Llevo tantas semanas manejando cifras de dinero imposibles de manejar - que si 700 mil millones de dólares en USA para salvar al sistema financiero, que si cerca de dos billones de euros en Europa - que hoy me da casi corte hablar de la pobreza.
Me espantaría resultar demagógica, pero estos días pensaba en si una acción igual de coordinada entre los Estados de todo el mundo, no podría acabar con esta injusticia que nos avergüenza cada vez que una imagen o una cifra nos asalta para recordarnos que sigue ahí. La pobreza. En los países en vías de desarrollo, y en los que descarrilaron hace tiempo, en los suburbios de las capitales del mundo desarrollado y en los pisos patera de los centros históricos.
Cuando a todos se nos pase la borrachera de cifras que ahora tenemos, atenazados como estamos por el tsunami financiero, habrá que sacar conclusiones y empezar a exigir. Porque hemos aprendido que si quieren, pueden. Que los sacrosantos gobiernos occidentales tan preocupados por el déficit, la inflación, los ajustes y los intereses variados, son capaces de sacar dinero de debajo de las piedras o improvisar instrumentos financieros para salvar los muebles de nuestro sistema económico.
Por ejemplo. Conseguir que en África el hambre se reduzca a la mitad en el 2015 cuesta, según la ONU, 72 mil millones de dólares al año. Una cifra que se reuniría con las aportaciones de todos los países comprometidos con los Objetivos del Milenio. 72 mil millones de dólares al año, entre todos. Es decir, el 10% de lo invertido solo por EEUU para salvar a sus empresas financieras, y el 5% de la inversión que han hecho para lo mismo cuatro países europeos.
Hoy, día de acción de la blogosfera contra la pobreza merece la pena recordarlo.