El Salvador, veinte años después

Sembrado de volcanes y café, El Salvador pasa desapercibido para las grandes agencias de noticias a no ser que unas elecciones o una catástrofe saquen al país de su ostracismo internacional. A mediados de noviembre de 1989, El Salvador volvió ser portada: el jesuita Ignacio Ellacuría, otros cinco compañeros y dos colaboradoras. eran asesinados a media noche en su vivienda de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas", la UCA.
Nueve años antes, le había tocado a monseñor Oscar Romero, arzobispo de San Salvador. Eran tiempos en los que el país llevaba años viviendo en un crispado ambiente político y social, el fraude electoral se había impuesto y el poder estaba en manos del ejército y de una reducida oligarquía, mientras la pobreza hacía estragos entre los campesinos y algunos levantaban su voz para defender a los más pobres, entre ellos el jesuita Rutilio Grande, también asesinado en su parroquia.
En un ambiente de pobreza y violencia hacia quienes defendían sus derechos, la palabra y la figura de Romero fueron adquiriendo relevancia. El arzobispo asumió en primera persona la voz de aquellos que veían la suya acallada.
Los zarpazos de la guerra que sufrió El Salvador se sintieron con mucha fuerza dentro de la Iglesia salvadoreña. La lista de cristianos comprometidos con su fe y que fueron asesinados por defender a los más pobres es interminable. Sacerdotes, religiosos, religiosas, catequistas y creyentes sin más títulos engrosaron la nómina del martirologio salvadoreño.
Los acuerdos de paz contemplaron la creación de una comisión de la verdad. En marzo de 1993 llegó el tan esperado informe. Según el documento final de la Comisión, los militares, los escuadrones de la muerte vinculados a estos y el Estado fueron responsables de 85% de las violaciones a los derechos humanos durante la guerra. Quedaban escritos para la historia los nombres de los asesinos de monseñor Romero, Ellacuría y tantos otros que derramaron su sangre en la defensa de la justicia. Sin embargo, una amnistía, decretada unos días más tarde de la publicación del informe, dejó en la impunidad a los culpables.

Estos días se recuerda a Ellacuría y a tanta gente que dejó su vida en la lucha por un mundo más justo. Los de Pueblo de Dios estuvimos en 2004, junto con miembros de la ong Entreculturas, e hicimos un reportaje sobre todo ello. En la foto, parte del equipo que hicimos aquel trabajo en el comedor de la casa de los jesuitas, a escasos metros de donde sucedió la masacre.