Camboya y la explotación de las niñas
Anuncié que escribiría al día siguiente, pero los viajes son así, a veces el tiempo y las conexiones se enredan.
Desde el primer día vemos muchas chicas jóvenes en la calle y en los bares, especialmente para extranjeros. Y nosotros venimos con ojo de occidental, buscando en cada esquina una prostituta. No es así, muchas chicas jóvenes se emplean en los mil oficios que una ciudad del tamaño de Phnom Penh tiene.
Somaly no está en Camboya estos días, pero Ana Nance, la fotógrafa que hace para Marie Claire el reportaje sobre la escuela Happy Chándara que nos ha traido hasta aquí, hizo con ella varios trabajos hace años, se hicieron amigas y ahora aprovechamos esa conexión para que la gente de Somaly nos lleve una noche con ellos en su tarea de apoyo a las chicas que se prostituyen en la capital.
Empezamos pronto el recorrido, y a lo largo de una sóla calle de la capital, encontramos más de dos docenas de chicas jovencisimas. Todas aseguran tener 19 ó 20 años, pero se ve de lejos que son más jóvenes. Y los miembros de AFESIP nos lo confirman. Son adolescentes y no están vencidas todavía, sonríen, les encanta que les hagan fotos, y reciben encantadas el paquete de condones que les damos. De vez en cuando se acerca un tipo en una moto. Unos a controlar, otros a iniciar el negocio.
La Asociación no adoctrina, no trata de sermonearlas, ni siquiera les pide que dejen la calle. Dicen que es su medio de vida, el de ellas, y el de sus familias. Y por eso, solo las apoyan, les dan preservativos, las escuchan, y si ellas quieren, entonces sí, ponen en marcha todos los mecanismos para sacarlas de allí.
Hoy la noche está tranquila, nos dice Tyra, solo ha tenido dos clientes. Confiesa 19 años, yo no le echaría más de 16. Su familia, de una aldea rural, no sabe a qué se dedica.
Nos llevan a un local de copas. Ellos son todos extranjeros,rubios, morenos, altos, bajos, gordos, flacos...imposible establecer un fenotipo. Ellas todas camboyanas y jovenes. Ya casi nada nos sorprende...hasta que aparece por la puerta una pareja con una niña de seis o siete años. Lleva un vestido de fiesta muy pretencioso, lleno de lazos que le da aspecto de princesita hortera. Llega a la barra y la sientan en una taburete.
Todos pensábamos qué hace esa niña ahí, y a la vez todos nos negamos a creer la evidencia. Se lo preguntamos a la gente de Somaly y nos reponden con una naturalidad que nos corta la respiración que sí, que es lo que parece. Que a la niña la han traído para ser ofrecida, que probablemente el trato ya está hecho.
¿Y por qué no intervienen?, les pregunto, ¿por qué no llamamos a alguien? ¿Por qué no lo impiden? Impedir qué...de momento, está jugando en la barra y acompañada de dos adultos...La policía ha estrechado el cerco en los últimos meses en torno a los guetos donde tradicionalmente se explota sexualmente a las niñas...Y por eso ahora los tratos se hacen en estos locales, y de manera mucho mas sutil...
Nos vamos con el cuerpo revuelto y el conocimiento exacto de lo que significa la palabra impotencia.