desde luego no es algo que hagan todos los pilotos. Shoya era accesible, simpático…Como decían algunos de sus compañeros, un japonés “muy poco japonés”. Una de esas personas que despiertan cariño desde el primer momento. También era un gran piloto.
Como otros muchos mundialistas japoneses, Tomizawa nació en Chiba. Con tres años subió a su primera moto. A los 15 debutó en el Campeonato de Japón en el que, en tan sólo 3 años, fue subcampeón de 125cc y 250cc. Se estrenó en el Mundial como invitado en el Gran premio de Japón. y en 2009 disputó su primera y única temporada completa en dos y medio. Puntuó en 9 de las 15 carreras. Y, con el 74 de Kato en su hombro, se convirtió en el primer ganador de la historia de Moto2.
Muchos fines de semana he oído a Àlex Crivillé decir en nuestras retransmisiones “Tomizawa es un piloto valiente”. Y sí. Tomizawa era un piloto valiente. Shoya, una persona auténtica y feliz.