Secuestrar un cadáver es una acción de lo más estrafalaria. A veces por evitar una prueba de ADN que dé acceso a una herencia, a veces por el mero chantaje y en otras ocasiones por lograr un rescate por la devolución del cuerpo, el caso es que los secuestradores de cadáveres operan con cierta impunidad: la ley no contempla de igual forma el secuestro de un muerto que el de un vivo. Estos son algunos de los casos más sonados en el último siglo y medio:
Argentina, 1881: Una banda que se hace llamar "Los Caballeros de la Noche" secuestra el cadáver de Inés Indart, cuñada del gobernador de Buenos Aires, en el cementerio porteño de La Recoleta. Los cacos piden un rescate de 5 millones de pesos por liberar a la difunta. Fueron detenidos, pero puestos el libertad porque el delito no existía.
Suiza, 1978: Una banda de delincuentes secuestran el cuerpo de Charles Chaplin, meses después de su entierro. Pretendían conseguir un rescate de medio millón de dólares. Un exhaustivo dispositivo policial, inusual para el rescate de un muerto, acabó dando con los secuestradores tras pinchar 200 cabinas de teléfono públicas de Lausana. Fueron detenidos y condenados.
Argentina, 1998: El cadáver de un hombre desaparece de su tumba del cementerio de General Acha, en La Pampa, para evitar un análisis de ADN que repartiría una herencia de 50 millones de dólares. El cuerpo fue incinerado y cambiado por otro en la tumba para despistar a la Justicia. El principal sospechoso murió en pleno proceso judicial. La paternidad se demostró igualmente gracias a otros familiares. Eva Paole, en la imagen, accedió a la herencia.

Italia, 2001: El cuerpo del empresario Enrico Cuccia desparece de su tumba en el cementerio de Meina, cerca de Milán. Los secuestradores, bastante mantas, dejaron numerosas pistas que llevaron a su detención. El cadáver de Cuccia estuvo escondido en un pajar.
Reino Unido, 2004: Una organización extremista en defensa de los animales secuestra el cuerpo de Gladys Hammond para obligar a su yerno a cerrar un criadero de cobayas destinadas a la investigación. La abuela estuvo tres años en paradero desconocido y la Policía agujereó media Inglaterra en busca de los restos. Los secuestradores fueron detenidos y condenados.
Murcia, 2006: El cadáver de un rico empresario murciano desaparece del cementerio de Nuestra Señora Virgen de los Llanos, en la diputación cartagenera de El Algar. El secuestrador fue su propio hijo, que intentó evitar una prueba de paternidad al cadáver porque no quería repartir la herencia con una nueva hija. Acabó entregándose a la Guardia Civil y confensando que había robado a su padre.
Austria, 2008: El empresario Friedrich Karl Flick, ya cadáver, es secuestrado del cementerio de Velden. Los cacos, a cuyo frente estaba un abogado, cerebro de la operación, pidieron un rescate de 6 millones de euros. Los detectives privados contratados por la familia y la Policía austriaca localizaron el cadáver en Hungría. El pasado 6 de diciembre de 2009, el empresario volvió al reposo de su panteón.
A Coruña, 2009: Crisanto López, un empresario gallego enterrado en el cementerio parroquial de San Adrián de Tobo, en el concello de Cee, desaparece de su tumba en noviembre. El móvil, evitar una prueba de paternidad solicitada por un hijo extramatrimonial que quiere acceder a la herencia millonaria, repartida ahora entre las tres hijas reconocidas. El caso está abierto y Crisanto, en paradero desconocido.