Inmigrantes: culpables porque sí

El otro día el Parlamento aprobó la nueva Ley de Extranjería. ¿No lo sabías? Ah, claro, porque coincidió –qué casualidad- con el debate y la votación sobre la ampliación de la Ley del Aborto. Vamos, que pasó desapercibida a los grandes medios de comunicación y los señores circunspectos de corbata y gafas de pasta no sacaron el tema en las tertulias de la tele. Total, para qué. En España sólo viven 4,5 millones de inmigrantes, el 12% de la población.

Pues resulta que, después de una regularización masiva en la que se abrieron las fronteras porque necesitábamos urgentemente trabajadores, ahora, con la crisis, ya no hacen falta más obreros. Y claro, nuestros gobernantes han aprobado una ley a escondidas en la que las personas no importan una mierda, una ley en la que se habla de mano de obra, de mercancía, de personal laboral, pero jamás de personas con nombre y apellido que han estado cotizando a la Seguridad Social, levantando el país, enriqueciéndonos a todos y sosteniendo la natalidad y los planes de pensiones.
¿Y qué novedades trae esta ley de la que nadie dice ni pío? Pues que si no eres español y te vas al paro, dejas de tener una situación regular. Que si no eres regular te pueden retener 60 días en un centro con régimen penitenciario. Que si estás en estos centros es más fácil hacer creer a la sociedad que los inmigrantes son todos unos delincuentes. Que si son delincuentes no hay que dejar que se empadronen. Que si no se empadronan no pueden acceder al sistema de salud. Que si no pueden acceder al sistema de salud es más fácil que mueran…

La nueva ley deja muy claro a los inmigrantes que deben olvidarse de traer a sus padres y reagrupar así la familia. Que aunque hayan huido de su país para que no les pegaran un tiro por sus ideas, pues mala suerte, porque aquí no se les concederá asilo político fácilmente. Y muchos españolitos, arrastrados por la demagogia y las mentiras interesadas del gobierno de turno y los intolerantes de siempre, se alegrarán de que una ley injusta se aplique y nos prive de la riqueza que supone la mezcla de culturas, de razas, de religiones y lenguas. Y lo que es más grave, a nadie le importará que se trate a las personas como una mercancía, como mano de obra, pasándose los derechos humanos por el arco del triunfo. Y ojo, porque “la inmigración” no existe, los que han venido son Youssef, Hamri, Yanina, Néstor, Juri y Mariana. Con ellos estamos en el trabajo, en la misma escalera, en las tiendas, en la salida del colegio mientras esperamos a los niños. Y nos parecen encantadores. Limpian en nuestras casas, cuidan a nuestros mayores, nos hacen las chapuzas del hogar y siempre tienen la tienda abierta cuando nos quedamos sin pan. Ya digo, mucho ojo porque ahora, si les miras, si les hablas, si les invitas a un café o pretendes prestarles cualquier tipo de ayuda… te pueden meter entre 3.000 y 10.000 euros de multa y tus huesos pueden acabar hasta dos años en la cárcel si le das cobijo en tu casa.

Cáritas lo ha resumido muy bien: “Necesitábamos mano de obra y vinieron personas”. Ahora estas personas son culpables por ley.